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domingo, 19 de julio de 2009

La columna de Angelita

Mundo moderno

Curso de simpatía

Hace muchos años cierto presidente —cuyo nombre evitaré— hizo en un discurso un chiste en el que hablaba de un pereirano dueño de una casa de geishas. El comentario enfureció a mucha gente, pero mi mamá simplemente anotó “Si hubiera querido un presidente chistoso, habría votado por Montecristo”.

Traigo a colación esta anécdota porque Japón, país en donde la política atraviesa un momento nada jocoso, está tratando de ponerle humor a la burocracia. Lo digo literalmente. El Ministerio de Transporte de ese país les ofreció a cien de sus trabajadores un curso con comediantes profesionales como parte de un programa que pretende mejorar sus destrezas comunicativas. La idea es que entrenamiento como comediantes stand-up les proporcione herramientas que les permita comunicarse con los clientes y entre sí de manera más efectiva porque les ayuda a pensar más rápidamente y a tomar las cosas con calma -aparte de mejorar la imagen que la gente tiene de los burócratas.

Burocracia chistosa. Bueno, no sé si este producto pegue tanto como el sushi, pero démosle el beneficio de la duda a los japoneses. ¿Podrá un poco de humor cambiar nuestra percepción sobre el Gobierno? Meditemos sobre ello un poco.

Pensemos, por ejemplo, en que recibimos una carta de la DIAN que lleva el encabezado “¿Quiere saber qué hicimos con su plata? La mitad la invertimos en viejas y en trago; la otra mitad, la malgastamos.” ¿Pagaría usted su predial con una sonrisa? O en vez del IVA tuviéramos el EGOC: El Gobierno es el Otro Comensal.

Los fondos de inversión privada podría incluir boletines en sus extractos trimestrales en donde compartan noticias como “El rendimiento de su inversión bajó en un 30%, y en otras noticias que no tienen nada que ver con este fenómeno, nuestro Centro Vacacional ahora cuenta con cancha de squash”.

Para ser más creativos, se podría apelar a la ironía con un el uso de signos de puntuación bien ubicados como “Seguro” Social o In-vías.

O qué tal si de ahora en adelante al Ministerio de Educación le da por incluir el texto “¡Bienvenido al desempleo!” en todos los diplomas. Y qué pasaría si en la cuenta del teléfono, en lugar de decir ‘aporte voluntario’ dijera ‘Fondo para el Viaje de las Secretarias a San Andrés’.

Esto podría servir. A ver… qué tal si el presidente se dirigiera a los colombianos como “Es-timados cojodidos” y el Ministro de Hacienda entregara su balance en una carpeta que tuviera una portada decorada con las palabras “Cuentos de hadas para funcionarios”. Se podría cambiar el logo de la Cancillería por el de las camisas Lacoste, porque ahí son lagartos, pero finos. Y podríamos poner el Ministerio de 0,5 Ambiente.

No me convence. Tal vez funcione para los japoneses, pero yo sigo estando con mi mamá. El humor y la política sólo se deberían mezclar en las columnas de opinión.

domingo, 12 de julio de 2009

Lo que no sé pronunciar no me gusta


En enero de 1973 se me presentó la oportunidad de ir a trabajar en la isla de San Andrés como ingeniero de la planta eléctrica. Empecé a trabajar allí el 8 de febrero de aquel año.

Aún estaba soltero y antes de irme le propuse a Sofía Inés que procuráramos casarnos en los dos meses siguientes para que no me asaltara esa sensación de soledad que el año anterior me había hecho renunciar a un cargo en Cementos del Caribe de Barranquilla. Ella accedió con la única condición de que le asegurara un puesto en el magisterio de la isla, lo que pude cumplir.

Coincidencialmente Sofía Inés y mi hermana María Helena habían acompañado una excursión estudiantil liderada por mi prima Luz Helena Gaviria en octubre del año anterior. Por tal motivo me recomendaron conocer a unos vendedores de seguros que se habían hecho sus amigos durante aquella excursión.

Efectivamente los vendedores de seguros de las diferentes compañías aseguradoras formaban un grupo de cinco amigos sin que entre ellos existieran los celos de cuál se ganaba alguna póliza que dos o más de ellos estuvieran compitiendo. Fue un grupo muy agradable y de muy sincera amistad en el que yo también me moví durante esos meses de soltería. Completaba el grupo un sexto miembro totalmente atípico: mientras los cinco ya nombrados y yo estábamos entre los 27 y 35 años, el señor Kin, ése era su apellido, tenía 65; mientras los cinco y yo somos colombianos distribuidos entre Antioquia, Caldas y Bogotá, el señor Kin era hindú; mientras los cinco, yo no, eran vendedores de seguros, el señor Kin era un comerciante, es decir, un cliente de alguno de los cinco o de todos.

Uno de ellos recibió la orden de su compañía de trasladarse en forma definitiva a Bogotá. Debía dejar la isla y todo lo que en ella quedaba incluyendo la amistad del grupo del cual yo ya era parte. El grupo decidió hacerle una despedida en un restaurante estrato 5,5 que allí había y que se llamaba (o se llama) Hansa Club, situado en Punta Hansa, como quien dice, en toda la puntica de la nariz del caballo de mar que parece el mapa de la isla de San Andrés.

Hasta esa noche lo más elegante que yo había pisado en restaurantes era la Fonda Antioqueña de Maracaibo entre Junín y Palacé (nombres de calles de Medellín, para los foráneos).
Hansa Club tenía una parte que estaba en un puente como a manera de muelle y allí nos sentamos, el mar lo teníamos debajo de nuestros asientos y como fuera noche de luna llena la marea estaba de tal manera que mojaba por debajo las tablas del muelle. Mi asiento coincidió con una abertura de las tablas que me permitía ver el agua.

El mozo trajo la carta y todos nos pusimos a leerla. No había caso, yo no sabía qué querían decir esos nombres tan raros que había en esa lista y hasta estuve tentado a llamar al mesero para preguntarle si no se había equivocado y en vez de la carta había traído la tabla donde alguno de los hijos del propietario hacía sus colages para el colegio.

De pronto alcancé a ver en el final de la tabla en letra muy pequeñita: “Pollo al horno”, ¡en español!

–¿Qué hago? –Reflexionaba yo– ¿Pido pollo al horno? ¿Qué irá a pensar Sofía Inés –reconozco que ella era, y sigue siendo, de más roce social que yo– cuando se entere de que su futuro esposo en semejante lugar tan lujoso pidió pollo al Horno? ¡Qué pena con el señor Kin que haya tenido que recorrer medio mundo para venir a verme a mí comiendo pollo al horno!

Mientras estaba en estas reflexiones ya el mesero había iniciado a anotar los pedidos y empezó por el señor Kin que estaba a mi izquierda y se disponía a seguir en el sentido de las agujas del reloj. Yo sería el último.

–¡Ya sé! –Se me iluminó la mente– pediré el plato que más se repita entre ellos y si alguno pide pollo al horno, ¡zas!, el mío también será pollo al horno.

Debí haberlo imaginado: acostumbrados a subvalorar la letra menuda de las pólizas, que no se le deben dejar entender a los clientes, ninguno de los vendedores de seguros pareció haber advertido la presencia del plumífero plato. Uno pedía cazuela de no sé qué; otro langostinos a la no sé cómo; total que tuve que pedir un plato que se repitió una vez y como no sabía pronunciarlo le hice una indicación al mesero para que lo leyera en la carta señalándolo con el dedo índice. El empleado hizo un ademán gracioso de aprobación deslizando el bolígrafo entre los dedos pulgar e índice sin pronunciar palabra alguna, por lo que después interpreté que estaba acostumbrado a que de vez en cuando apareciera por allí algún personaje mudo.

Me llegó una cazuela toda rara que me supo a demonio revuelto. Ya se imaginan para qué había mencionado el hueco del tablado precisamente al lado de mi pie derecho, por allí volvieron los mariscos al mar de donde nunca debieron haber salido.

Mientras tanto miré hacia la izquierda y pensé que cuál sería la langosta tan rara que pidió el señor Kin que aún no le traían su pedido. Me imaginaba a los cocineros mar adentro tratando de pescarla.

–Por fin, allá vienen con el pedido del señor Kin, ya lo están descargando:

¡Pollo al horno!

Desde entonces, plato que no sé pronunciar no me gusta.

Gabriel Escobar Gaviria

Vista de lince 73

Un editorial

Podría interpretarse que EL COLOMBIANO estaba en mora de publicar su opinión editorial sobre la reunión sostenida entre el Presidente Álvaro Uribe y su homólogo de Estados Unidos, Barack Obama. Ya hoy es jueves 2 de julio, y el encuentro entre los Jefes de Estado fue este lunes festivo, es decir el 29 del mes que acaba de terminar. ¡El mes pasado! ¡Cómo hace de tiempo!


Son tantos los hechos que suceden en un mismo instante en distintos rincones del planeta y es tal la avalancha de informaciones y hasta de opiniones, emitidas en una especie de "boca de urna", que consideramos mejor esperar. Es nuestra idiosincrasia.

En el siglo XXI, era de la aldea global, las informaciones disparadas como con "escopeta regadera" desde distintos rincones geográficos e ideológicos puede hacer que el simple y mortal ser humano acabe confundido y yendo como Vicente, "hacia donde va la gente".

En EL COLOMBIANO tratamos de analizar los temas, releerlos y leer, oírlos y volverlos a oír, ver a sus protagonistas y volverlos a ver, y hasta buscar los lenguajes cifrados, las anotaciones que parecen al margen, pero que pueden resultar tanto o más importantes que los comunicados oficiales, observar la comunicación no verbal y escuchar los silencios, que muchas veces son más elocuentes que las palabras. ¿O siempre?

Importantísimo, el espaldarazo de Obama al TLC entre su país y el nuestro. Estamos de acuerdo con su expresión según la cual un tratado de libre comercio tiene que ser bueno para ambas partes, un gana-gana, como bien lo dijo en su momento la embajadora Susan Schwab.

Importantísimo, que el Presidente de Estados Unidos haya reconocido los grandes avances de Colombia en materia de cumplimiento de los derechos humanos y de protección a los sindicalistas, y la corresponsabilidad de su país en la lucha contra todos los eslabones del tráfico de drogas.

Todo esto demuestra el éxito de la diplomacia y estudio serio del Presidente Uribe y su equipo de Gobierno, y el conocimiento que de Colombia tiene Barack Obama. Con razón, también hubo espaldarazo a la continuidad con ajustes del Plan Colombia.

Muchos medios nacionales e internacionales se quedaron en la repetición de la frase del Presidente Obama cuando puso como ejemplo a George Washington, quien dijo que dos periodos suyos como Presidente de Estados Unidos, bastaban.

Pero pocos destacaron y una gran mayoría ignoró que Barack Obama también dijo que cada país decide su esquema, según sus circunstancias.

Estados Unidos tiene una fuerte tradición democrática. Allá sí saben lo que es el Imperio de la Ley y la Gobernanza. No en vano la Constitución vigente data de 1787, es muy corta y se reduce a un marco con los principios fundamentales.

Es bueno recordar también que la reelección por un solo periodo consecutivo es muy reciente, si se piensa en una historia como nación independiente que se remonta a 1776. Fue en 1951 cuando su Congreso abolió la posibilidad de otros esquemas reeleccionistas.

En ese momento ya Estados Unidos había recuperado la estabilidad perdida desde la crisis de 1929, agravada por el ataque de Japón a la base de Pearl Harbor en lo que hoy es el estado de Hawaii, lo que marcó su participación directa en la Segunda Guerra Mundial.

Como quien dice, a Colombia le fue bien en Washington, a pesar de la diplomacia paralela de los malquerientes de Álvaro Uribe, entre quienes están no sólo la extrema izquierda colombiana y de ciertos vecinos, sino quienes intentan atravesársele al Presidente, sin pensar con sentido patriótico en el bien común y en la vigencia de unas políticas de Estado que trasciendan los gobiernos y generen un marco digno y libre para las futuras generaciones. Eso sería hacer verdadera POLÍTICA, así con mayúscula.




La cita en verde es un editorial del diario de mi ciudad, El Colombiano, Encontré en él demasiados errores lo que me lleva a dedicarle la presente columna de Vista de lince.

Mayúsculas

Siempre he oído decir que en los nombres de los cargos oficiales se escriben con mayúscula cuando no se encuentra el nombre del mandatario ni el lugar de donde se es mandatario o la dependencia del cargo. Llamemos ésta la norma popular que no contra dice la académica como lo veremos a continuación

La norma académica dice que no es obligatoria la mayúscula, pero que se acostumbra cuando el nombre del cargo o de la dependencia reemplaza el nombre propio del funcionario. Esta norma es tan aceptada que esa costumbre se vuelve obligación en la práctica.

Según esas dos normas veamos los siguientes ejemplos: El Presidente inauguró las obras de interconexión; El Gobernador se reunió con el secretario de Educación; El presidente de la República inauguró las obras de interconexión; El gobernador Luis Enrique Yáñez se reunió con el secretario de Educación, Alberto Quintero.

El primer presidente va con mayúscula porque no aparecen ni el nombre del funcionario ni el lugar donde ejerce; lo mismo ocurre con el primer gobernador, pero el secretario va con minúscula porque aparece el nombre de la dependencia; el segundo presidente va con minúscula porque aparece el nombre del funcionario y el secretario por la misma condición ya descrita y por el nombre.

A continuación les doy un artificio de mi autoría para aplicar la norma académica sin lugar a equivocaciones:

Como la norma dice que se puede usar mayúscula cuando el nombre del cargo reemplaza el nombre propio del funcionario, entonces la mejor forma de saber si lleva mayúscula o minúscula es poner el nombre propio de la persona y si la frase no pierde el sentido, se debe usar la mayúscula; si lo pierde, la minúscula

Ramiro Cardona inauguró las obras de interconexión; Luis Enrique Yáñez se reunió con Alberto Quintero de Educación, Ramiro Cardona de la República inauguró las obras de interconexión; Luis Enrique Yáñez Luis Enrique Yáñez se reunió con Alberto Quintero de Educación, Alberto Quintero.

Según lo enseñado, en las oraciones que aparece un nombre adicional o que no encaja tal como Alberto Quintero de Educación, o Ramiro Cardona de la República son aquellas que hemos puesto el nombre del cargo en minúscula, las que producen oraciones correctas, como Ramiro Cardona Inauguró y Luis Enrique Yáñez se reunió... son las que llevan el nombre del cargo en mayúscula. Practiquen y verán que no se equivocan.

Por tanto en la cita están mal (en orden de aparición): Presidente Álvaro Uribe por presidente Álvaro Uribe, Jefes de Estado por jefes de Estado, Presidente de Estados Unidos por presidente de Estados Unidos, Presidente Uribe por presidente Uribe, Presidente Obama por presidente Obama. Esta correcta donde dice atravesársele al Presidente.

Otras inconsistencias

«...y el encuentro de jefes de Estado fue este lunes festivo, es decir el 29 del mes que acaba de terminar. ¡El mes Pasado! ¡Cómo hace de tiempo!»

Pueden pensar que soy muy cositero por lo que voy a criticar a continuación:

Esa expresión en el 2 de julio, sólo tres días después del 29 de junio, de cómo hace de tiempo por pertenecer al mes pasado, suena como el famoso saludo de quien se encuentra el 1.° de enero con alguien de quien se había despedido el 31 de diciembre, sólo un día antes: “No te veía desde el año pasado”. A tales bromistas les cayo de perlas el 1.º de enero del 2001 cuando pudieron decir no sólo desde el año pasado sino desde el siglo pasado y, ¡oh suerte!, desde el milenio pasado. Como broma es comprensible queda fuera de contexto en la seriedad editorial del segundo diario de un país.

Los enclíticos

En las expresiones volverlos a oír y volverlos a a ver se comete un error del habla popular que transciende a muchas canciones y que consiste en poner el pronombre acusativo enclítico, los, en el verbo intransitivo auxiliar en vez de ponerlo en el transitivo correspondiente, en estos casos oír y ver, respectivamente, que son los que rigen los complementos directos que esos pronombres representan: En El Colombiano tratamos de analizar los temas, releerlos y leer, oírlos y volver a oírlos, ver a sus protagonistas y volver a verlos.

Dos más

Dos errores a adicionales encuentro mientras redacto: La frase ver sus protagonistas no lleva la preposición a por cuanto en este momento esos protagonistas no tienen nombre propio, pues se está hablando en un caso generalizado: cualquier protagonista que resulte en cada caso. Es como cuando digo busco un médico (el primero que encuentre) en contraposición de Busco a Un médico que dictó una conferencia la semana pasada sobre la gripa A1 (tiene nombre propio). El otro consiste en que no es releerlos y leer, sino leer y releerlos.

Modelo

Uno de los errores del habla que nos dejó el buen fútbol de la Selección Colombia en la década del 90 fue el uso de la palabra esquema por modelo (cliquearlas, por favor, para tener a la vista sus significados). Uno de los técnicos de aquella hazaña, que añoramos repetirla, siempre andaba con una pizarrita de acrílico haciendo dibujitos de las posiciones que deberían tomar sus pupilos según los casos determinados, esos esquemas se convertían en los modelos que ellos deberían seguir. Allí quedaron trastocados los significados DE modelo y esquema. Con las definiciones a la vista observemos que ninguna de las tres acepciones de la palabra esquema coinciden con el concepto de lo que en el editorial se quiere decir, pero sí la primera acepción de la palabra modelo.

Mayúsculas, nuevamente

Por último, no considero estético usar la mayúscula sostenida para dar énfasis a un concepto, política, en este caso. Yo habría dicho en aposición: en su significado de regir los destinos de un pueblo.

País invitado: China


Esta nueva sección en Vista de lince me obliga a buscar un gazapo en algún periódico en español de los países donde el mapa de control me muestra que han abierto El Blog de Don Abel. Lo haré valiéndome del azar, a menos que haya alguna colaboración de un lector extranjero y que valga la pena comentarla. Estreno con Diario del Pueblo de China

«Airbus A320 tiene aterrizaje de emergencia en Islas Canarias». Diario del Pueblo, China 09-07-10.

Me late (como dicen en México, aunque el Diccionario dice que son los venezolanos los que dicen así) que la oraciòn de la que tradujeron al español venía en inglés por la presencia del verbo tener. En Español decimos más corto y más lógico: Airbus A320 aterriza de emergencia en Islas Canarias.