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domingo, 24 de julio de 2011

La columna de Angelita

La hora como símbolo de rebeldía (o una excusa infalible para llegar tarde).


Por Ángela Álvarez Vélez

Soy una persona puntual. No me gusta llegar tarde y siempre que puedo llego cinco minutos antes de una cita. Me considero un poco rígida en temas del tiempo y me irrita bastante que no haya unidad en la hora nacional. Considero una falta de respeto que las emisoras no estén sincronizadas. Si por mí fuera, tendríamos en Colombia el equivalente al Big Ben de Londres (le podríamos decir el Gran Juan) y todos tendríamos el reloj con la misma hora. Mi rigidez temporal me parecía, hasta hace poco, señal inequívoca de respeto, buenos modales y rectitud.

Y entonces me enteré de algo que me sacudió los cimientos del reloj. El tiempo es político.

Yo ya sabía que eso de los segundos y los minutos eran puro invento de los científicos, pero a mí me caen bien los científicos así que no le vi problema.

No sabía era que el concepto de la unificación de los husos horarios fue una treta política. La Conferencia Internacional Meridiana, celebrada en 1884 en Estados Unidos reunió a 24 naciones “civilizadas” que eligieron el meridiano longitudinal que pasa por Greenwich, Inglaterra, como el meridiano principal con el cual se calcularían los tiempos del resto del mundo. Pero la elección no fue ni fácil ni libre de debate. Así por encimita, había enfrentamientos entre los grandes países industrializados que querían unificar el tiempo para facilitar las transacciones comerciales y los pequeños países que querían preservar sus horarios según sus prácticas agrícolas, tradiciones y cultura. Se acusó a los ingleses de vanidosos e impositivos y el mismo Observatorio de Greenwich fue blanco de protestas y hasta atentados terroristas. Finalmente fue la Primera Guerra Mundial la que ayudó a unificar el tiempo porque los aliados tenían que coordinar sus ataques. Después de eso y una vez caído el Imperio Otomano, uno de los principales detractores, el resto del mundo se resignó y todos ajustamos los relojes y las actitudes para encajar con el GMT.

Pero hay rebeldes que persisten. Alemania, Estados Unidos, Hong Kong y Tailandia han hecho intentos recientes por divorciarse del GMT, y el mes entrante cumple un año el reloj más grande del mundo: el Reloj de la Meca, que situado en una torre de más de 600 metros de altura, osa usar como referencia el Meridiano de La Meca (con el fin de servir como autoridad temporal para los 1,5 millardos de musulmanes) y tener una diferencia de 21 minutos con el GMT.

Lo que todo esto significa para mí es que si bien es grosero que, teniendo el mismo referente temporal, acordemos encontrarnos a una hora y usted llegue tarde, también es posible que mi tiempo no sea su tiempo y suponer que lo debería ser es igualmente grosero. De allí que es absolutamente respetable que usted pueda acudir al viejo argumento antiimperialista y decir “Según mi clepsidra, llegué a tiempo”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Extrañaba la columna de Angelita. ¡Gracias por volver!