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martes, 23 de septiembre de 2008

La columna de Angelita

Mundo moderno

El fin de la tiranía de lo cursi

Les seré sincera: nunca he podido con el Día del Amor y la Amistad. Para empezar, es un día híbrido, ni fu ni fa, como si fuera el día de Halloween/Navidad. No tiene personalidad, no tiene carácter, no tiene génesis histórico ni cultural digno, cosa que sí tiene por ejemplo el Día de San Valentín. Este festivo se celebra el 14 de febrero y tuvo su origen en la fiesta pagana de la Diosa Juno. Alrededor del año 270 d. C. se le dio el nombre del cura romano que secretamente casaba parejas de enamorados durante el reino del Emperador Claudio II (conocido como Claudio el Cruel) y perdió la cabeza –literalmente- en la fatídica fecha. Sí ven, ese día tiene de todo, pasión, romance, crueldad, paganismo…, mejor dicho, todo lo que debe tener una buena historia de amor. Pero el Día del Amor y la Amistad tiene la gracia dudosa de ser lo único que tiene el mes sin puentes, el mes en que el comercio se estanca y necesitaban inventarse algo para vender peluches.

Porque, eso sí, no bien se lo habían inventado cuando ya las FCI (fábricas de cosas innecesarias) respondieron con peluches. Los peluches del DAA son especiales. Tienen una estética propia que consta de tres elementos, el primero de los cuales es la deformación ocular, por lo que el animal, real o imaginario, tiene que tener ojos desmesuradamente grandes. El segundo, CC (cursi y comercial), es que sea de colores pastel. Y el tercer componente es el que más me duele: la deformación del idioma. Para que un peluche sea realmente DAA, tiene que tener algún tipo de aviso que ostenta frases ortográficamente aberrantes como “Te quelo”.

Este día es particularmente difícil para las mujeres, receptáculos involuntarios de la mayoría de los regalos que se reparten este día. No hay mujer colombiana que se haya salvado del temido perro azul celeste de ojos enormes que tiene un corazón de ICOPOR que lleva la frase “Debo ser un ladlón porque quiero robarte un bezzzzo”. Gas, gas, gas.

Eso, además de la pululación de eventos complementarios como el juego de amigo secreto y las “dedicatorias” en medios de comunicación.

Por si no lo sabían, jugar amigo secreto, especialmente en la oficina, es más peligroso que neurocirujano con hipo. Yo he sido víctima de varios regalos bienintencionadamente hediondos. No les voy a decir sino tres palabras: lámpara peluda rosada. No puedo hablar más del asunto porque tras años de terapia, aún no supero el choque. Pero sé que no estoy sola y he visto con mis ojos joyeros que tienen cisnes danzando magnéticamente sobre un lago de espejos, bisutería elaborada con materiales que nunca deberían entrar en contacto con la piel y tarjetas elaboradamente decoradas con frases que dejan al lector necesitando insulina.

Y lo de las dedicatorias… no quiero saber qué tipo de relación amerita involucrar a los medios, pero cuando todo el país tiene que soportar la voz quejona de alguien llamada Yuli Maricza diciéndole a su gordis, Yeison Jaberman que lo ama demasiado y que por eso le dedica este tema “Ken Lí” (Can´t Live), es hora de que nosotros, como sociedad responsable, evaluemos este festivo.

Porque, les advierto, si veo otro gato verde menta con un arco y una flecha u otro corazón de vinilo con un cohete dibujado en escarcha y la frase “Eres tan especial que eres espacial”, habrá tropel.

Ángela Álvarez V.
angela_alvarez_v@yahoo.com

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