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miércoles, 12 de septiembre de 2012

Caminos y montañas 4 de 38


Elogio de la Ingeniería
Carlos Castro Saavedra.



Escuela de Minas
 
Siempre es difícil comenzar, bien sea a vivir a talar bosques a  abrir caminos, a construir pueblos o a levantar torres que constituyan símbolos de sabiduría y de progreso. Al principio las manos son pesadas y lentas, y el espíritu tropieza a menudo con obstáculos que parecen insalvables y naturalmente están emparentados con el pesimismo y con la desesperanza. De todos modos la vida no se detiene, y, numerosamente, invade la sombra y el silencio para hacerse a sí misma y convertir en realidad los sueños de los hombres.
Dentro este orden de ideas, la Escuela de Minas de Medellín, reas de gestarse en la oscuridad —quién sabe durante cuánto tiempo— empezó a existir, con rasgos definidos y promisorios, gracias a la Ley 60 del 20 de noviembre de 1886.Su primer rector fue Pedro Nel Ospina, a quien sucedió el vicerrector Luis M. Tisnés, un poco mas adelante éste fuie reemplazadopor don Tulio Ospina. La inauguración oficial del plantel se hizo el 2 de enero de 1888. Fueron rectores también, en esta primera etapa, José María Escivar y Eduardo Zuleta. El 30 de noviembre de 1893, confirió la Escuela los primeros títulos a Carlos Cock, a Alonso Robledo y a Antonio Álvarez. Dos años después fue clausurada para volverse a abrir el 5 de abril de 1904, bajo la dirección de don Tulio Ospina nuevamente quien desde la universidad le brindó su apoyo generoso, hasta retornar a la ingeniería y y dedicarse por entero al naciente mundo de la ingeniería antioqueña, del cual sólo lo apartó su muerte, acaecida en Panamá el 17 de febrero de 1921.
        Don Tulio fue el artífice y moderador de los primeros años de la Escuela de Minas. Puede hablarse de que don Tulio, magnífico ejemplar humano, hijo de Antioquia y de sus montes, se enamoró delk barro encomendado a la sabiduría y a la buena voluntad de sus manos. Con gesto de paciente escultor, dio forma perdurable a la Escuela, la puso en buen camino —el de la marcha lenta, pero segura, el del armónico desarrollo— y le imprimió carácter. Seguramente alcanzó a columbrar lo que su esfuerzo, siempre desinteresado e inteligente, iría a representar para el país con el paso del tiempo. Puede hablarse también, ya en lenguaje poético, de que don Tulio, bajo la tierra que lo cubre es abuelo de muchos caminos trazados por sus duscípulos sobre la piel de la patria, de muchas carreteras y vías férreas construidas por sus hijos del espíritu —los ingenieros que tuvieron la fortuna de ser guiados por él— sobre la corteza de la nación.
Antioquia necesitaba la oportunidad de expresarse nacionalmente, a través de la ciencia, de la técnica, y de una formación espiritual que representase un avance verdadero, y esa oportunidad la tuvo en la Escuela de Minas y la sigue teniendo y aprovechando ejemplarmente. Hace ya muchos años que la Escuela es viva imagen de esta sección de la República y episodio inseparable de su historia y de su progreso. Hace muchos años igualmente, que produce ingenieros para todo el país y en esta forma lima asperezas de la geografía, multiplica la red de Comunicaciones y aglutina a Colombia entera em torno de sus más altos ideales.

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