Mundo Moderno
Pánico porcino y sus consecuencias gastronómicas
Entiendo que en momentos como éste, con la noticia de la influenza porcina y que van a cerrar a México y todo, la gente se preocupe un poco. Es normal que una crisis genere consternación, pero aprovecho el momento para pedirles que no exageren. Lávense las manos, vacúnense, tomen vitamina C, anden con tapaboca y jabón antibacterial, pero, por favor, algo de mesura ante propuestas como la de PETA.
Para quienes no lo saben, PETA es una organización que lucha por los derechos de los animales. Hasta ahí, todo bien. Pero anunció que quieren poner una piara al frente del Capitolio en Estados Unidos con el fin de replicar las condiciones que dieron lugar a la influenza porcina y así convencer a la gente de que se pase al vegetarianismo. Eso ya me parece que es ir demasiado lejos.
La noticia me la dio un familiar de mi esposo que es vegetariano. Lo irónico es que es un vegetariano gordo. Es gordo y calvo. Yo sé que la calvicie no está asociada al vegetarianismo, pero yo creería que eso lo impulsaría a querer ser más divertido. Pero no, este hombre —que se ve un poco ridículo pesando 150 kilos y comiendo apio— es apasionado defensor del vegetarianismo y ha usado el “abrazo de Porky” como argumento para buscar seguidores con frases como “Nunca han oído de la influenza habichuela”. No le importa que la gripa no se contagie por comer carne de cerdo porque además no está sugiriendo la dieta judía de hacerle el quite al jamón sino que dice que hay que sacar de tajito la carne del plato.
La verdad es que algunos vegetarianos pueden ser bastante agresivos. Yo los entiendo. Si yo viviera a punta de arvejas y de soya todo el día, yo también estaría de un genio terrible. Pero últimamente han cogido impulso con todo este movimiento vegano-zen-mininalista-oriental-yoga de gente multipluritrascendental. Les confieso que tanta calma me irrita. No es tanto su actitud de superioridad ni la sutileza con la que equiparan el consumo de cárnicos con la barbarie, la intolerancia y la ignorancia. Tampoco es que traten de convencerlo a uno como si fuera una pirámide. Se sienten superiores y confunden una opción personal con una opción moral. Y ahí es donde me pierden porque realmente no creo que comer zanahorias en vez de chicharrones haga que una persona sea, per se, mejor que otra.
Los carnívoros somos mucho más tolerantes. Y más felices. Y más divertidos. Y, honestamente, más fáciles de alimentar. Traté de decirle todas estas cosas al señor, pero él insistió en rajar de nosotros. Entonces le dije que al menos la carne tiene la posibilidad de huir.
Entiendo que en momentos como éste, con la noticia de la influenza porcina y que van a cerrar a México y todo, la gente se preocupe un poco. Es normal que una crisis genere consternación, pero aprovecho el momento para pedirles que no exageren. Lávense las manos, vacúnense, tomen vitamina C, anden con tapaboca y jabón antibacterial, pero, por favor, algo de mesura ante propuestas como la de PETA.
Para quienes no lo saben, PETA es una organización que lucha por los derechos de los animales. Hasta ahí, todo bien. Pero anunció que quieren poner una piara al frente del Capitolio en Estados Unidos con el fin de replicar las condiciones que dieron lugar a la influenza porcina y así convencer a la gente de que se pase al vegetarianismo. Eso ya me parece que es ir demasiado lejos.
La noticia me la dio un familiar de mi esposo que es vegetariano. Lo irónico es que es un vegetariano gordo. Es gordo y calvo. Yo sé que la calvicie no está asociada al vegetarianismo, pero yo creería que eso lo impulsaría a querer ser más divertido. Pero no, este hombre —que se ve un poco ridículo pesando 150 kilos y comiendo apio— es apasionado defensor del vegetarianismo y ha usado el “abrazo de Porky” como argumento para buscar seguidores con frases como “Nunca han oído de la influenza habichuela”. No le importa que la gripa no se contagie por comer carne de cerdo porque además no está sugiriendo la dieta judía de hacerle el quite al jamón sino que dice que hay que sacar de tajito la carne del plato.
La verdad es que algunos vegetarianos pueden ser bastante agresivos. Yo los entiendo. Si yo viviera a punta de arvejas y de soya todo el día, yo también estaría de un genio terrible. Pero últimamente han cogido impulso con todo este movimiento vegano-zen-mininalista-oriental-yoga de gente multipluritrascendental. Les confieso que tanta calma me irrita. No es tanto su actitud de superioridad ni la sutileza con la que equiparan el consumo de cárnicos con la barbarie, la intolerancia y la ignorancia. Tampoco es que traten de convencerlo a uno como si fuera una pirámide. Se sienten superiores y confunden una opción personal con una opción moral. Y ahí es donde me pierden porque realmente no creo que comer zanahorias en vez de chicharrones haga que una persona sea, per se, mejor que otra.
Los carnívoros somos mucho más tolerantes. Y más felices. Y más divertidos. Y, honestamente, más fáciles de alimentar. Traté de decirle todas estas cosas al señor, pero él insistió en rajar de nosotros. Entonces le dije que al menos la carne tiene la posibilidad de huir.
Ya hacia el final, cuando me empezó a hablar de la cantidad de hormonas que le ponen a la carne y las vacunas y los químicos, le dije que había cambiado de opinión. Concluí que la única salida saludable que nos queda a los carnívoros es comernos a los vegetarianos.
1 comentario:
Excelente artículo, Angelita. Usted siempre me hace reír.
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