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jueves, 29 de diciembre de 2011

Calixto 4


Sección dedicada al clero, a las comunidades religiosas, a las comunidades eclesiales y a las comunidades pastorales.


Ad maiorem Dei Gloriam


¿Putativo o adoptivo?


Una de las palabras que han sido cambiadas en la novena de Navidad es aquella que le concede a José la paternidad de Jesús. La condición de padre putativo le fue cambiada por la de adoptivo. Esas palabras no son sinónimas. Muchas personas no saben el significado de la primera y no pocas dejan escapar una sonrisa maliciosa si algún lector la dice. Es tan fácil abrir un diccionario y averiguar de qué se trata.

Los cristianos sabemos por fe que José no es el padre biológico de Jesús, pero eso no lo sabían los judíos de aquel tiempo, y por ser María esposa de José, el hijo que de ella nació, aparecía como hijo de éste. José no lo adoptó y Jesús, ante la Ley de aquel tiempo, recibe el título de hijo de David por ser hijo de José. El adjetivo «putativo» viene del adjetivo latino «putativus», ‘aparente’, ‘imaginario´ y el significado que el Diccionario al adjetivo español es ‘tenido por padre, hermano, etc., sin serlo’. Mientras que el verbo «adoptar» significa ‘recibir como hijo, con los requisitos y solemnidades que establecen las leyes, al que no lo es naturalmente’. Ser padre adoptivo requiere la intervención de la Ley, ser padre putativo, no. San José no es el único padre putativo de la Historia, hoy en día cualquier hijo habido en matrimonio es putativo del esposo si biológicamente no lo es.

¿Jesús es Verbo o Palabra?

Empecemos con los primeros versículos del primer capítulo del Evangelio de San Juan tomado de la versión latina de la Biblia denominada Nova Vulgata, adaptación conciliar (Concilio Vaticano II, 1979) de la Vulgata traducida al latín por San Jerónimo de Estridón:

In principio erat Verbum, et Verbum erat apud Deum, et Deus erat Verbum. Hoc erat in principio apud Deum. Omnia per ipsum facta sunt, et sine ipso factum est nihil, quod factum est; in ipso vita erat, et vita erat lux hominum, et lux in tenebris lucet, et tenebrae eam non comprehenderunt. Fuit homo missus a Deo, cui nomen erat Ioannes; hic venit in testimonium, ut testimonium perhiberet de lumine, ut omnes crederent per illum. Non erat ille lux, sed ut testimonium perhiberet de lumine. Erat lux vera, quae illuminat omnem hominem, veniens in mundum. In mundo erat, et mundus per ipsum factus est, et mundus eum non cognovit. In propria venit, et sui eum non receperunt. Quotquot autem acceperunt eum, dedit eis potestatem filios Dei fieri, his, qui credunt in nomine eius, qui non ex sanguinibus neque ex voluntate carnis neque ex voluntate viri, sed ex Deo nati sunt. Et Verbum caro factum est et habitavit in nobis; et vidimus gloriam eius, gloriam quasi Unigeniti a Patre, plenum gratiae et veritatis. (Jn 1, 1-14).

Esos catorce versículos constituyen lo que en la Misa de rito tridentino se llama el «último evangelio» no porque fuera el último escrito, sino porque se recita después de que la Misa a ha terminado. Fue puesto en esa Misa por algún papa para refutar a algunos herejes –entre ellos, los testigos de Jehová– que niegan la divinidad de Jesucristo (por favor, no me critiquen por no indagar sobre la anécdota completa porque eso se sale del propósito de este artículo). Observemos en ese trozo latino que la palabra «Verbum» está cuatro veces, todas cuatro con mayúscula inicial.

Veamos ahora la versión española de la Biblia traducida directamente de las fuentes hebra y griega por el padre Alberto Colunga Cueto O. P. y el canónigo Eloíno Nácar Fúster (Nácar-Colunga), primera en español aprobada por nuestra Iglesia y considerada por muchos como la mejor (Wikipedia).

Al principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba al principio en Dios. Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz luce en las tinieblas, pero las tinieblas no la abrazaron. Hubo un hombre enviado de Dios, de nombre Juan. Vino éste a dar testimonio de la luz, para testificar de ella y que todos creyeran por él. No era él la luz, sino que vino a dar testimonio de la luz. Era la luz verdadera, que viniendo a este mundo, ilumina a todo hombre. Estaba en el mundo y por Él fue hecho el mundo, pero el mundo no le conoció. Vino a los suyos, pero los suyos no le conocieron. Mas a cuantos le recibieron dioles poder de venir a ser hijos de Dios, a aquellos que creen en su nombre; que no de la sangre, ni de la voluntad carnal, ni de la voluntad de varón, sino de Dios son nacidos. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.

Nuevamente vemos la palabra «Verbo» cuatro veces y todas cuatro con Mayúscula inicial

Las palabras «verbum», en latín, y «verbo» en español, expresan los conceptos que en español decimos con las palabras «palabra», ‘sonido o sonidos que expresan una idea’, y «verbo» ‘clase de palabras que puede tener variación de persona, número, tiempo, modo y aspecto’, con la diferencia de que en latín predomina el primer significado sobre el segundo, mientras en español es al contrario: predomina el segundo sobre el primero. Eso lleva a algunos gramatiqueros a hacer conjeturas ridículas como éstas: « ¿Cómo así que Jesús es verbo?, ¿de qué conjugación?, ¿por qué no termina en -ar, en -er o en –ir?; lo que sólo muestran el desconocimiento semántico ya explicado.

Algún día empecé a escuchar ese pasaje del evangelio en esta forma:

«En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios [...]. Y la Palabra se hizo carne…». Para mí eso ha sido disonante y empecé a investigar y encontré que uno de los más importantes exponentes de esta moda es una versión española de la Biblia de Jerusalén, igualmente traducida las fuentes hebrea y griega. Es de anotar que en griego se usa la palabra «logos» con su significado de ‘palabra’ que, como vimos, en latín es «verbum». Lamentablemente para mis oídos la versión española que usa la palabra «Palabra» parece ser la preferida por los organizadores de los textos litúrgicos pues la palabra «Verbo» como que fue dada de baja en el argot eclesiástico.

Pero no me doy por vencido:

Abramos el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española (lo encuentran en www.rae.es) en la palabra «verbo» y saquemos de allí la tercera acepción:

3. m. Segunda persona de la Santísima Trinidad.

ORTOGR. Escr. con may. inicial.

Es entendible que la Real Academia le haya asignado a la segunda persona de la Santísima Trinidad el significado de «Verbo» desde tiempos en que el rito tridentino de la Misa era el único autorizado. Ese significado no lo tiene la palabra «Palabra» lo que indica que la versión española de la Biblia de Jerusalén y las que a ella siguen incluyendo las ediciones litúrgicas de los leccionarios usan una palabra inexistente en el Diccionario oficial de la Real Academia Española.

Pero hay más:

Abramos el Diccionario en la palabra «palabra». Como ven, nada dice de la segunda persona de la Santísima Trinidad. Sigamos más abajo donde están las locuciones, expresiones y frases que contienen la palabra «palabra», muy cerquita del inicio encontramos la siguiente:

Palabra de Dios.
1. f. El Evangelio, la Escritura, los sermones y doctrina de los predicadores evangélicos.

Obviamente se escribe con mayúscula.

Tenemos allí una causal de error que se percibe en las ceremonias pues cuando escuchamos «Palabra» no sabemos si se refieren a Jesucristo o a la Biblia.

Existen además de la Congregación del Verbo Divino, cantidad considerable de las comunidades eclesiales y grupos de oración que se denominan con las palabras Verbo de Dios, refiriéndose a Jesucristo.

Como ven no es simple capricho de oído, sino también de sentido práctico para evitar errores semánticos en las ceremonias.

Receso

Debido a uno de los tantos recesos que lamentablemente este blog tiene, no he tenido cuidado de llevar la cuenta que me propuse de templos visitados (sin nombrarlos) por lo que propongo borrón y cuenta nueva a partir del 1.° de enero de 2012. Por lo pronto, digo los errores más escuchados en los templos visitados: el lenguaje incluyente (Calixto 1) y el verbo colocar (coloquémonos de pie) y otros a los que dedicaré una entrada próxima.


Pesebre de la Basílica de
Nuestra Señora de la Candelaria-Medellín

Laus Deo Virginique Matri


http://blogdedonabel.blogspot.com/2011/10/calixto-1.html