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miércoles, 25 de febrero de 2009

Vista de lince 59

El verbo apostar
Cuando un periodista tiene una ocurrencia idiomática los demás corren a copiarla hasta el cansancio.

El verbo apostar es una de ellas. No voy a explicar su significado porque todos lo conocemos muy bien. ¿Quién no ha apostado desde el colegio hasta la empresa en cualquier discusión la plata de las onces o del algo como decimos los paisas? ¿Quién no ha apostado una carrera de aquí a la esquina. Existen también las casas de apuestas, los casinos, los hipódromos donde se apuesta a los caballos y las galleras, donde se apuesta a los gallos. Todos conocemos esos usos del verbo apostar y hasta me habría salido más corto dar el significado que haberme extendido en esta verborrea sobre situaciones evidentes.

Pero a algún periodista hace unos diez o doce años se le ocurrió usar ese verbo cuando a algún funcionario importante se le ocurrió apoyar alguna campaña o impulsar algún proyecto o iniciar una obra gubernamental temeraria. Desde ahí, como decía el ingeniero Roberto Cadavid Misas, Argos; se regó como verdolaga en playa.


Ya nadie apoya, impulsa, inicia una acción de Gobierno. No: sencillamente apuestan. Algunos cuando están algo cansados de apostar, apuntan como se ve en el segundo ejemplo gráfico. En el que se encuentra además el superfamoso gazapo campeón: Debe ser: Les apuntan a los nacionales.

Esto hasta aquí lo he repetido hasta el cansancio y lo han repetido otros colegas. Aunque me contradigan algunos, me parece que el verbo apostar se les convierte a esos tales en una muletilla por lo repetitivo, por la escasez de imaginación para usar el verbo correcto.

Se está agravando tanto la costumbre que presento las tres siguientes fotografías como lo máximo del problema, hasta ahora: ¿Qué seguirá después?



En las anteriores fotografías se trata de una reunión en la que se hablaba de uno de los proyectos en los cuales participaría el Municipio de Medellín, el Alcalde anunció que la partida correspondiente ya estaba aprobada y al periodista se le ocurrió que no sólo había apostado, sino que había puesto el case. ¡Qué imaginación tan pobre!






La otra se refiere a una carta que el ex gobernador de Antioquia y posible precandidato a la Presidencia de la República por el Partido Liberal Colombiano, Aníbal Gaviria Correa, le dirige al presidente de la Dirección Liberal Nacional, César Gaviria Trujillo. En ella expone las ideas que quiere impulsar dentro de la Dirección mencionada. Establece que apoyaría listas a las corporaciones públicas que contuvieran un 50 % de mujeres y un50 % de jóvenes. Observen el título que imaginó el periodista. No pudo ser más desastroso. También comete el archimanoseado gazapo campeón. Debe ser Les apuesta.

Ojo con los matemáticos despistados que podrían concluir que los viejitos varones estaríamos excluidos de esas listas; pues no, porque el conjunto de mujeres puede tener intersección con el conjunto de jóvenes. El número de elementos comunes a ambos conjuntos sería el número de renglones que nos corresponderían a los viejitos. Hasta yo puedo ir a hacer fila a una lista de ésas.

Más barato por cuotas




Cómo les parece la rebajita de sólo el 80,1% y en Éxito de La Colina en Bogotá donde me está colaborando mi amigo Javier Ernesto Burbano Sandoval. Él me dio autorización para poner el enlace del álbum completo.

Además en su blog nos cuenta la historia de esas fotos

Vamos a ver quién gana






Simpático este letrero que encontré en una venta de avena cubana (muy rica) en el Carrefour de Las Vegas en Medellín.

Me asaltan las siguientes dudas.

1.° Para saber que no me van a dar el tiquete (¿de dónde sacarían esa palabra dizque tickete?) tengo que haber pagado.

2.° ¿Plata en mano quién la devuelve?

3.° ¿Ante qué autoridad debo elaborar el correspondiente denuncio?

4.° ¿Debo conseguir abogado? ¿Puedo guardarle de una vez el 30% de la avena?

5. ¿Dirá la dependiente que sí que ella retuvo el tiquete?



Tildefobia carrefouriana




También en Carrefour de Las Vegas en Medellín

La piyama


A esta palabra le está pasando lo mismo que al verbo jalar, tratado en la Vista de lince 58. No conozco ningún colombiano en pijama, los que he visto en prenda de dormir me dicen que están en piyama, pero si les pido que la escriban, hacen lo que está en las fotos. Pues la palabra aceptada inicialmente es pijama, pero la Real Academia Española fue comprensiva con los latinoamericanos cuando se dio cuenta de que nosotros nos empiyamábamos, mas no nos empijamábamos y nos aprobó la palabra con y. No necesitamos, entonces, cambiarle la pronunciación a la jota para irnos a dormir.

La coma

Esta coma, después de la palabra Aires, se debe quedar en tierra, no viaja.


Nunca se separa el sujeto del verbo, por suna coma, excepto las comas explicativas

Pedro salió muy temprano (no hay coma).

Pedro, mi vecino, salió muy temprano. Las comas son explicativas y yo muy brujo.

domingo, 22 de febrero de 2009

En Sincelejo no hay alzhéimer

En Sincelejo no hay alzhéimer

Corría el año de 1980, creo. Yo trabajaba con ISA, Interconexión Eléctrica S. A., y me habían dado la responsabilidad del avance de obra en la construcción de la primera línea a 500 kV en el tramo entre Subestación Cerromatoso y Subestación Sabanalarga. Yo había puesto mi centro de operaciones en Sincelejo. No desarrollé en esa ciudad vida social alguna, aunque tuve la oportunidad por cuanto las de los empleados del contratista eran muy agitadas. Así pues que conocí muy poca gente en Sincelejo.

Salía poco en las noches y durante el día estaba por lo general en el campo, salvo los viernes en la mañana que daba alguna vuelta por el centro de la ciudad, mientras era la hora de dirigirme a Montería para tomar el avión hacia Medellín.

En una de ésas atiné a pasar por un almacén donde vendían ropa infantil y como me habían quedado algunos pesitos de los viáticos, pensé llevarle una prenda a mi Marcelita que andaba por los cuatro años.

Me detuve un momento en la vitrina y cuando me dispuse a entrar me di cuenta de que al fondo, alguien, que presentí el dueño del almacén, se levantaba de un escritorio alzando los brazos para cerrarlos alrededor de mi cuello. No me digan que eso no da mucho susto que lo vayan abrazando a uno así no más. Afortunadamente, el dueño en cuestión empezó a hablar cuando terminó de cerrar los brazos y así pude darme cuenta de que sabía quién era yo, aunque yo andaba totalmente gringo de quién fuera él.

–Hombre Escobar, ¿cuánto tiempo sin vernos? –me dijo con un acento de paisa achilapado.

–Hermano, pues yo qué voy a saber cuánto si no me acuerdo haberlo visto a usted antes.

–Pero ¿cómo que no nos hemos visto? ¿Acaso no estudiamos pues juntos en tercero de primaria con don Darío y en cuarto con don Aníbal en la Bolivariana de Juanambú?

–Pero hombre, por Dios, si en ese entonces teníamos caritas de ocho años y ahora tenemos carotas de 34. Yo no sé usted cómo es capaz de hacer esa extrapolación tan templada.

–No es ni tan difícil. Recuerdo que en el grupo eran tres Escobares, dos hermanos y el otro no era hermano y vos eras uno de los hermanos. Tu hermano era mayor.

–Hermano, ¡alcance la estrella!

De ahí en adelante, las preguntas de rigor. ¿Dónde trabajas?, ¿te casaste?, ¿cuántos hijos? Y bla, bla, bla,

Me dejó escoger el regalo para Marcela y cuando llegué a la registradora, la dependiente me lo envolvió en papel de regalo, le puso moño, lo metió con cuidado en una bolsa y me lo entregó. Acto seguido, me entregó la factura cancelada, mas no me recibió el dinero.

El lunes siguiente dije a mi jefe que me iría en carro para llegar a Planeta Rica temprano, en el avión habría llegado, a las 3:00 p. m.

Pedí al coordinador de transporte que me asignara chofer y me dijo que me fuera con Fernando Escobar. Era Fernando un chofer serio y amable de unos 34 años como yo.

Arrancamos pa la costa. En el camino se fueron desgranando temas de conversación de la más variada índole.

De pronto se me ocurrió:

–Imaginate, hombe Fernando, la que me pasó la semana pasada en Sincelejo.

–A ver, ingeniero, cuente.

Le conté lo que acabo de escribir desde donde dice atiné hasta donde dice dinero.

Terminé mi relato y me di cuenta de que Fernando tenía su cabeza girada hacia mí y me examinaba de arriba abajo. Me preocupé mucho porque la carretera quedaba 90° en sentido contrario de las agujas del reloj de donde Fernando tenía puesta la mirada y el carro seguía andando.

–Hombe, Fernando, definitivamente no sé qué se te perdió, pero si vas a mirar mucho, orillate, porque nos vamos a dar con esa tractomula, ¡mirá ese precipicio!, ¡cuidado con ese bus!

–No, ingeniero, no se me está mojando la canoa. Desde hace dos años trabajamos en la misma empresa y ahora me viene usted a decir que eran tres Escobares en su grupo con don Darío y con don Aníbal y dos eran hermanos y otro no. Sí, ingeniero, éramos tres Escobares con don Darío y con don Aníbal: usted, su hermano y yo.

–¡No fregués hombre! ¡El mundo sí es un pañuelo! (Frase de cajón que se dice en circunstancias como ésta y como otras).

Le dije el nombre del vidente (ya se me olvidó), pero Fernando no lo recordaba.

–Vamos a hacer lo siguiente –le dije–: esta noche llegamos a Sincelejo. Mañana demoramos un poco la salida al campo para darle tiempo al hombre de que abra su almacén. Luego llegamos y entramos y yo empezaré a decirle que el regalito le quedó muy bueno a Marcela y que muchas gracias, sin darle ningún inicio de que vos sos uno de los Escobares. veremos qué tan buena es su memoria.

Efectivamente así lo hicimos, pero no alcancé a decirle la primera frase de agradecimiento cuando el hombre emitía otra expresión de alegría.

–Y éste es el Escobar que no es hermano tuyo. ¿Cómo lo encontraste?

Pronto iré a Sincelejo: ya han pasado otros 28 años.

Gabriel Escobar Gaviria

viernes, 20 de febrero de 2009

Vista de lince 58

Lapsus digitorum




Pereció una e


Mi amiga Alejandra Arenas, que nos envía su segunda colaboración desde Bucaramanga, alcanzó a darse cuenta de la falta de un e. Es posible que muchos no se hayan dado cuenta en el Carrefour de su ciudad porque nuestro cerebro nos ayuda a ver lo que falta.




Doble dosis


También una colaboración de mi amigo Javier Ernesto Burbano Sandoval. Esta vez es una doble dosis de tildes para una palabra a la que le basta la última. En la cafetería del Éxito Colina en Bogotá.



Jalar




Muchos, escritores, pero muchos, creen que escribir jalar es un error y ponen en sus escritos el afectado halar, como si fuera en una puerta de un banco.


No comnozco ningún colombiano que en su conversación normal haya ayudado a halar un carro, por ejemplo, o le hubiera halado trompa a la novia, como decíamos otrora a lo que ahora dicen los jóvenes parchar. No. por aquí decimos jalar con jota.


El verbo jalar es correcto, aparece en el Diccionario sin restricción alguna.

jueves, 19 de febrero de 2009

La columna de Angelita

Mundo moderno

Lamento de la Cannabis legalis o La historia del fin de la marihuana

Hace 20 años, el jurista y entonces ministro de Justicia, Samuel Hoyos Arango, dijo que la solución al problema de las drogas era muy sencilla: era cuestión de trasladar la marihuana desde el Ministerio de Justicia al de Salud. Pues bien, esta semana el informe de la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia, en la que participan varios ex presidentes —entre ellos, César Gaviria— junto con intelectuales de la talla de Mario Vargas Llosa y Paulo Coelho, propusieron legalizar los cultivos de cannabis, lo que implicaría otro traslado de la marihuana, tal vez al Ministerio de Agricultura.

Y ¿Qué pasaría de darse tal traslado? Aquí, una respuesta tentativa…

Al principio, sería maravilloso. El cultivo de marihuana acabaría con el desempleo, se integraría al plan de reinserción de varios grupos alzados en armas y hasta podría superar el café en exportaciones.

Pero después de un rato, los cultivadores necesitarían sacar licencias y permisos y certificados. Para empezar, tendrían que solicitar asistencia técnica del ICA y cumplir con los requisitos de las corporaciones autónomas, que les exigirían no usar casetas de guadua sino construcciones de cemento embaldosadas para el procesamiento de las plantas, tendrían que uniformar a los recolectores, ponerles escarapela, mascarilla, guantes, etc., como parte del proceso de certificación ISO y, como no tendrían con qué hacer todos los cambios, pues tendrían que hacer un préstamo de la Caja Agraria.

El crédito obligaría a los cultivadores a aumentar sus precios, haciéndolos menos competitivos pero aumentando sus ganancias (no las netas, por supuesto), y con eso les caería la DIAN. Siendo Grandes Contribuyentes, tendrían que hacer algo por mejorar sus ventas, y entonces buscarían a los expertos en mercadeo de Proexport, quienes los instigarían para cumplir con las normas EUREPGAP. Eso significa no más cancha de fulbito, no más papita chorriada dentro del área estéril, nada de empanadas bailables ni novenas y todo eso conduciría, obviamente, a la creación de los sindicatos de Trabajadores Nacionales de Cannabis (uno para la derecha y otro para la izquierda: SiTranCa y SinTrabis). Esto llevaría al negocio al punto de quiebra y sería comprado por una multinacional.

Una vez la Something Company comprara la Nacional de Cannabis y la volviera la United Cannabis Company, el primer paso sería registrar todas las cepas endémicas y patentar la fórmula de la Mari Cola y Cannabis Light Soda. Protegidas por los derechos de autor y la propiedad intelectual, todos los cultivos de Cannabis no autorizados serían allanados por el FBI. Y colorín colorado, la marihuana se habría acabado y tendríamos un nuevo modelo para eliminar cultivos ilícitos: Erradicación por Legalización. ¿Alguien dijo opio?


martes, 17 de febrero de 2009

El lince matemático 5

El lince matemático 5



Respuestas a los problemas 5 y 6 (cliquear en la palabra problemas)

Problema 7 (supersencillo).

En una fiesta a la que asistí hace mucho tiempo éramos 24 personas.

Dora bailó con 7 de los muchachos; Ana Isabel lo hizo con 8, Gloria Lucía, con 9, y así cada una de las muchachas que siguen en la lista bailó con uno más que la anterior hasta terminar la lista con Marta Eugenia, que bailó con todos los muchachos. ¿Cuántas muchachas, había y cuántos muchachos?

domingo, 15 de febrero de 2009

Gazapera histórica 3

Que galicado

Andrés Salcedo, Noticiero Nacional (91-06-06)

En la edición del noticiero del miércoles 3 del presente se le fue dos veces un que galicado de muy mal sonido. Dijo usted en aquella oportunidad: Veamos como fue que empezó la constituyente, cómo fue que se inició todo esto.

Eliminar esos galicismos es supremamente fácil y se ahorran cuatro palabras: Veamos como empezó la constituyente, cómo se inició todo esto.

Julio de 1991.


Hoy como ayer, como antier y seguro que como mañana y pasado mañana, la lucha contra el que galicado sigue igual. Es una de las enfermedades crónicas de nuestro idioma y de nunca acabar. Ni siquiera en función de la simplicidad del idioma como en los ejemplos mostrados que con sólo eliminar dos palabras por cada uno desaparece el dislate.

Algunos críticos aseguran que estoy equivocado y que los ejemplos mostrados no son formas del que galicado sino de lo que los correctores han dado en llamar esqueísmo, que porque el que galicado es el que se puede cambiar por un adverbio, mientras el remedio contra el esqueísmo es eliminarlo. No contradigo el nombre de esqueísmo ni el de seraqueísmo que también se soluciona eliminándolo. ¿Será que va a llover? ¿Lloverá? El seraqueísmo, entonces, es el mismo esqueísmo con la diferencia que en aquél la inflexión del verbo ser está en futuro, mientras en éste está en presente. Ambas son formas de la expresión francesa C'ést que... de donde proviene el apelativo de galicado. Son expresiones galicadas aquellas en las que se antepone también un adverbio, una locución adverbial o un complemento, tales como Aquí fue que nació mi padre; , Ayer era que estaba triste; Fue a pie que vino; Por eso será que no va a venir; de usted era que hablaba. Estas formas se pueden convertir en Aquí fue donde nació, mi padre; Era ayer cuando estaba triste, fue a pie como vino, por eso será por que no va a venir. Pero también se pueden convertir en Aquí nació mi padre; Ayer estaba triste; Vino a pie, por eso no va a venir. ¿Ven que también se puede eliminar el verbo ser en todos los casos?

Febrero de 2009

sábado, 14 de febrero de 2009

Regalo de AT

Fotografías de TM


Acné doble tripolar, marca Leviton de 15 amperios con polo a tierra

viernes, 13 de febrero de 2009

Vista de lince 57

Premios Cipe 2008

Invitado por mi amiga Elba Cecilia Restrepo González, galardonada con el premio Cipe 2008 a la mejor columnista de opinión, asistí a la sesión de entrega por parte del Círculo de Periodistas de Envigado, Cipe, en el auditorio de la sede de la Cámara de Comercio Aburrá Sur, Seccional Envigado.


Muy merecido el premio de nuestra queridísima Elbacé, un ama de casa a la que desde sus labores domésticas algún día se le ocurrió que debía comunicar a los demás sus pensamientos y de verdad que lo ha logrado y en qué forma en su columa Por encimita. Su exitoso ascenso lo ha marcado la respuesta de los lectores desde cuando no tenía día fijo hasta hoy que se ha ganado el que es considerado por muchos columnistas como el mejor día: el domingo. La tertulia Los Amigos de Tiromalo también ha contado mes a mes con su valioso aporte e impulso. Con lo anterior, no quiero decir que el también integrante de la tertulia mencionada, Raúl Tamayo Gaviria, esté pordebajiado con el sábado. No. Sus lectores lo tienen amarrado al sábado, creo que desde que se inventó ese día, es decir, desde cuando el que lo hizo descansó y lo bendijo.

Sin querer demeritar el premio recibido por nuestra amiga y mucho menos el acto de entrega del mismo, no pude evitar usar la vista y hasta el oído del lince en la emocionante reunión.

Protocolo de las banderas

En la foto, independiente del personaje que está en ella pues escogí la que más favoreciera esta nota, podemos ver cuatro banderas en su orden de izquierda a derecha: Departamento de Antioquia, República de Colombia, Municipio de Envigado y Cámara de Comercio Aburrá Sur.

Sobra una. Porque según el protocolo de banderas no se deben revolver banderas oficiales, las tres primeras, con las de entidades privadas, la Cámara de Comercio. Ésta puede ir en otra parte del escenario, pero que claramente se vea que es un lugar secundario con respecto a aquél en el que se encuentran las oficiales.

Omitiendo la última bandera nos quedarían tres banderas oficiales en el escenario, la principal de las cuales (la República) está al centro, la que le sigue en categoría (el Departamento), a la izquierda y la última (el Municipio) a la derecha. Ésa es la posición correcta. No como parece ocurrir en muchos escenarios donde ponen las banderas como caigan desconociendo el protocolo.

Otros dislates

El maestro de ceremonias y uno de los galardonados llamaron el evento como Cuarta Versión de los Premios Cipe. Bueno, al fin y al cabo estábamos entre periodistas que por más que los correctores insistamos que cada realización de un evento periódico es una edición del mismo, ellos insisten en que es una versión.

Otro pecadillo del maestro de ceremonias fue llamar a Barak Obama con el apelativo eufemístico de afrodescendiente, miedo le dio decirle negro, no veo la razón de su miedo.

Para dejar en paz al maestro de ceremonias, su último error lo comparte con el alcalde de Envigado a quienes se les pego la muletilla impuesta por Teleantioquia de todos y todas.

El alcalde, que como buen ingeniero joven debió haber estudiado la Teoría de Conjuntos desde la guardería, debe saber que el conjunto universal comprende todos los elementos del conjunto, Así el conjunto universal de seres humanos está compuesto por todos los seres humanos, de uno y de otro sexo, no necesito decir todos los seres humanos y todas las seres humanas. Qué horror sería tener que hablar así. Usar bien el idioma también debe ser parte de la excelencia de que hace gala, con razón, la Alcaldía de Envigado (y no es por lamber, sino porque estoy muy contento viviendo en Envigado, mis amigos lo saben).

Una de las galardonadas habló de una entidad que rompió esquemas, una muletilla que además de violenta no dice nada. Pudo haber dicho: no se opuso a una nueva circunstancia.





martes, 10 de febrero de 2009

La columna de Angelita

Mundo moderno

La crisis al desnudo

Supongo que ya sabrán que este será en año del Consumismo: Con su mismo carro, con su mismo celular, con su mismo computador…, pero lo importante es que no cunda el pánico. Por eso pongo mi granito de arena y busco algo cómico para decir sobre todo este asunto pues sólo porque la crisis económica es peor que el divorcio (porque igual uno pierde la mitad de la plata pero se tiene que seguir aguantando al marido), no significa que no podamos intentar buscar algo de humor.

Me propuse hacerlo y por fortuna, no tuve que buscar mucho pues resulta que esta semana, Larry Flynt (fundador y CEO de la revista Hustler) y Joe Francis (CEO de la franquicia de videos Girls Gone Wild) anunciaron que ellos también van a pedirle al Gobierno norteamericano una ayudita, de cinco millones de dólares, para que le den una mano a la industria pornográfica, que está en declive, no porque la gente haya dejado de buscar porno, sino porque la internet ofrece porno gratis y la gente ya no quiere pagar por ver desnudez. Empelotarse ya no es una manera fácil de salir de aprietos económicos. Vaya, eso significa que el mundo realmente está cambiando con la crisis.

Esta noticia me hizo recapacitar bastante, puesto que no habría pensado en la industria pornográfica como un indicador económico, pero mientras más lo pienso, más veo relaciones entre la crisis bancaria y el porno.

Para empezar, tanto en la una como en la otra, el principio siempre es seductor, pero uno se cansa rápidamente del tire y afloja. Los extractos bancarios se parecen a los guiones de las películas porno porque son excesivamente gráficos y ligeramente bochornosos.

El porno, como la banca, promete una relación duradera, pero termina siendo efímera, y las transacciones con ambos lo dejan a uno sintiéndose un poco sucio. En ambos casos, el meollo del asunto está en necesidades que nadie más quiere satisfacer y ambos engañan al público diciéndole que lo que sucede allí es perfectamente legal, que todos son adultos responsables, que nadie está allí en contra de su voluntad, que es algo perfectamente natural y que no se le está haciendo daño a nadie, pero uno sabe que le están ocultando algo porque —en los folletos y en los filmes— eso no puede ser tan fácil.

También los actores principales de cada una de las industrias aquí comparadas tienen cosas en común porque todo el mundo quiere conocerlos, pero nadie quiere tenerlos como amigos ni parientes. En cada caso, la gente luce muy accesible y dispuesta, pero siempre están detrás de un vidrio. Además, ambos usan la estrategia de la sobreinformación para confundirnos: muestran tantas cosas que uno no sabe bien qué está pasando, pero tenemos la sensación de que alguien está saliendo jodido.

Y, finalmente, la gente que sale en las películas se quita los calzones, y en esta crisis definitivamente cogimos a la banca con los calzones abajo.

angela_alvarez_v@yahoo.com

miércoles, 4 de febrero de 2009

Cartagena que enamora

Luis Fernando Múnera L.

Ciudad con vida propia tanto diurna, como nocturna, para recorrer

Cartagena no sólo es un destino turístico para extranjeros y colombianos por su patrimonio histórico, arquitectónico y cultural. Sus habitantes y gobernantes trabajan en su transformación cuidando la presentación que quieren mostrarle al mundo, y sobre todo, seguir siendo acogedora.

¡Cartagena enamora y mantiene su embrujo! No sé qué se sienta ser nativo de Cartagena o, siquiera, vivir en ella, pero el solo hecho de venir a Cartagena es transportarse a una época, vivir un ambiente, penetrar un espíritu.

En esta ocasión encontramos la ciudad especialmente bella, cuidada y limpia. Ni siquiera el modernismo bien disimulado de las casas reconstruidas, que fingen bastante bien conservar la tradición pero te cambian una ventana de sillares y barrotes por una vidriera, te altera las sensaciones que produce nuestra ciudad insignia. ´

¿Insignia de qué? No es de nuestras tradiciones vernáculas, porque a los aborígenes caribes, mocanas y calamaríes los acabó la conquista sin darles tiempo de dejar aquí su impronta, sino de la cultura romántica y ruda de los españoles que la construyeron y de los negros tristes arrancados de África, que se volvieron festivos en las costas que los recibieron, y son insignia de un período clave de nuestra historia.

El alma de Cartagena

No trates de encontrar el alma de Cartagena cuando la llenan los turistas, sino en días normales en los que discurre la vida rutinaria. Encontrarás entonces en la calle oficinistas, empleados de almacenes, estudiantes de los colegios del centro y de la universidad, que caminan con calma en las horas frescas de la mañana y en las del atardecer o al medio día se refugian bajo los aleros para defenderse del sol canicular. Ésa es la gente de hoy de esta ciudad.

Ya no encuentras las señoras que venían del mercado, los pobres, los ancianos echados en el suelo o los niños que te seguían con la mirada triste hablándote en retahíla, medio paso detrás de ti. Y no es que se hayan acabado, porque el problema social de la ciudad, lejos de disminuir, se ha agravado. Se han ido o los han puesto en otro sitio.

Si cierras un poco los ojos y los oídos sigues viendo la ciudad de hace unos años que conociste sucia en el suelo, astrosa en las fachadas, maloliente en los charcos de las calles. Extrañas los corrillos de hombres cartageneros en las esquinas, hablando fuerte y rápido en su lengua, medio español medio caribe del costeño popular, sobre política local, sobre fútbol o sobre chismes intrascendentes. Lengua popular ésa. La lengua española más culta y conservada también está en Cartagena.

Sus construcciones

Las casas que hace unos años parecían caerse de viejas, hoy están restauradas. Por dentro son construcciones casi totalmente nuevas, para oficinas lujosas, tiendas finas, sedes de corporaciones. Por fuera simulan respetar el estilo original pero se les sale el rico que llevan dentro y se les nota en los materiales y en el estilo de puertas y ventanas que, sin pudor con la historia, muestran, a través de grandes ventanales, muebles y mercancías costosos. La transformación de la ciudad antigua se demoró más de cien años pero llegó, y al menos ha dejado a manera de maquillaje el aspecto original de las calles y fachadas.

Se ven casas con la altura normal de una de dos plantas, con la particularidad de que el primer nivel se divide en dos pisos, el de abajo como almacén y arriba como hospedaje. El nivel más alto siempre se dejaba para residencia de la familia del dueño. Las casas son amplias, con techos altos que ayudan a la frescura interior, uno o varios patios interiores sembrados de jardines, palmas y enredaderas, y con aljibes para el almacenamiento del agua lluvia.

Cartagena fue rica en la época colonial como centro de acopio y despacho de gente, valores y mercancías que entraban y salían a través de su puerto. Por eso quisieron arrebatársela los ingleses, los franceses y los holandeses a los españoles. Fue heroica y sufrida durante los sitios y ataques en tiempos de guerra. Fue brillante las primeras décadas de la República.

De mucho de esto dan cuenta, muda y elocuente, las murallas y fortalezas que la defendieron. Fueron tan costosas que el rey Felipe II, a cuyas arcas se cargó la construcción, se paró en el balcón de El Escorial, su palacio monasterio en las montañas de Guadarrama, seguro de que podría divisarlas. Cuando no pudo verlas, se vino a comprobarlo. Se le vio caminando disfrazado de señora por la Calle de las Damas. No hay mucha probabilidad de que esta leyenda sea cierta, pero no importa.

Pero después decayó. Influyó el que Barranquilla llegó a ser Puerta de Oro de Colombia sobre el río Magdalena. Pero gracias al olvido, Cartagena se salvó de sufrir los golpes de las picas que hubieran derruido sus casas coloniales para convertirlas en republicanas, primero, y modernas, después, aunque algunas sí alcanzaron a correr esa suerte. Tampoco hubo interés en demoler la totalidad de sus murallas porque a nadie estorbaban. Un tramo que sí estorbó al oriente, lo tumbaron hace varias décadas para abrirle campo a un nuevo barrio, La Matuna, vecino a Getsemaní, y a una avenida. Al resto lo salvó la pobreza de la ciudad de entonces.

La ciudad de noche

Junto a la placita de San Diego está el edificio que brincó de la pobreza franciscana conventual de Santa Clara al lujo del hotel más caro de la ciudad. Estas noches la placita está tranquila. Algunos acuarelistas pintan y venden imágenes de las calles y balcones. Los muchachos se sientan junto a los árboles, unos en parejas, otros con una guitarra. Algunos turistas toman un café con helado. Por las calles circulan intermitentemente los coches de caballos que dejan en el aire a su paso el olor cálido y amable del animal y el sonido de castañuelas de sus herraduras sobre el piso adoquinado.

Una buena forma de tomar contacto con la ciudad en las primeras horas de la noche es subirse a uno de los coches de caballos y dejarse llevar tranquilamente por las calles, iluminadas unas, oscuras otras, entre el aire tibio y quieto, agitado solamente un poco por el paso del carruaje, y medio hipnotizado por la recitación del cochero de los lugares y monumentos que cruza. Nunca te maravillará lo suficiente la paciencia y calma con que anda el caballo por esas calles, tanto si va solo o en medio de automovilistas, que lo respetan siempre.

El parque de Bolívar o Plaza Mayor tiene abiertas las puertas de la verja de hierro forjado, los árboles frondosos juegan con la luz de los faroles. Debajo de ellos hay gente sentada en los bancos de cemento o acodada en mesas, conversando. Algunos juegan ajedrez concentrados en las piezas sin que los distraiga el paso de los peatones. En el centro del parque, preside la escultura del Libertador, Simón Bolívar Palacios.

Al pie de esta escultura, unos grupos de muchachos negros se reúnen lentamente, se preparan a conciencia y al poco rato empiezan a ejecutar música y danzas de las costas colombianas. Las tamboras y los llamadores producen música de percusión pura. El baile es frenético; la piel de los danzantes, brillante por el sudor a pesar de la frescura de la noche, brilla con visos bajo la luz de los faroles; las piernas, brazos, tronco y cintura se mueven a velocidades inverosímiles mientras rotan en el aire en círculos sucesivos sobre planos imaginarios; los músculos tensos se forran debajo de la piel, nítidos y firmes. La percusión y el baile se llevan el uno al otro, son uno, íntimos e indisolubles, se te meten por el oído hasta el tórax y por los ojos hasta el vientre. Igual que los grititos breves, agudos, repetidos, alternados de las bailarinas y los muchachos. En el brillo de sus ojos se siente el placer del baile.

Pinceladas de Cartagena

En la plaza de San Pedro Claver hay una escultura en bronce, obra y regalo a la ciudad de don Enrique Grau, que representa al santo con una amplia capa que lleva su brazo sobre el hombro de un negro semidesnudo; parecen caminar conversando como un par de amigos, si bien el rostro del sacerdote se ve enfático y el del esclavo, triste. Esta plaza, por antonomasia, es sede de los derechos humanos.



Afuera y el frente de la Torre del Reloj, puerta natural al oriente de la ciudad amurallada, están el camellón de los Mártires y el parque El Centenario, memoria muda de la independencia y el heroísmo de Cartagena y sus habitantes. Unos tablones empotrados en el adoquinado de la actual plaza de la Paz recuerdan el viejo puente de madera construido sobre el caño San Anastasio que bordeaba la muralla oriental hace años entre la bahía de Las Ánimas y la zona lacustre de Chambacú. Esa puerta permanecía cerrada de seis de la tarde a seis de la mañana, por seguridad.

A espaldas de la torre se encuentra la plaza mejor conocida como de Los Coches. Separado de la plaza por un conjunto de arcos de medio punto y dentro de un amplio andén cubierto está el Portal de los Dulces donde se consiguen los muñequitos de leche, las tradicionales cocadas de leche y panela con papaya, piña y ruibarbo, las bolas de tamarindo, los bananos pasos, los turrones de ajonjolí y otras mil golosinas fabricadas por las artesanas de la comida amable cartagenera.

A su lado se abre en un triángulo generoso la plaza donde funcionaron originalmente la Tesorería, la Contaduría y la Aduana. Se dice que allí empezó la construcción de la ciudad. A un costado está el edificio de la alcaldía. En su origen, esta plaza fue centro del comercio de Cartagena, adonde acudían gentes de los virreinatos de Nueva Granada, Nueva España y Perú, así como de las Antillas. Entonces, la plaza estaba abierta a la bahía y se le conocía como plaza del Mar, también fue conocida como plaza de la Real Contratación. Hoy, el pueblo la llama plaza de la Aduana… “

—Ésta es la plaza de Rafael Núñez, ilustre hijo de esta ciudad, cuatro veces presidente de Colombia, —exclama enérgicamente un señor de cara abotagada, limpiamente vestido con guayabera y pantalón de lino.

Vecinas de la Plaza Mayor o parque de Bolívar están la Gobernación de Bolívar, bello edificio de dos plantas con galería exterior en arcos de medio punto, con la plaza de La Proclamación al frente, el portal de Los Escribanos, hombres que redactaban memoriales y documentos, la sede actual del Banco de la República con el anexo del bello Museo del Oro. También, el Palacio de la Inquisición, que guarda la memoria de esa institución que sirvió a la Iglesia Católica y a la Corona española para la represión religiosa y política. Bastaba una leve sospecha directa o una acusación anónima introducida por la Ventana de la Denuncia para que el encartado de acá tuviese más que un pie en el más allá.




Cuando en tiempos de la Colonia, negros cimarrones construyeron su palenque a cierta distancia de la ciudad y lo protegieron con puntas de palos entrelazadas en el cerco, la Corona española ordenó no perseguirlos porque era tarea difícil e incierta. Hoy, por antonomasia, las negras palenqueras, por lo general robustas y sonrientes, se pasean por las playas y calles de Cartagena con la palangana llena de frutas balanceada sobre la cabeza. Ahora están uniformadas con ropas amplias en vistosos colores rojos, amarillos, naranjas y verdes.



La imagen en bronce de Catalina, de cuerpo escultural más de reina que de india, se yergue en puntas de pies entre La Matuna y Chambacú. Era hija del cacique de Galerazamba, fue tomada por españoles en la conquista y llevada como intérprete y damita de compañía a las Antillas. Sin más detalles o análisis, se le considera representante de los indios extinguidos.

El último día de visita nos despide una amiga, desconocida hasta entonces, santa Catalina de Alejandría. Su estatua, el doble que lo natural, nos la presenta en el interior de la nave izquierda de la catedral de Cartagena, consagrada a su nombre.

Siempre que regresas a casa, Cartagena se te queda pegada a la piel, como el olor a salitre y a humedad que aspiras en la calle.