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martes, 31 de julio de 2012

Calixto 8

En unión con Jesús

En muchas iglesias se ha venido practicando la costumbre de que cuando alguien manda celebrar una Eucaristía en acción de gracias por el cumpleaños suyo o de uno de los familiares, al final el sacerdote pregunta si el cumpleañero se encuentra presente; en caso afirmativo invita a los presentes a cantarle el Feliz cumpleaños según estas estrofas:

Cumpleaños feliz
te deseamos a ti,
cumpleaños, cumpleaños
que los cumplas feliz

Que los cumpla feliz,
Que los vuelva a cumplir
Que los siga cumpliendo,
pero en Cristo Jesús.

De entrada hay un gravísimo error de concordancia entre las dos estrofas, ya que la primera se refiere al cumpleañero en segunda persona y los asistentes se dirigen a él para desearle felicidad en su cumpleaños. En la segunda estrofa ya no interesa el agasajado y, como si hubiera salido del templo, los asistentes se refieren a él en tercera persona deseándole que los cumpla feliz y que los vuelva a cumplir y que los siga cumpliendo. En este punto alguien intervino la estrofa popular que decía, a mediados del siglo pasado que los siguiera cumpliendo hasta el año dos mil; pero a medida que se iba acercando ese límite, la popular se convirtió en tres mil, porque el dos mil se volvió un plazo muy pequeño y luego, superado. Eso de tres mil es un absurdo: ninguno de los habitantes del planeta hoy cumplirá esa meta. Entonces alguien resolvió empeorar la cosa añadiéndole el verso «pero en Cristo Jesús» y, como siempre, todo el mundo se fue por ahí sin darse cuenta del insulto tan grande hacia el festejado y para colmo de males, como si ya se hubiera ido

La conjunción «pero» es adversativa. Eso quiere decir que introduce una frase contraria a algún concepto emitido antes de ella. Desearle a alguna persona que los futuros cumpleaños los cumpla en Cristo Jesús no es malo, pero si ese deseo está precedido de la conjunción «pero» deja tácita la afirmación de que el presente y los anteriores no fueron en Cristo Jesús.

No soy compositor y, francamente, cada vez que escucho ese estribillo en la iglesia, deseo que parezca uno que componga una canto hermoso de alabanza a Dios por la vida del agasajado. Mientras aparece propongo que el último verso se cambie por:

En unión con Jesús

Así se logra el deseo de que los próximos cumpleaños sean en unión con Jesús y de los anteriores ni se afirma ni se niega que fueran en unión con el Señor.

San Pablo



En la sección ¿Nos estamos protestanterizando? de la entrada Calixto 7 establecí que de los hermanos separados estamos tomando la costumbre de llamar a los autores bíblicos del Nuevo Testamento por su nombre a secas, como si fueran muy de la casa. Ellos no reconocen la comunión con los santos y los llapan Pablo, Pedro y similares. No bajaré la guardia en esta campaña hasta que volvamos a llamar a los santos con su título ganado en franca lid contra el demonio, contra sus tentaciones, contra el mundo y contra los deseos de la carne.

El sábado pasado, por ejemplo, hubo reunión de las pequeñas comunidades de la Arquidiócesis de Medellín, por vicarías. En la del Sur (Poblado, Envigado Itagüí, Sabaneta y La Estrella), a la que yo pertenezco, un asistente habló orgulloso de su pequeña comunidad, muchos logros; pero me desanimó cuando nos dijo que su pequeña comunidad se llama Pablo. Una pequeña comunidad llamada Pablo puede ser en honor de Pablo Picasso, de Pablo milanés o de cualquier otro Pablo de los que en el mundo han sido; pero una pequeña comunidad católica en honor de Pablo de Tarso debe llamarse San Pablo. Como prueba, gugleen «Pequeña Comunidad San Pablo» y verán la gran cantidad de pequeñas comunidades con ese nombre y sus realizaciones.

martes, 10 de julio de 2012

Caminos y montañas 2 de 38

Elogio de la Ingeniería
Carlos Castro Saavedra.


Los ingenieros


 
Los hombres y los árboles tienen mucho en común. Las obras de los seres humanos pueden ser comparadas con los frutos que produce la tierra y con los procesos vegetales. La semilla es el símbolo por excelencia de todo nacimiento. Si se aspira a hablar de algo que ya existe, de algo que ya tiene vida propia y copioso follaje, hay que mirar hacia el pasado y tratar de descubrir y de reconocer, en medio de la sombra, la pequeña burbuja que produjo el milagro de la Creación, para poder entender, a cabalidad el desarrollo de los pueblos y el de los bosques.

El día que por primera vez se pensó en declarar la guerra a la naturaleza y obligarla a deponer sus armas, nacieron los ingenieros. Día remoto, ciertamente, pero inextinguible en la memoria de la poesía, porque él es el origen de todos los caminos, la cuna de todas las carreteras y de todas las vías férreas, el principio de todos los viajes que aún no terminan y que empiezan a tener la dimensión de las hazañas espaciales.

 
Espontáneos y embrionarios ingenieros fueron los colonizadores. Aquellos hombres que empezaron a internarse en la manigua y a llenarla de hachazos, hogueras y presentimientos fundaron la ingeniería y dejaron a sus hijos el encargo de seguir fundándola, intrépida y candorosamente.

 
Hasta que las medidas y los números se incorporaron a la lucha y la inteligencia tuvo la oportunidad de encauzar el trabajo y las esperanzas de los trabajadores. Hasta que nacieron puentes a los ríos y los instrumentos de precisión comenzaron a inaugurar el equilibrio. Hasta que el hierro y el acero estrenaron sus fuerzas su sonido y su brillo. Hasta que las primeras escuelas de ingeniería comenzaron a ser madres de los primeros ingenieros. Hasta que la ciencia y la técnica impusieron un nuevo ritmo —el de la época en que vivimos— y el árbol de la vida completamente verde, se marchitó un poco bajo los hongos de las explosiones atómicas.
 
Llegaron, pues, los ingenieros de un pasado remoto, tras una larga y fecunda lucha, y aquí están con su estrella laboriosa, con su experiencia de muchos años, sus compromisos con la tierra que aún espera de ellos muchos amaneceres y su vocación de astronautas y habitantes de otros planetas

 
Ninguna profesión terrestre ni tan ligada al adelanto de los pueblos, como como la ingeniería: es como la mano con que los pueblos construyen su propia existencia navegable y transitable, su destino fluyente su unidad y sus posteriores desbordamientos universales.

Domadores de cerros y de corrientes fluviales, padres de la energía eléctrica y a la vez de las torres que sostienen el viaje de la luz, esposos de las minas y padres, otra vez, del oro, del petróleo y de las esmeraldas, pilotos de la industria, tripulantes de la nave electrónica y sus tableros luminosos, calculistas, expertos en milagros, en mareas de concreto y de hierro que ellos inmovilizan en el aire, sobre columnas de granito y leones de acero.

Mas los ingenieros no son hombres extraños ni inalcanzables, Son hombres, simplemente, antes que ingenieros, y en ello radica su mayor riqueza. Son sus obras proyecciones de su condición humana y de sus sentimientos de solidaridad. En diversas formas se acercan a sus semejantes y patentizan su presencia y su ánimo de servir a la comunidad. Sangre de ellos son las calles que transitamos diariamente, lo mismo que las carreteras y los ferrocarriles que nos llevan al mar y a los brazos de las ciudades más lejanas. Proyecciones de ellos, igualmente son las tuberías y el agua que calma la sed de las casas y las llena de música. También la luz que inunda los hogares es otra prolongación de los ingenieros y de sus luchas en las centrales hidroeléctricas. También la energía que impulsa las faenas de las fábricas y hace girar las ruedas sobre el suave silencio del aceite, es un testimonio de la presencia de los ingenieros en todas partes, incluyendo el espacio sideral donde empiezan a flotar y a vencer las distancias interplanetarias.

 
        Parece que Dios hubiera dicho a los ingenieros en el mismo día de la Creación, y anticipándose a la presencia de ellos sobre la tierra, pues ellos sólo existían entonces en la mente de Él, las siguientes palabras: «Dejo el mundo empezado para que ustedes lo terminen, dejo los continentes sin caminos para que ustedes los construyan y la geografía con nudos gigantescos para que ustedes los desaten.

Y los ingenieros han cumplido, al pie de la letra, con aquellas palabras. Desde que aparecieron, comenzaron a completar el trabajo de Dios, tal como Él lo quiso: abrieron hondas brechas en la selva y descubrieron el rostro de las naciones tendieron puentes sobre los ríos y unieron las más irreconciliable orillas, avanzaron contra la muerte y coronaron la cima de esta época. Allí están, allí siguen luchando y construyendo amaneceres.

lunes, 9 de julio de 2012

La columna de Angelita


Este martes estaba regando mis maticas y vi que una de ellas está particularmente fea. Es una mata que me gusta mucho porque es una planta carnívora, de la familia de las Nepenthes, que me dio mi hermana Pilar. La he cambiado de sitio varias veces, le doy agüita, le puse abono, pero nada que pelecha. La cambié de matera y de sitio una vez más y entré a la casa con la idea de que tal vez la dichosa planta simplemente no estaba contenta en esta casa. La idea todavía me daba vueltas cuando me senté a revistar mi correoelectrónico y me topé con un titular que me intrigó: ¿Las plantas piensan?

Resulta que Daniel Chamovits, director del Centro Manna para las Biociencias de las Plantas de la Universidad de Tel Aviv, acaba de publicar un libro en donde arguye que las plantas ven, huelen, sienten, se comunican entre sí e incluso tienen memoria. Es más, Chamovits dice que estudios recientes parecen indicar que las plantas “oyen”, es decir, responden a ciertas vibraciones.

Esta nueva información me ha tenido pensativa desde entonces y ha cambiado mi percepción de la vida vegetal. Ahora cuido lo que digo delante de “las niñas”, me preocupe por no evidenciar mis preferencias (la verdad es que consiento más a la mata de frambuesa que a las ciruelas) y ser justa con todas —no vaya a ser que se corra la voz y se me resientan.

Y he notado cosas.

Por ejemplo, cuando yo salgo a recoger feijoas, rara vez veo más de tres o cuatro en el piso. En realidad no me gustan mucho y las uso para hacer mermelada de feijoa con fresa o las mezclo con bananos, así que tampoco me importaba, pero esta semana me fijé que cuando salgo con Matías a buscar las frutas, hay docenas de feijoas maduras en el piso que minutos antes no habían estado. A él le encantan las dichosas frutas esas y se comen cuatro o cinco de una sentada. Bueno, eso está bien. Como dice el Chavo, al cabo que ni quería..., pero es que la mata de uchuvas está al pie (¿a la raíz?) de los árboles de feijoa y esas sí me gustan, pero nunca hay. En todo el tiempo que he vivido acá no me he comido la primera uchuva madura. Tampoco llego a tiempo para recoger los duraznos, que siempre encuentro picoteados, ni las guayabitas del Perú y nada que se maduran las berracas peras. Todos los días voy y les echo ojo pero hasta ahora lo único que parece estar creciendo son las acelgas que sólo sembré porque me encimaron las semillas. Nada de lo que me gusta ha dado cosecha y ya estoy empezando a sospechar: ¿No me querrán mis matas? ¿Estaré ante un motín vegetal?

Creo que sí, y que la culpable de todo es la mata de curuba de la entrada. El día que vinimos a ver la casa vi esa enredadera y dije que no me gustaba el jugo de curuba y creo que me oyó y está liderando una huelga frutal.
Lo que me faltaba...creo que mañana le voy a comprar una matera nueva a la planta carnívora porque si esa la emprende contra mí podría tener problemas graves.

lunes, 2 de julio de 2012

Vista de lince 146

El nuevo Gobierno mexicano

Hoy en la mañana necesite salir de la casa a una diligencia y no tuve tiempo de leer el diario que muy temporano me llega. Iba en el metro y un pasajero leía su diario doblado en forma cómoda, por lo que pude ver la segunda página así:




Lejos de cometer la falta de educación de leer por encima del hombro de alguien, pero quedé superntrigado por la noticia cuyo título alcanzó a impresionarme. Como quien dice «Fuera, viejas, del Gobierno».




Tan pronto llegué a la cas comprendí que abierto, el diario es diferente.



Todas las fotos fueron tomadas en mi casa, no en el diario del vecino del metro.

El nuevo Gobierno valluno



No he visto la norma que diga que los nombre propios de acentuación grave y terminados en ere no lleven tilde. Ubéimar debe llevar tilde, como la deben llevar Yílmar, Níver, Néider, Gílmer, Wílder y muchos más.