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domingo, 17 de octubre de 2010

El habla costeña en España y en Colombia

Luis Fernando Múnera López

Cádiz, Andalucía, España
Cartagena, Bolívar, Colombia
Las regiones de Andalucía en el sureste de España y la Costa Norte de Colombia tienen muchas similitudes. Ambas están frente al océano Atlántico. Son regiones planas, agrícolas y ganaderas y generan intensos intercambios comerciales por el mar y por sus ríos. En ambas regiones las ciudades mantienen en su centro histórico el sabor antiguo y su espíritu original, y permiten que en su periferia nazcan y crezcan barrios modernos. Muchos españoles que conquistaron y colonizaron a Colombia salieron de Andalucía y entraron al país por nuestra costa norte. Igual tránsito hicieron mercancías a montones de allá para acá y viceversa.
Ambas regiones se caracterizan por su gente alegre, intelectual, sensible, laboriosa, abierta de espíritu y amante de la música. En Andalucía los muchachos se divierten sanamente en las heladerías bailando sevillanas, como en nuestra costa los jóvenes bailan vallenato, aires folclóricos de esas costas.
La comida es elemento esencial de ambas culturas. En Cádiz, España, un posadero nos ofreció para el desayuno un vaso de vino tinto y pan tostado untado con aceite de oliva y, en respuesta a nuestra cara de sorpresa, afirmó con una sonrisa “sepan ujtede que la comida Mediterránea éj la mejó der mundo y ej importante por su´rijinalidá y variedá”. Igualmente, en la isla de Tierra Bomba, Colombia, un negrito al recibirnos cuando descendimos del barco nos había dicho “loj voi a´llevá onde mi tía, que cocina er mejó pejcao d´éta ijla y l´oase con patacó pizao”.
¡Y el habla! Existe una gran similitud en la forma y la entonación del lenguaje en ambas regiones. Esta semejanza se nota tanto al oírlo hablado en boca del pueblo como al verlo escrito en su forma natural por poetas vernáculos. No conozco si este tema haya sido objeto de estudios sistemáticos. La expresión popular no sigue las reglas canónicas de la lengua y, cuando se le pone por escrito, los caracteres latinos no son suficientes para recoger los sonidos de esa forma de hablar. Esto no es extraño, ya que es muy común en todas las lenguas que muchos fonemas no tengan su equivalente en la grafía, pero los escritores se las ingenian para hacer las respectivas “traducciones”. Veamos dos ejemplos de esto en los escritos de Juan Ramón Jiménez, español, y Candelario Obeso, colombiano.

Juan Ramón Jiménez


Juan Ramón Jiménez, poeta andaluz y Premio Nobel de literatura, 1956, nació en Moguer en 1881 y murió en Puerto Rico en 1958. Moguer pertenece a la provincia de Huelva, frente al océano Atlántico y queda cerca del puerto de Palos de la Frontera, de donde zarpó Cristóbal Colón en su primer viaje hacia el Nuevo Mundo. Entre 1907 y 1916 Jiménez escribió Platero y yo, un librito de poemas en prosa, cuadro de costumbres moguerenses, en el cual el poeta y Platero, un borrico “pequeño, peludo y suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos; sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro”, son al mismo tiempo protagonistas y espectadores de ciento treinta y ocho historias breves, serenas y amorosas de ese pueblo.
Cuando en el libro habla el poeta, se expresa y escribe en un español perfecto. Pero también recoge expresiones de personajes del pueblo y las reproduce en su estilo original. En esta habla andaluza las contracciones, las elisiones y los apóstrofos son comunes. Cuando se oyen la c o la z normalmente no tienen su sonido original y lo sustituye el de la s. A la s frecuentemente la reemplazan la z o la j. Al final de los artículos aparece una r en lugar de la l. Igualmente la ll se cambia por y. Para entender lo que aquí transcribe Juan Ramón Jiménez hay que leer más con el oído que con la vista. Veamos o, mejor, oigamos:
En el capítulo I los hombres miran a Platero y dicen: “tien´asero”.
En el capítulo III unos niños pobres juegan y discuten diciendo: “Mi pare tié un reló e plata”. “Y er mío un cabayo”. “Y er mío una ejcopeta”.
En el capítulo XX un grupo de campesinos trae un herido y una mujer joven entre ellos pregunta: “Zeñorito: ¿ejtá ahí eze médico?”
En el capítulo XLVI una mujer tísica, que está sentada en una silla junto al río pues el médico le aconsejó salir al campo, exclama: “Cuando yego ar puente ¡ya v´usté, zeñorito, ahí ar lado que ejtá! m´ahogo”.
En el capítulo LXXVII el poeta quiere entrar con Platero en el parque El Vergel y el guardia de la entrada no se lo permite: “Er burro no pue´ntrá, zeñó”. “¿El burro? ¿Qué burro? –le digo yo mirando más allá de Platero”. “¡Qué burro ha de zé, zeñó; qué burro ha de zéee!”
En el capítulo CXXVII uno de los músicos de la banda del pueblo le dice al poeta: “Ya v´osté, don Juan, loj platiyo… El ijtrumento más difísi… El uniquito que ze toca zin papé”. “Ya v´osté… Ca cuá tié lo zuyo… Ojté ejcribe en loj diario… Yo tengo ma juersa que Platero… Toq´ust´aquí”.

Candelario Obeso

Candelario Obeso, poeta negro colombiano, nació en Mompox el 12 de enero de 1849 y murió en Bogotá el 3 de julio de 1884. Mompox es una ciudad colonial construida sobre una isla en el río Magdalena, en la región de la Costa Norte de Colombia. Obeso se considera poeta negro no sólo por su raza y el color de su piel sino por el tema de sus poemas, que recogen y defienden la cultura de su gente, y por la forma como los escribía, pues reproducía con el alfabeto latino la pronunciación de los negros. Candelario Obeso, de cuna humilde y familia pobre, fue hombre de gran cultura. Manejaba con fluidez las lenguas francesa, inglesa, alemana e italiana. Escribió varios libros con obras poéticas y dramáticas, así como manuales de gramática e idiomas. Fue cónsul de Colombia en Tours, Francia. Su vida se caracterizó por su carácter rebelde y contestatario, así como por sus conflictos sentimentales. Por su legado cultural es, sin duda, uno de los poetas más valiosos de Colombia.
Igual que con el habla popular andaluza, a Obeso hay que leerlo más con el oído que con el ojo. Él mismo se encarga de explicarlo en una página de su obra Cantos populares de mi tierra así:
«La r inicial tiene el sonido suave de la no inicial en las voces en que reemplaza a la d (así, de se convierte en re y no en rre). El sonido c es fuerte en las dicciones como éstas: libectá, ficmeza. El de la articulación j, cuando suple a la s, es por extremo breve i un cuanto oscuro. E vale como ej (es), i muchas veces re (de), especialmente en las palabras compuestas (lengua-e-vaca), i cuando así lo requiere la elegancia en la frase o la estructura del verso. Er (se pronuncia eér) es equivalencia de der (del), i se aleja de er (el) tanto cuanto entre sí se alejan cuantidades opuestas. Para establecer esta diferencia en lo escrito, marco este signo sobre aquella voz así: ér. Que ér vale tanto como der, no puede revocarse a duda. Esta copla popular, tan trillada en la Costa es prueba incontrovertible: “Rurce ej er agua der má,/ I mui amacga la ér rio./ Tú ere ficme i yo icotante;/ Tú ere tuya i yo soi mio…” Nótese, por último, esta especialidad en la concordancia: “lo s´ojo mios”; procedencia de la imperfecta i escasa pronunciación de la s (…). En la poesía popular hai i hubo siempre, sin las ventajas filolójicas, una sobra copiosa de delicado sentimiento i mucha inapreciable joya de imájenes bellísimas. Así, tengo para mí, que es sólo cultivándola con el esmero requerido como alcanzan las Naciones a fundar su verdadera positiva literatura».
Cantos populares de mi tierra es también un compendio de cuadros de costumbres, escrito en verso. Contiene dieciséis poemas. Transcribo unos versos de algunos de esos cantos, como muestra de la representación escrita que Obeso hace del habla popular del negro colombiano.
El poema Lo palomos es un bello retrato de la conducta de estos animales mansos y nobles: Siendo probe alimales lo palomos,/ a la jente a sé jente noj enseñan;/ e su condúta la mejó cactilla;/ hai en sus moros efertiva cencia…
En La oberiencia filiá, (cuento a mi mae), Obeso narra el conflicto que vive una muchacha adolescente en medio de las inclinaciones que le dicta su sangre y los consejos de su madre: Me ha richo uté que juiga re los hombre,/ y yo le he juio;…/ Sólo a la vece cuando er só se junde / convecso con Rogelio en er camino./ ¿Sí? ¿Qué te rice?... Que me quiere mucho… /Yo naitica le rigo;…/ ¿I luego?... –Añare un apretón re mano,/ o me rá en er cachete argun besito…/ Etá güeno… ¡junjú!... ¿Con que tó eso/ te jace ese lambío?.../ A pajareá no güerva j´a la roza,/ pocque tás, mi hija e mi arma, en un peligro… Los consejos maternos no hicieron efecto, pues la historia termina así: Ar otro día, mui poc la mañana/ jizo la chica un lío…/ Er só mui léjo la topó sin flore/ entre lo tiernos brazo der peligro…
Uno de los cantos más conocidos del poeta, por su belleza y sonoridad es Canción der boga ausente, que dice así en su primera estrofa: Qué trite que etá la noche,/ la noche que trite etá./ No hai en er cielo una etrella…/ Remá, remá.
El Canto der montará es un sentido poema que cuenta la vida de un campesino que vive en el monte con su familia, pues no le gustan los pueblos. Empieza así: Eta vira solitaria/ que aquí llevo,/ con mi jembra i con mi s´hijo/ i mi perros,/ no la cambio poc la vira/ re lo pueblos…/ No me farta ni tabaco,/ ni alimento./ Re mi pácmas ej´er vino/ má que güeno,/ i er guarapo re mi cañas/ ¡etupendo!
Coda
La idea que propongo en este escrito es preliminar, por lo tanto sería prematuro hablar de conclusiones. Quiero, sí, destacar algunas similitudes o, si se quiere, simetrías entre el habla popular tanto hablada como escrita en las costas de España y Colombia.
Referencias
Juan Ramón Jiménez, Platero y yo. Editorial Losada. Buenos Aires. 1952



Candelario Obeso, Cantos populares de mi tierra. Alcaldía Mayor de Bogotá. Bogotá. 2004



La Taruya, revista cultural de la depresión momposina. Mompox. Edición número 7. Noviembre-diciembre de 2004

1 comentario:

Unknown dijo...

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