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lunes, 11 de junio de 2012

Calixto 7


Algunos aspectos que debemos corregir

¿Nos estamos protestanterizando?

Antes de explicar la pregunta con la que titulo este ítem los invito a ver unas fotografías a las que les he puesto unos piedefotos explicativos.

Índice de la Biblia de Jerusalén

Inicio del Evangelio de San Mateo
en la Biblia de Jerusalén
 

Inicio del Evangelio de San mateo en
la Biblia de Eloíno Nácar Y Alberto Colunga

Inicio del Evangelio de San Mateo en
la Biblia de los testigos de Jehová

 Índice de la Biblia de los testigos de Jehová

2da. de Pedro

Capítulo 01

Inicio de segunda carta de San Pedro en la Biblia virtual de Reina Valera

Ustedes pueden observar que en la Biblia de Jerusalén y en la de Nácar Colunga, católicas en comunión con el papa Benedicto XVI, se habla de San Mateo, mientras que en la de los testigos de jehová y de la Reina-Valera se habla de Mateo y de Pedro como si fueran muy de la casa. Sí, como me dijo un diácono, son muy de la casa, de nuestra casa la Iglesia de Cristo, a quienes por sus méritos en vida y por la Gracia de Jesucristo la iglesia exaltó a lo altares y son nombrados por nosotros como San Mateo, San Pedro, San Juan y los demás.

Los hermanos separados no creen en la Comunión de los santos y por eso para ellos nuestros santos no merecen trato diferencial.

En los encuentros con los hermanos separados ellos nos están nombrando uno y otro pasajes de la Biblia y los enuncian omitiendo la palabra «san» a los nombres de los autores del Nuevo Testamento. Como todo lo malo se nos pega, les aprendimos fácilmente, cosa que no debemos permitir que nos pase, pues ahí estamos admitiendo tácitamente que la comunión de los santos es cosa del pasado.

En alguna de las iglesias en las que pude participar de la Vigilia de Pentecostés fue el común denominador de los que incluyeron en sus lecturas citas del Nuevo Testamento. Hagamos una campaña para recuperar nuestros valores católicos y reconocer como santos a los que con esfuerzo de vida lo fueron.

La pequeña comunidad

Hay personas que están atentas a términos nuevos y los van repitiendo sin saber su procedencia ni su significado. Ya se oye en algunas parroquias que alguien llama «pequeña comunidad» a la comunidad parroquial. Esas personas no se están preparando para la Misión Continental.

Una pequeña comunidad o de base está constituida por pocos miembros en forma permanente y a manera de célula de la gran comunidad parroquial (Conferencia de Puebla n.° 647).

Según esa definición, la comunidad parroquial es  una gran comunidad constituida por pequeñas comunidades de unos doce miembros cada una que se reúnen según las indicaciones de la Nueva Evangelización.

Las genuflexiones

Es bueno restablecer el correcto uso de las genuflexiones que no se hacen o se hacen incorrectas; por eso me permito poner estas normas que conozco desde hace 55 años, agradezco la ayuda del monaguillo Cristian en la elaboración de esta presentación.

La genuflexión es un acto de adoración a Jesús Sacramentado reservado en el Sagrario o expuesto en el altar. Para el primer caso se usa la genuflexión sencilla; para el segundo, la doble.

La genuflexión sencilla se hace doblando la rodilla derecha hasta el suelo y poniéndola lo más cerca posible del talón izquierdo mientras el cuerpo permanece erguido y las manos en el pecho, según una de cuatro posiciones posibles. El muslo izquierdo se mantiene en una posición horizontal paralela al piso.


Hay una genuflexión con la rodilla izquierda que se hace en reverencia al Papa en los casos que el protocolo lo indique.


Posiciones posibles de las manos

Los dedos cruzados. Era la posición preferida de Don Bosco fuera de ceremonias y era la que enseñaba a sus alumnos para el descanso nocturno.

Las manos juntas en posición de oración, el pulgar derecho sobre el izquierdo. Es la posición que deben tener todos los ministros que estén en el altar, mientras no estén ejecutando alguna acción con las manos.

La mano derecha envolviendo la izquierda, aunque se separen un poco del pecho.

Cruzadas ante el pecho, la derecha sobre la Izquierda.

Esta genuflexión de Cristian tiene tres errores: 1. Es con la izquierda (en la suposición de que Cristian no está ante el papa, sino ante el Sagrario). 2. La rodilla del piso está muy lejos del talón y 3. Las manos no deben ir a la rodilla no hincada, sino al pecho.

Por razones de edad o discapacidad temporal o permanente no es conveniente hacer un remedo de genuflexión que se ve ridícula. El impedido debe hacer una inclinación elegante de la cabeza en ambos casos: de genuflexión al Sagrario o al Santísimo expuesto.

Bajo ningún pretexto (impedimento físico o apresuramiento de la persona) se debe hacer un remedo como el presentado en esta foto.

Nunca es necesaria la Señal de la Cruz al hacer la genuflexión, además de ser inelegante se expone el genuflectante a perder el equilibrio con lo que pasaría de la inelegancia a la ridiculez. Y ya que estamos en Señal de la Cruz, tampoco es necesaria después de comulgar: al llevar a Jesús dentro de nosotros, ¿qué más bendición necesitamos? Otros tienen también la innecesaria costumbre de dar las gracias de la comunión de rodillas ante el Sagrario. Después de la Comunión, el Sagrario somos nosotros y podemos dar las gracias en cualquier lugar del templo.

La genuflexión doble como, como ya se dijo, para la adoración al Santísimo expuesto. La inclinación de la cabeza debe ser un poco más profunda que la mostrada en la foto.

Foto adicional. La posición de las manos cuando se está sentado durante la ceremonia: los dedos juntos y las manos descansando sobre el muslo respectivo.


Los monaguillos

Es necesario controlar que los monaguillos no salgan al presbiterio mascando chicles, desde las bancas se alcanza a ver cómo rumian esos niños.

La presentación de los niños de tenis no es adecuada para ministros extraordinarios del acolitado.

Toquecito gramatical

Cuando alguno de los elementos de un conjunto gramatical de características similares adquiere una que no adquieren los demás, es seguro que se trata de una característica errónea.

Es el caso de los signos de puntuación dobles (que se abren y se cierran). Unos sirven para cambiar la entonación, otros para reforzar el contexto. Nadie dice «abro paréntesis», «cierro paréntesis» ni «abro llave», «cierro lave» ni similares. Entonces decir «abro comillas», «cierro comillas» para anunciar que se está ante unas palabras textuales, es innecesario pues el contexto anterior y el posterior al texto entrecomillado así lo dejan saber. Además se cae en el peligro de no ser consecuente todas las veces.

Presentación de los servidores del altar

Si la buena presentación de los niños que hacen de monaguillos es importante también lo es la de los adultos que sirven en el altar. No cuadra la combinación de tenis con alba.

Los Beatos

En las intercesiones de la misa, el sacerdote invoca la Comunión de los santos mencionando a algunos de ellos y a veces añade algunos otros como el patrono del templo, o uno de su devoción particular. Algunos sacerdotes de mi región antioqueña han dado en nombrar al Beato Marianito y a la Beata Madre Laura, ambos de la región ya mencionada. Eso no tiene nada de malo ni estoy en contra de ello y ni siquiera tengo autoridad para oponerme. Nombrarlos o no a los beatos no los afecta, ellos ya alcanzaron el premio por sus obras. Además en esa oración, precisamente de la Comunión de los santos, están presentes todos los santos, ¿se imaginan cuánto duraría la celebración si los nombramos a cada uno de los santos del cielo?

¿Por qué lo hacen los que lo hacen? Por puro y neto regionalismo paisa. Ahí estamos pintados los paisas aunque sean curas. Y creemos que Marianito y la Madre Laura, estarán moviendo influencias para que en el Cielo nos adjudiquen una regioncita para todos los paisas. Pero olvidan los que esa costumbre tienen que el padre Marianito y la madre Laura no son los únicos paisas con diploma de beatitud ni fueron los primeros paisas en obtenerlo. En 1992 el papa Juan Pablo II exalto a los altares, mediante la beatificación a siete jóvenes religiosos colombianos que fueron asesinados por las fuerzas comunistas durante la Guerra Civil Española en 1936, cinco de ellos eran paisas, Dejo la narración a cargo de la página web



Desde 1934 estalló en España una horrorosa persecución contra los católicos, por parte de los comunistas y masones y de la extrema izquierda. Por medio del fraude y de toda clase de trampas fueron quitándoles a los católicos todos los puestos públicos. En las elecciones, tuvo el partido católico medio millón de votos más que los de la extrema izquierda, pero al contabilizar tramposamente los votos, se les concedieron 152 curules menos a los católicos que a los izquierdistas.

La persecución anticatólica se fue volviendo cada vez más feroz y terrorífica. En pocos meses de 1936 fueron destruidos en España más de mil templos católicos y gravemente averiados más de dos mil.

Desde 1936 hasta 1939, los comunistas españoles asesinaron a 4.100 sacerdotes seculares; 2.300 religiosos; 283 religiosas y miles y miles de laicos. Todos por la sola razón de pertenecer a la Iglesia Católica.

Las comunidades que más mártires tuvieron fueron: padres claretianos, 270; padres franciscanos, 226; hermanos maristas, 176; hermanos cristianos, 165; padres salesianos, 100 y hermanos de San Juan de Dios 98.

En 1936 los católicos se levantaron en revolución al mando del general Francisco Franco y después de tres años de terribilísima guerra lograron echar del Gobierno a los comunistas y anarquistas anticatólicos, pero estos antes de abandonar las armas y dejar el poder cometieron la más espantosa serie de asesinatos y crueldades que registra la historia. Y unas de sus víctimas fueron los siete jóvenes colombianos, hermanos de la Comunidad de San Juan de Dios, que estaban estudiando y trabajando en España.

Eran de origen campesino o de pueblos religiosos y piadosos. Muchachos que se habían propuesto desgastar su vida en favor de los que padecían enfermedades mentales, en la comunidad que San Juan de Dios fundó para atender a los enfermos más abandonados. La Comunidad los había enviado a España a perfeccionarse en el arte de la enfermería y ellos deseaban emplear el resto de su vida en ayudar de la mejor manera posible a que los enfermos recobraran su salud mental y física y sobre todo su salud espiritual por medio de la conversión y del progreso en virtud y santidad.

Sus nombres eran: Juan Bautista Velásquez de Jardín (Antioquía), 27 años; Esteban Maya de Pácora Caldas, 29 años; Melquiades Ramírez de Sonsón (Antioquía), 27 años; Eugenio Ramírez, de La Ceja (Antioquía), 23 años; Rubén de Jesús López, de Concepción (Antioquía), 28 años; Arturo Ayala, de Paipa (Boyacá), 27 años, y Gaspar Páez Perdomo de Tello (Huila), 23 años.

Hacía pocos años que habían entrado en la Congregación y en España sólo llevaban dos años de permanencia. Hombres totalmente pacíficos que no buscaban sino hacer el bien a los más necesitados. No había ninguna causa para poder perseguirlos y matarlos, excepto el que eran seguidores de Cristo y de su Santa Religión. Y por esta causa los mataron.

Estos religiosos atenían una casa para enfermos mentales en Ciempozuelos cerca de Madrid, y de pronto llegaron unos enviados del Gobierno comunista español (dirigido por los bolcheviques desde Moscú) y les ordenaron abandonar aquel plantel y dejarlo en manos de unos empleados marxistas que no sabían nada de medicina ni de dirección de hospitales pero que eran unas fieras en anticleralismo.

A los siete religiosos se los llevaron prisioneros a Madrid.

Cuando al embajador colombiano le contaron la noticia, pidió al Gobierno que a estos compatriotas suyos por ser extranjeros los dejaran salir en paz del país, y les envió unos pasaportes y unos brazaletes tricolores para que los dejaran salir libremente. El padre Capellán de las hermanas clarisas de Madrid les consiguió el dinero para que pagaran el transporte hacia Colombia, y así los envió en un tren a Barcelona avisándole al cónsul colombiano de esa ciudad que saliera a recibirlos. Pero en el tiquete de cada uno los guardas les pusieron una señal especial para que los apresaran.

El doctor Ignacio Ortiz Lozano, cónsul colombiano en Barcelona describió así en 1937 al periódico El Pueblo de San Sebastián cómo fueron aquellas jornadas trágicas:

«Este horrible suceso es el recuerdo más doloroso de mi vida. Aquellos siete religiosos no se dedicaban sino al servicio de caridad con los más necesitados. Estaban a treinta kilómetros de Madrid, en Ciempozuelos, cuidando locos. El día 7 de agosto de 1936 me llamó el embajador en Madrid (doctor Uribe Echeverry) para contarme que viajaban con un pasaporte suyo en un tren y para rogarme que fuera a la estación a recibirlos y que los tratara de la mejor manera posible. Yo tenía ya hasta sesenta refugiados católicos en mi consulado, pero estaba resuelto a ayudarles todo lo mejor que fuera posible. Fui varias veces a la estación del tren pero nadie me daba razón de su llegada. Al fin un hombre me dijo:

»—¿Usted es el cónsul de Colombia? Pues en la cárcel hay siete paisanos suyos".

»Me dirigí a la cárcel pero me dijeron que no podía verlos si no llevaba una recomendación de la FAI (Federación Anarquista Española). Me fui a conseguirla, pero luego me dijeron que no los podían soltar porque llevaban pasaportes falsos. Les dije que el embajador colombiano en persona les había dado los pasaportes. Luego añadieron que no podían ponerlos en libertad porque la cédula de alguno de ellos estaba muy borrosa (Excusas todas al cual más de injustas y mentirosas, para poder ejecutar su crimen. La única causa para matarlos era que pertenecían a la religión católica). Cada vez me decían:

»—venga mañana.

»Al fin una mañana me dijeron:

»—Fueron llevados al Hospital Clínico.

»Comprendí entonces que los habían asesinado. Fue el 9 de agosto de 1936.

»Aterrado, lleno de cólera y de dolor exigí entonces que me llevaran a la morgue o depósito de cadáveres, para identificar a mis compatriotas sacrificados.

»En el sótano encontré más de 120 cadáveres, amontonados uno sobre otro en el estado más impresionante que se puede imaginar. Rostros trágicos. Manos crispadas. Vestidos deshechos. Era la macabra cosecha que los comunistas habían recogido ese día.

»Me acerqué y con la ayuda de un empleado fui buscando a mis siete paisanos entre aquel montón de cadáveres. Es inimaginable lo horrible que es un oficio así. Pero con paciencia fui buscando papeles y documentos hasta que logré identificar cada uno de los siete muertos. No puedo decir la impresión de pavor e indignación que experimenté en presencia de este espectáculo. Los ojos estaban desorbitados. Los rostros sangrantes. Los cuerpos mutilados, desfigurados, impresionantes. Por un rato los contemplé en silencio y me puso a pensar hasta qué horrores de crueldad llega la fiera humana cuando pierde la fe y ataca a sus hermanos por el sólo hecho de que ellos pertenecen a la santa religión.

»Redacté una carta de protesta y la envié a las autoridades civiles. Después el Gobierno colombiano protestó también, pero tímidamente, por temor a disgustar aquel Gobierno de extrema izquierda».

En aquellos primero días de agosto de 1936, Colombia y la Comunidad de San Juan de Dios perdieron para esta tierra a siete hermanos, pero todos los ganamos como intercesores en el cielo. En cada uno de ellos cumplió Jesús y seguirá cumpliendo, aquella promesa tan famosa: «Si alguno se declara a mi favor ante la gente de esta tierra, yo me declararé a su favor ante los ángeles del cielo».

Estos son los primeros siete beatos colombianos. Los beatificó el Papa Juan Pablo II en 1992. Y ojalá sean ellos los primeros de una larguísima e interminable serie de amigos de Cristo que lo aclamen con su vida, sus palabras y sus buenas obras en este mundo y vayan a hacerle compañía para siempre en el cielo.
Fuente: ewtn.com

Laus Deo Virginique Matri

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