De primera
Esta foto, de la primera página de la sección d, nos muestra la falta de consultar el Diccionario. Cómo es de fácil tener el Diccionario en la pantalla, debería ser obligatorio en toda sala de redacción. Si la autora lo hubiera consultado habría encontrado estas dos entradas:
Después de haber clicado los dos enlaces y en el segundo haber ido hasta el avance de la XXIII edición (Enlace rojo esquina superior derecha en el que dice Artículo enmendado), se puede concluir que cuando se habla de la enfermedad de Alzheimer o del mal de Alzheimer, el segundo término se refiere al apellido del científico que lo estudió y va como se escribe en su idioma: sin tilde y con mayúscula inicial. En el segundo se da la aceptación de la Real Academia a que se llame la enfermedad con el nombre del científico, con lo que pasa a ser un nombre común, como todos los demás nombres de enfermedades: tos ferina, sarampión, sida, etc. El mismo análisis se hace para la enfermedad de Párkinson que ahora es párkinson.
Por último, hay personas que aseguran que la enfermedad no es un mal, estoy de acuerdo, por lo que no debería decirse mal de Alzheimer, ni mal de Párkinson, sino enfermedad de... Olvidan ellos la sinonimia que aprueba la Real Academia Española de las palabras mal y enfermedad, como pueden ver en la entrada de la palabra mal.
Un inacabable hasta que San Juan agache el dedo
La preposición hasta determina el final de un suceso en el inicio de otro. Por tanto lo manifestado por el alcalde de Envigado o ideado por el periodista es un imposible. Pues la terminación del suceso no entregar recursos no puede estar fijado en el inicio del suceso no iniciar obras, pues tal iniciación se fija en el inicio del tiempo El suceso que sí es incompatible con el suceso no entregar recursos es el de iniciar obras. El periodista pudo haber escrito de una de estas dos formas: 1.a El Municipio de Envigado no entregará recursos para el proyecto Metroplús en esta localidad hasta que se inicien las obras. 2.a El Municipio de Envigado no entregará recursos para el proyecto Metroplús en esta localidad mientras no se inicien las obras.
Equidad contradicha
El publicista que ideó el mensaje de la foto creyó haber cumplido su deber para con las niñas por haberlas mencionado (caballito de batalla de los usuarios de este bodrio gramatical del lenguaje incluyente). No se dio cuenta de las inconsistencias que su intención dejó en el mensaje:
1.a Solos... ni a la puerta. Bueno, Y las solas ¿qué?, ¿pueden ellas llegar más allá de la puerta?, ¿nada les pasará?, ¿se tendrán que defender como mi Dios les ayude? Eso es ignorarlas peor que diciendo fiesta es para niños.
2.a Con los extraños… a metros. Y con las extrañas ¿qué?, ¿más pallá o más pacá?
Además de esas dos inconsistencias, al redactor del arte se le olvidó separar los puntos suspensivos de la palabra siguiente en la frase: En Centros comerciales, parques y plazoletas… estar en la jugada. No menciono el uso de mayúsculas y minúsculas porque los publicistas, de inmediato invocan la libertad que la Real Academia les concede al respecto.
Otra de disfraces
En la foto tenemos varias enseñanzas:
Los superhéroes. La manía wordiana de separar los prefijos. La partícula super- es un prefijo, no un adjetivo.
Supermán. Cuán lejos estamos en el tiempo de cuando cada miércoles comprábamos una revista de Supermán, con tilde, como estás dos que me encontré por ahí en la internet.
Observemos que la tilde permanece en el texto y que usan la partícula super- como prefijo, no como adjetivo (superjuguetes). Tiempos idos cuando los traductores mexicanos hacían respetar nuestro idioma.
Otras mayúsculas. Los artículos definidos en los nombres de la Mujer Maravilla y del Hombre Araña no hacen parte de esos sobrenombres que los autores les ponen a esos personajes. Van con minúscula y el masculino se puede contraer; no así, los sustantivos y adjetivos que sí conforman los nombres propios y van con mayúscula.
Medellín, la más educada, y la sabiduría popular
Sentados en una banca del parque de Bolívar, cerca de la valla que muestro en la foto, departían cuatro ancianos. Los cuatro dirigieron sus miradas a la valla cuando me vieron disparar la cámara. Creí congraciarme con ellos al preguntarles si sabían por qué le había tomado la foto a la valla. Me respondieron negativamente los cuatro.
–La foto la tomé porque hay tres faltas de ortografía en la valla. –los cuatro volvieron a dirigir sus miradas hacia la valla.
Ah, sí –dijo uno de ellos–, le falta la tilde a dio.
–Sí, le falta la tilde a dio –asintieron otros dos.
–No, eso no es error, dio no lleva tilde –les dije
–¡Dio!, ¡dio! Oigan a éste. ¿Cómo que no lleva tilde?, ¿no ve que es aguda? Dio –repetía el menos viejo de los cuatro con un tono pendenciero que empezó a preocuparme.
–Dio es monosílaba y los monosílabos no llevan tilde.
–Sí, es monosílaba, pero es aguda: dio –repetía y subía el tono pendenciero.
Dejé sin cerrar esa discusión ante la imposibilidad de convencerlos de que la inflexión dio no lleva tilde.
Miren –les dije– el primer error es la mayúscula del articulo el que precede a la palabra Libertador.
–Pero ¿no ve que toda palabra que inicia escrito va con mayúscula? Arguyó el menor de los ancianos.
–¿Acaso está empezando escrito?, –respondí– yo lo veo en mitad de renglón. Además se puede contraer. Lo correcto es por su admiración al Libertador.
Los tres más ancianos habían enmudecido ante la sabiduría y el temple de su menor compañero. Éste se distrajo momentáneamente, de tal manera que sólo alcanzó a escucharme desde por su admiración.
–Ahí sí estamos de acuerdo: eso está mal dicho.
–Yo no dije que estuviera mal dicho, sino que es lo correcto.
–No, viejo, así no estamos en nada –me dijo con su ya acostumbrado tono destructivo,
–Por último –les dije– la palabra parque va con minúscula y falta la preposición de: parque de Bolívar.
–Y me vas a decir quién vio por aquí a Bolívar diciendo que este parque era de él.
–Hombre, los parques se construyen en honor a algún personaje; éste se construyó en honor a Bolívar y se llama el parque de Bolívar.
–Entonces por qué no escriben le dio a Medellín un parque en honor a Bolívar.
En cada intervención mi interlocutor le aumentaba algunos decibelios a su voz por lo que consideré prudente abandonar el lugar, no fuera que alguno de los dueños del parque, que por allí pululan, interpretara que el extraño estaba ofendiendo a los ancianos y quedara en mi casa mi plato de la cena servido.
1 comentario:
Esta situación, que pudo ser muy amena, pero fue innecesariamente complicada por la actitud de los ancianos y las respuestas de su vocero, puede perfectamente hacer parte de un relato de Kundera o de Kafka.
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