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viernes, 21 de agosto de 2009

La columna de Angelita

Mundo moderno

La beca que nadie quiere

Esta semana se abrió en Berlín la Amora Sex Academy, que ya tiene sede en Londres y próximamente llegará a Barcelona. Se trata de una exhibición interactiva en la que cientos de maniquíes femeninos y masculinos, desnudos, ofrecen a los visitantes la posibilidad de ser mejores amantes al mostrar diferentes posiciones sexuales así como zonas erógenas. La gente puede, por ejemplo, tocar un maniquí femenino que gime y grita “eso es” cuando la persona encuentra el punto G o darle una vueltita al pela-metro que mide la fuerza perfecta para obtener placer de recibir una pela dada con un látigo de cuero. Ahora, sé que muchos estarán pensando que no es precisamente la exposición a la que querrían ir con la abuelita y los niños, pero hay que admitir que mucha gente (no sufran que no daré nombres propios) se beneficiaría de una visita a esta inusual academia.

La honesta verdad es que, como sociedad, nos estábamos demorando en ofrecer este tipo de recurso académico. Claro, tenemos videos, libros de autoayuda y medicamentos que ayudan a enaltecer la experiencia sexual, pero aun así hay gente que no lo logra y decírselo no es fácil. Es rara –no conozco ninguna- la relación que sobreviva una conversación que empiece con “oye, y te lo digo con amor, apestas en la cama” ni “mmmira, la verdad es que me encanta todo lo que hacemos… con la ropa puesta”.

Pero el solo hecho de que la academia exista y convoque a hombres y mujeres que quieren ganar puntos como amantes es prueba de que el sexo se ha convertido en algo más que hay que tecnificar. Ya no nos basta el simple deleite natural que alguna vez descrestó a la humanidad. Ahora que lo obtenemos (o al menos tenemos la ilusión de que podemos tenerlo) tan fácilmente, el acceso carnal por sí sólo no basta. Es necesario añadirle accesorios que requieren pilas y complejos disfraces que llevan a juegos de rol, y ni para qué hablar de cremas, ungüentos y saborizantes. Para “hacerlo bien” se necesita estudiar, investigar, planear y practicar algo que estamos diseñados para poder hacer. Es un poco irónico que necesitemos academizar algo que hacemos por instinto, que necesitemos calificar y clasificar un acto que, hablando desde lo estrictamente biológico, está en el mismo rango que comer o ir al baño. Lo de comer hace rato que se volvió gourmet y ahora que el sexo tiene academia, me empiezo a preocupar por lo que les espera a las demás funciones fisiológicas. Temo la aparición de libros como Micción para dummies y El tantra del colon, pero hay que admitir que por ahora, la dichosa academia nos da la opción de becar a los amantes ineptos. Admito que no es una beca por la que se vayan a pelear pero es mejor que perder el examen de admisión al colchón.

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