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jueves, 8 de marzo de 2012

Vista de lince 137


Algunos resolvieron no volver a robarse El Observador
Hace algunos meses vengo observando que los expendedores de confianza del periódico El Observador en las estaciones del metro de Medellín vienen presentando estas escenas, y la frecuencia de ocurrencia viene en aumento.





La cuestión es muy sencilla:

Los expendedores de confianza ofrecen el periódico al usuario del metro y tienen la confianza de que el que coja el periódico deposite el valor de quinientos pesos en la ranura para tal fin.


Los que no abusamos de esa confianza hemos sido muy pocos, mucho, muy pocos. Los propietarios de El Observador saben eso: el periódico desaparece y el dinero no llega.

Bueno, tal vez por la Cuaresma a algunos les picó la conciencia y resolvieron no volver a robarse El Observador. Cambiaron su costumbre por leerlo de gorra: un pasajero que se monta en Niquía, por ejemplo, toma el periódico prestado, sube a la plataforma, entra al metro y se sienta muy orondo con el periódico: lo lee, lo relee, lo arruga, lo desbarata, le echa madres al Bolillo, hace el crucigrama y cuando llega a su destino en Alpujarra, Industriales, Ayurá o Itagüí, por ejemplos, devuelve el periódico y lo deja en el expendedor en condición de discapacidad, maltrecho y de clínica, como puede verse en las fotografías que he puesto

Cámara escondida

Hace cuatro años vivo en Envigado y acostumbro entrar al metro por el acceso sur. El expendedor de confianza de El Observador del acceso sur está cerca de un teléfono público como muestra la foto.


Una vez me arrimé a coger el periódico y una joven estaba esperando que otra desocupara el teléfono. Se hizo a un lado para darme paso y comenzó a observar mi acción: tomé el periódico, saqué de mi bolsillo el valor de quinientos pesos  y deposité las monedas en la ranura. Cuando terminé me preguntó:

—¿Usted por qué hace eso?

—Porque me gusta leer —le respondí.

—No, ¿por qué echa las monedas

—Porque ahí dice, ¿no ve? Son quinientos pesos  —le mostré el letrero que así lo indicaba.



—Pero nadie lo está viendo.

—¡Cómo que nadie! —le dije, mientras con el dedo índice de la mano derecha le indicaba hacia arriba.

Ella hizo esfuerzos por localizar en las cerchas del techo alguna cámara escondida.


—Es mucho más arriba, joven, si usted lo busca, lo encuentra mucho más arriba aunque ese techo esté ahí.

En mi Biblia el versículo 15 del capítulo 20 del Éxodo no tiene incisos: «No robarás», junto con los dos que le preceden, «No matarás» y «No adulterarás», son los más cortos de la Biblia y son muchos los eliminan de sus conciencias.

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