Carlos Castro Saavedra.
Carlos Castro Saavedra (1924-1989) |
Introducción
¿Puede un poeta entrar al mundo
de la ingeniería, recorrerlo con asombro y tratar de hacer un poco de luz donde
ya la luz está hecha y casi milagrosamente dirigida por los ingenieros hacia un
Luminoso amanecer de la familia humana? Puede y debe el artista, en términos
generales, acercarse a todas las profesiones y a los oficios para dar
testimonio, en esta forma, de sus sentimientos de solidaridad con sus
semejantes y a la vez elevar el trabajo a una categoría universal, de carácter
sinfónico y sorprendentes resultados comunitarios.
Como consecuencia de una incompleta formación cultural, se habla aún de
que la poesía nada tiene que ver con tal o cual actividad del hombre y a menudo
se insiste en separar al poeta del matemático y en desconocer la posibilidad de
una alianza entre los versos y las ecuaciones. Nada tan lejos de la realidad
como este planteamiento, cuyo origen —repito— es el mismo de las
transformaciones interiores que todavía nos oscurecen y nos incapacitan pata
ser universales. Todos los creadores, llámense constructores de carreteras o de
oleoductos o fabricantes de poemas, pertenecen al mismo linaje humano y al
mismo ritmo que patentiza, musicalmente, el equilibrio de la vida.
Los obreros, los pastores, los albañiles, los mecánicos, los caminantes
y hasta los más humildes y anónimos hijos de la minería y de la pesca pertenecen
también al gran coro de trabajadores, que con las voces de sus palas y de sus
martillos rehacen el mundo y conquistan el porvenir.
La poesía está en todas partes, la poesía no es una invención del
poeta, sino una innumerable e invisible presencia de Dios sobre la tierra. De
modo que no se trata de hacer versos para alimentar la propia vanidad y las
controversias de los llamados intelectuales. Se trata, justamente, de desgarrar
la sombra para descubrir estrellas que iluminen a todos los hombres.
Este libro —si así puede llamarse el modesto esfuerzo de un poeta para
acercarse a los ingenieros y por éstos a todos los hombres— es fruto, en
primera instancia, del Fondo Acumulativo de la Sociedad Antioqueña de
Ingenieros y de quienes lo dirigen y empiezan a darle vida propia y arraigo en
la tierra y en el espíritu de Antioquia y en el de Colombia entera. Y fruto
también de un escritor que entiende su trabajo, no como un extraño rito, sólo
al alcance de privilegiados y elegidos, sino como una simple manera de existir
y compartir, en alguna medida, la existencia de los demás.
Más que una historia, con riguroso orden cronológico, fechas, números y
frías observaciones estadísticas, recogen estas páginas una emoción, respecto a
las luchas y hazañas de los ingenieros,
a quienes debe el país buena parte de sus realizaciones físicas y espirituales
y el mundo entero debe otro tanto.
Las huellas que los ingenieros
han dejado sobre la tierra no se han borrado con el viento ni con la lluvia,
Porque fueron impuestas con sabiduría y con vigor, con Disciplina y con
Espíritu de sacrificio, y diariamente se prolongan en la misma dirección del
progreso y de la conquista del futuro. Los ingenieros guían a los pueblos y de
las rebeliones de la topografía hacia horizontes más amplios y acogedores,
hacia horizontes más amplios y acogedores, hacia el cruce de todos los caminos
y los viajes del hombre.
Estas letras brotan de Antioquia e insisten en esta sección de la
república en cuanto hace relación con los episodios de nuestra ingeniería, pero
en ningún caso con intenciones excluyentes ni énfasis regionalista. Por el
contrario, estas letras aspiran a reflejar, aunque sea candorosamente y
modestamente, a los ingenieros de toda Colombia y aún de todo el mundo, entre
otras muchas razones, porque vivimos en una época en que empieza a fatigarse
del prurito de separar a los hombres, con cualquier pretexto y reclama, con
angustia, la unidad de la especie y la conservación de los valores esenciales
del espíritu para cerrar el paso a la anarquía y a la muerte.
El fondo acumulativo de la sociedad antioqueña de ingenieros persigue
nuevos motivos de solidaridad entre los profesionales de la ingeniería y
mayores fuentes de protección para ellos, para sus familias y para las
vertientes humanas que éstas representan. Busca el Fondo nuevas alianzas del
hombre con el hombre —en este caso, del ingeniero con el ingeniero—sobre la
base de un noble entendimiento, ofrecerle oportunidades asistenciales de diversa
índole, dignificarla aún más y seguir convirtiendo en realidad los sueños de los
primeros capitanes de este ejército civil, que tan fecundas y pacíficas
batallas ha ganado al subdesarrollo del país.
Por lo demás, estas líneas reclaman para sí el derecho de soñar un poco
—infantilmente, si se quiere— pero de todos modos animadas por deseos
progresistas y hermosos: quisieran salirse del papel y convertirse en caminos,
carreteras, autopistas y paralelas de hierro, para contribuir, también en esta
forma, al engrandecimiento de la patria.
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