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miércoles, 2 de enero de 2013

Vista de lince 160


Malala, otra vez

Pena me da con los amigos que aún me quedan en El Colombiano, pues van a pensar que le cogí bronca a Malala. Pero no, me parece simpática la muchachita, y creo que sacaría cinco en Educación Cívica y Urbanidad, y a lo mejor los saca en los nombres actuales de esas materias que los viejitos cursamos, dictadas por profes que las practicaban; pero en Español, me temo que a Malala no le gusta ni el forro del libro. Hay cosas muy notorias: Malala comete los mismos errores de los periodistas adultos que la componen, tales como la supermuletilla del verbo «apostar», usar la palabra «cifra» para infinidad de significados que no son cifras y otros. Además le introducen el feísimo esqueísmo para simular el habla infantil del personaje.

Mi preocupación, lo repito en esta tribuna, es la contaminación por parte de los seguidores de la miniperiodista, pues padres y maestros aconsejan a sus niños leer sus crónicas   para que aprendan civismo. Algunos niños querrán ser como Malala y, como siempre, se copia lo malo, pero no lo bueno.

Entremos en materia:


¿De dónde saca Malala la tilde de la inflexión verbal con pronombre enclítico «dense»?  De ptonto me responden que por llevar pronombre enclítico conserva la tilde de la inflexión.

Doble error:

1.° La inflexión verbal «den» nunca ha tenido tilde.

2.° Si la hubiera llevado alguina vez, hay una norma ortográfica aparecida un año antes del nacimiento de Malala (le calculo doce años de edad), en el libro de Ortografía de junio de 1999 que elimina esa regla y establece que en el caso de enclíticos se siguen las reglas generales de acentuación. Entonces, ya no llevan tilde las inflexiones con enclíticos «deme» y «acabose», por ejemplos, por ser palabras llanas terminadas en vocal, pero si la lleva «démelo» por ser palabra esdrújula.

Veamos otros asuntos:

 
Aquí tenemos un caso de puntos suspensivos, el último de ellos no se pega a la palabra siguiente, la cual para empezar con minúscula demanda una coma después de los suspensivos anteriores a ella, así:
«... tas..., tas...».
 
El otro error está en sustituir por presente de indicativo lo que es pretérito imperfecto de subjuntivo, como antecedente de una condicional:
«Creo que si ahorraran...».
 
 
Estamos ante una frase, esta sí, infantil o de persona de escaso nivel académico. Consiste en dar un consejo como pregunta de la que no se demanda la respuesta. Es mejor eliminar la pregunta:
«... que si no les importaba su salud, pensaran en los vecinos...».
 
 
«Año Nuevo» como nombre  de una fiesta va con mayúsculas.
 
Los numerales cardinales que se pronuncian en una sola palabra se escriben en letras: «... cinco millones...». Es norma de la nueva Ortografía.
 
De primera.
 
En la primera página de la edición de la que tomé los errores malalianos encontré algunos lunares que nuestro diario se obstina en no corregir. Algunos son normas recientes de la Gramática de hace tres años y un mes y otros de la Ortografía de hace dos años y un mes tiempos suficientes para que los profesionales de la palabra ya las hubieran leído y aprendido. La primera página es como la fachada de nuestra residencia: nadie la quiere sucia.
 
 
 La nueva ortografía en seña que el símbolo de porcentaje (%)  representa una expresión en palabra que va separada de lo que le antecede, por tanto, es necesario dejar en espacio: «4,0 %», «3,3 %», «30 %» y «22 %).
 
 
 
La expresión «producto interno bruto» no es nombre propio y aunque la sigla se use en mayúsculas, «PIB» la expresión completa no.
 
Cuando las cantidades que acompañan los porcentajes van en número se usa el símbolo, no las palabras: «4,0 %» «3,3 %».
 
Ahora, sí un acierto aunque la norma es nueva.
 
 
En el Editorial de la edición que venimos trabajando se acertó en una norma nueva: los nombres de los cargos, «ministro» en este caso,  sólo llevan mayúscula en cartas al personaje que ocupa el cargo.
 
 
 

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