Cuenticos griegos contados a lo paisa por Carlos Augusto Cadavid Arangoa ala versión imnfantil de los miembros de Consulforo.
Perseo y la profecía
Perseo tiró ese disco
con tan mala puntería
que así, sin querer queriendo,
se cumplió la profecía.
—Bueno, está bien, ya descubrí antes de tiempo quién era el asesino; dejen de criticar, y vamos a seguir con el cuento. ¿Se acuerdan que Perseo, Andrómeda y Dánae venían en barco? Pues llegaron al fin, todos cansaos después de muchos días de navegar… sí, sí, al reino de Argos… entonces, así, sin bañasen ni nada, se fueron a buscar al rey Acrisio, el papá de Dánae…
—¿Que qué, Juanito? A ver, Argos también son otros personajes de estos cuentos, pero también era un reino griego, y era un señor de aquí de Medellín, y ese sí que sabía bastantes cosas, se metió a contar cuenticos griegos antes que yo… si, buenísimos, se los pusieron en libro… No, mijito, yo no le he copiao nada… ¿Está claro?, ¿sigo?
—Cuando ellos llegaron a Argos, ya le habían llevado el chisme a Acrisio, porque en esos días también había gente más chismosa que gringo recién liberao, y el viejo lo primero que pensó fue: «¿Qué carajos me quedo haciendo aquí?, ¿pa que me mate ese pendejo?», y dicho y hecho, arregló sus alforjas y dijo que se iba a ver los juegos deportivos que estaban haciendo en Larisa, el reino vecino. ¡Ni por el diablo se iba a topar con ese nieto tan peligroso!
—Como a Perseo también le chismiaron que Acrisio se había ido pa Larisa, pues decidió ise a buscar a su abuelo, pa dejar claras las cosas, pero cuando llegó, ya la gente sabía de sus aventuras, así que lo invitaron a que participara en los juegos mientras aparecía su abuelo, y el dijo que sí, que le gustaba mucho el lanzamiento de disco, que lo pusieran en la lista, y entonces lo iscribieron. Cuando llegó el momento, se fue pal campo, agarró su disco, hizo sus vueltas y figuritas como si fuera el discóbolo de Mirón… ¿lo conocen? Si, empeloto, claro, porque los griegos se quedaban en púribus cuéribus cuando iban a los juegos, a hacer deporte, y hasta en la guerra… no, no, a las mujeres no las dejaban entrar a los juegos porque según ellos eso era cosa de machos, no porque les diera pena… ¡Felipito, qué cosas!... pero sí, tenés razón, esas cosas son pa las hembras, aunque los griegos clásicos no le paraban muchas bolas a eso… No, y lo pior es que esos del Mediterráneo siguen siendo machistas… ¡Caramba, ya me hicieron perder el hilo!
—Íbamos en que Perseo estaba preparándose pa tirar el disco…¡el disco, cállese!..., su cuerpo todo tenso, sus músculos listos como resorte, bien concentrao, tomó impulso, hizo un giro… y quién sabe qué bicho lo picó, y en dónde, lo cierto es que ese disco salió con toda su fuerza, pero pal lao que no era… ¡Imagínesen! Un disco de bronce, no un cedé, que podría pesar entre uno y cuatro kilos, lanzado bien fuerte, y que se va volando contra el público, y allá una persona recibió el golpazo en el pecho y ai mismito quedó… Adivinen quién… pues sí, Acrisio, que estaba confundido con la gente pa que no lo viera el nieto, pero nada le valió… una profecía es pa cumplise, porque si no sería puro cuento…
—Bueno, pues cuando pasó el barullo y se descubrió quién era el difunto, a Perseo le entró ese pesar, y su amá le decía que pa qué se preocupaba si ni siquiera lo conocía, y Andrómeda le decía que no fuera bobo, que eso había sido un acidente, que mejor se fueran pa Argos, que ese era su reino, pero no, el decía que cómo se les ocurría eso, que el no podía reinar allá después de haber matado a su abuelo, y más bien se habló con el rey de Larisa y le dijo que cambiaran reinos, y el otro, sabiendo que Argos era mucho mejor, ai mismito le dijo que sí, y cambiaron.
Perseo y la profecía
Perseo tiró ese disco
con tan mala puntería
que así, sin querer queriendo,
se cumplió la profecía.
—Bueno, está bien, ya descubrí antes de tiempo quién era el asesino; dejen de criticar, y vamos a seguir con el cuento. ¿Se acuerdan que Perseo, Andrómeda y Dánae venían en barco? Pues llegaron al fin, todos cansaos después de muchos días de navegar… sí, sí, al reino de Argos… entonces, así, sin bañasen ni nada, se fueron a buscar al rey Acrisio, el papá de Dánae…
—¿Que qué, Juanito? A ver, Argos también son otros personajes de estos cuentos, pero también era un reino griego, y era un señor de aquí de Medellín, y ese sí que sabía bastantes cosas, se metió a contar cuenticos griegos antes que yo… si, buenísimos, se los pusieron en libro… No, mijito, yo no le he copiao nada… ¿Está claro?, ¿sigo?
—Cuando ellos llegaron a Argos, ya le habían llevado el chisme a Acrisio, porque en esos días también había gente más chismosa que gringo recién liberao, y el viejo lo primero que pensó fue: «¿Qué carajos me quedo haciendo aquí?, ¿pa que me mate ese pendejo?», y dicho y hecho, arregló sus alforjas y dijo que se iba a ver los juegos deportivos que estaban haciendo en Larisa, el reino vecino. ¡Ni por el diablo se iba a topar con ese nieto tan peligroso!
—Como a Perseo también le chismiaron que Acrisio se había ido pa Larisa, pues decidió ise a buscar a su abuelo, pa dejar claras las cosas, pero cuando llegó, ya la gente sabía de sus aventuras, así que lo invitaron a que participara en los juegos mientras aparecía su abuelo, y el dijo que sí, que le gustaba mucho el lanzamiento de disco, que lo pusieran en la lista, y entonces lo iscribieron. Cuando llegó el momento, se fue pal campo, agarró su disco, hizo sus vueltas y figuritas como si fuera el discóbolo de Mirón… ¿lo conocen? Si, empeloto, claro, porque los griegos se quedaban en púribus cuéribus cuando iban a los juegos, a hacer deporte, y hasta en la guerra… no, no, a las mujeres no las dejaban entrar a los juegos porque según ellos eso era cosa de machos, no porque les diera pena… ¡Felipito, qué cosas!... pero sí, tenés razón, esas cosas son pa las hembras, aunque los griegos clásicos no le paraban muchas bolas a eso… No, y lo pior es que esos del Mediterráneo siguen siendo machistas… ¡Caramba, ya me hicieron perder el hilo!
—Íbamos en que Perseo estaba preparándose pa tirar el disco…¡el disco, cállese!..., su cuerpo todo tenso, sus músculos listos como resorte, bien concentrao, tomó impulso, hizo un giro… y quién sabe qué bicho lo picó, y en dónde, lo cierto es que ese disco salió con toda su fuerza, pero pal lao que no era… ¡Imagínesen! Un disco de bronce, no un cedé, que podría pesar entre uno y cuatro kilos, lanzado bien fuerte, y que se va volando contra el público, y allá una persona recibió el golpazo en el pecho y ai mismito quedó… Adivinen quién… pues sí, Acrisio, que estaba confundido con la gente pa que no lo viera el nieto, pero nada le valió… una profecía es pa cumplise, porque si no sería puro cuento…
—Bueno, pues cuando pasó el barullo y se descubrió quién era el difunto, a Perseo le entró ese pesar, y su amá le decía que pa qué se preocupaba si ni siquiera lo conocía, y Andrómeda le decía que no fuera bobo, que eso había sido un acidente, que mejor se fueran pa Argos, que ese era su reino, pero no, el decía que cómo se les ocurría eso, que el no podía reinar allá después de haber matado a su abuelo, y más bien se habló con el rey de Larisa y le dijo que cambiaran reinos, y el otro, sabiendo que Argos era mucho mejor, ai mismito le dijo que sí, y cambiaron.
—Perseo se dedicó a organizar sus cosas y fundó la ciudad de Micenas, donde vivió mucho tiempo cuidando a su mamá Dánae y a Andrómeda, que le dio muchos hijos… bueno, eso de que “le dio” es un decir, porque trabajaron juntos. Era una región al norte de Atenas, llamada Argólida, que junto con Argos y Tirinto fueron las mayores ciudades de por allá. Micenas era una verdadera fortaleza militar, rodeada de murallas de piedras tan grandotas que decían que solamente los cíclopes podían haber hecho algo así; era rica en oro y con suelos buenísimo pa la agricultura; sus condiciones ambientales eran de las mejores y tenía una fuente que les daba agua todo el tiempo y que llamaban “La fuente de Perseo”. A sus hijos y a toda su descendencia los llamaron los perseidas, y gobernaron la ciudad por muchos años, hasta que llegó Euristeo, ese que le puso los trabajos a Hércules… Si, Jorgito, fue uno de los mayores centros de la civilización griega, a la gente de allá los llamaban aqueos; Agamenón, el de la guerra de Troya era rey de allá…
—Qué, ¿les gustaron las aventuras de Perseo? ¿Cómo?... Si, Manuelita, parece que el día de la madre lo creó Perseo… y no sea malpensada, que es eso: Mirón no era uno que se fue a ver gente en pelota, era un escultor llamado Mirón o Miró de Eleuteras, que hizo esa escultura tan famosa… ¿Argos, otra vez, Juanito?, esperá, vamos despacio… A ver, a ver, Perseo y unas montañas…, montañas… no, no doy; voy a metele averiguática al asunto y después les cuento…
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