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domingo, 17 de agosto de 2008

La columna de Angelita

Mundo moderno

Tengo una idea buenísima. Voy montar un call center para quejas de usuarios cansados de ser maltratados. Ya tengo hasta el saludo: “Usted se ha comunicado con Quejacenter. Aquí todos somos clientes preferenciales y las quejas son nuestra razón de ser. Si usted ha sido maltratado por un operador de telefonía celular o de internet, marque uno; si ha sido maltratado por un banco, marque dos; si ha sido maltratado por una oficina del Gobierno municipal, marque tres; si su queja es contra el Gobierno nacional, marque cuatro; si su queja se relaciona con el transporte público terrestre o aéreo, marque cinco; y si llama a quejarse porque sus demás quejas no han sido atendidas por este Centro, simplemente cuelgue el teléfono”. ¿No les parece genial?
No quiero entrar en detalles sobre cómo se me ocurrió esta idea ni usar esta columna para ventilar problemas personales o iniciar una campaña vengativa en contra de alguien que me haya atendido mal (su nombre rima con Bulián), porque no soy resentida ni nada de eso. Simplemente les diré que hoy tuve una revelación mientras hacía una vuelta y decidí que, dado que hay defensor del consumidor, del lector, del televidente y hasta del pueblo, debería haber un defensor del cliente. De ahí salió la idea de una EPS-Q (Empresa Proveedora de Servicios de Quejas), que aún no sé si registrar como ONG o bajo el rótulo de Servicios Públicos, que tenga entre sus funciones la restitución social.
Me refiero a que a veces sólo quejarse no es suficiente y uno necesita acción. Por eso, nuestro portafolio de servicios incluirá el Menú de Restitución: una gama de opciones prácticas y económicas que van desde contratar a un hacker para reprogramar los computadores y hacer que cada cinco minutos salga una grabación de voz que grite “soy un inútil”, hasta la IAA: Intervención Artística Agresiva, porque quejarte tiene algo de ARTE.
Para quienes no conocen la IAA – y no tendrían por qué conocerla, pues me la acabo de inventar- les diré que consiste en usar métodos de expresión artística para llamar la atención de manera no violenta, pero asertiva a la vez. Por ejemplo, uno podría contratar un grafitero para que haga un discreto mural en las afueras de un establecimiento comercial que mostrara una especie de cementerio y la leyenda “Aquí yace la amabilidad: QEPD”. Si la cosa ya es personal y femenina, se puede contratar una coral que entone esa canción que dice “No tiene talento pero es muy buena moza”, con cuidado de separar bien las dos últimas palabras, mientras ondean carteles con fotografías superampliadas de determinada secretaria. Si fue un hombre el agresor, se usan los servicios de un buen diseñador gráfico para alterar una fotografía del empleado en cuestión y, con unos toques de buen mal gusto, producir evidencias gráficas de comportamientos que pueden ir desde lo cómico (borracho en una fiesta mirándole la nalga a la hija del jefe) pasando por lo bochornoso (borracho en una fiesta cogiéndole la nalga a la esposa del jefe) hasta terminar en lo francamente echable (sobrio en una fiesta cogiéndole la nalga AL JEFE).
De esta manera, Quejacenter no sólo estaría prestando un servicio social al permitir a la gente aliviar su carga de quejaceres, sino que sería una excelente manera de generar empleo. ¡Qué vivan las quejas!
Ángela Álvarez V.
angela_alvarez_v@yahoo.com

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