Mentiras, verdades y celuloide
Hace poco estuve en cine viendo la más reciente adición a la saga Indiana Jones que, por cierto, me fascinó de adolescente. Llena de emoción, me senté en el teatro con la sonrisa que sólo se sonríe cuando se está a punto de ver algo tan anhelado. Lamento decir que no salí sonriendo del teatro.
No es tanto que Harrison Ford ya no sea el apuesto joven que recordaba, aunque debo admitir que mi reacción en las escenas de peleas ya no era “!Dales, Indie, dale duro!” sino “!Ay, por favor, no le peguen a ese señor, no ven que es de edad!”. No, la verdad es que esta vez las mentiras fueron demasiado grandes para tragármelas enteras, y eso que yo aún creo que E. T. es una historia basada en la vida real. No quiero tirármele el final a nadie –la película es divertida y se la recomiendo a todo el que sienta que la plausibilidad no es una parte importante del guion– pero hay una escena que involucra una bomba nuclear y una nevera que sencillamente agotaron mi capacidad para digerir lo inverosímil.
Tal vez sea porque esta película es sólo una más en una larga lista de filmes que meten tantas mentiras, y tan mal metidas, que me está empezando a preocupar un poco el nivel de educación de los guionistas. Y del público.
Yo soy capaz de perdonar pequeñas indiscreciones y licencias creativas. No dije nada cuando en El gladiador se anuncia vía volantes que el Circo ha llegado, en una época en la que no había imprenta, casi nadie sabía leer y además no había papel; y me quedé calladita cuando en Corazón valiente alegan que William Wallace sedujo a Isabella II de Francia, quien tiene luego un hijo suyo, a pesar de que Isa tendría alrededor de cuatro años cuando ocurrió la batalla de Falkirk –en la que supuestamente se conocen– y el hijo que tuvo (Eduardo III) en realidad nació como siete años después de que muriera Wallace. Pero cuando en la película 10000 AC mostraron unos mamuts domesticados ayudando a construir pirámides en el desierto, no pude más.
Creo que Hollywood atraviesa una crisis creativa y eso es lo que ha ocasionado que retuercen la historia tanto que parece de plastilina. Necesitan es venir a Colombia, pero no para hacer más películas como La vendedora de rosas y La virgen de los sicarios, que francamente ya me tienen harta. No, que vengan a Pereira para que les contemos historias reales de personajes de verdad, como la de una hermana de mi abuelo que era tan brava que una vez se le metió un ladrón a la casa, lo cogió a escobazos y cuando llegó la Policía lo encontró barriendo los vidrios de la ventana que rompió para entrar; la del tío de mi abuelita que se cortó el dedo índice para que no le tocara ir a la Guerra de los Mil Días; la de la prima que cuando le estaban haciendo un retrato (eso se usaba en esa época) le pidió al pintor que le pintara aretes de diamante, un collar de perlas y anillos de rubíes y esmeraldas. Cuando el pintor dijo: “–Pero si usted no tiene nada de eso”, ella respondió “–Lo sé, pero si me muero y mi esposo se vuelve a casar, quiero que su nueva esposa se enloquezca buscando esas joyas”. Esas historias son un éxito asegurado.
Y, digan la verdad: todos tenemos al menos una historia que sería una gran película. Propongo que hagamos un Festival de Ideas, invitemos a Steven Spielberg y a James Cameron y verán que de aquí salen con el Óscar asegurado porque la realidad es mucho más interesante que la ficción.
Ángela Álvarez V.
2 comentarios:
me encantó esta columna, ¿dónde puedo encontrar el blog, columna o donde sea que publique esta mujer?
Estimado amigo del blog de dom Abel.
Ángela Álvarez es un joven profesional pereirana, residente en nBogotá. Su columna aparece los viernes en el diario pereirano La Tarde. Ella ha cedido su columna a este blog donde seguiirá apareciendo una semana más tarde. Desde la próxima columna usted encontrará su dirección de correo electrónico para que pueda escribirle. Espero que siga disfrutando el blog de don Abel.
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