Mundo Moderno
El poder está en las tildes
Hace poco tuve una conversación muy interesante con mi cuñado Andrés, un experto bloguero. Él me estaba tratando de ayudar a generar más tráfico a mi blog y me sugirió que no fuera tan obsesiva con las tildes porque los buscadores como Google y Yahoo se basan en lo que la gente teclea con mayor frecuencia para jerarquizar los resultados, y como casi nadie usa tildes en la internet, mi blog podía quedar relegado a los últimos puestos.
Pensé en hacerle caso, pero en cuanto visualicé mi blog carente de tildes, empecé a sudar frío. Porque, claro, yo cometo errores (hace unas columnas se me fue ceseción en vez de secesión), pero no a propósito. Son accidentes; se me va el dedo o el cerebro y siempre lo lamento después. Pero eso de intencionalmente omitir una tilde que debería ir ahí… Simplemente, no.
Inauguración Real Academia Española |
Comprendo las implicaciones de mi decisión y sé que mi visión es anticuada, imperialista y antiemoticón, pero no puedo darle la espalda a una tradición milenaria. Lo digo porque por allá en el siglo I a. de C., en la Península Itálica se puso de moda estudiar la ciencia del habla y el arte de convencer y los romanos importaron muchos gramáticos y retóricos griegos como tutores para la clase dominante porque vieron que hablar bien los distinguía de los plebeyos. Tan convencidos estaban de que en el buen manejo del idioma estaba el poder que guardaron celosamente los secretos de las reglas gramaticales, convencidos de que si el pueblo las conocía se acabaría su poderío. Y tras la caída del Imperio Romano y con la proliferación de colonias españolas, el español se convirtió en el idioma “in”, pero al igual que con los juguetes chinos, con la proliferación viene la disminución de la calidad y cuando empezaron a surgir dialectos piratiados, en la Madre Patria pusieron el grito en el cielo y rapidito armaron la Real Academia Española (en 1713) con la misión de “cultivar y fijar la pureza y elegancia de la lengua castellana, desterrando todos los errores que, en sus vocablos, en sus modos de hablar o en la construcción ha introducido la ignorancia [...] y la demasiada libertad de innovar”.
Supongo que será mi ascendencia italiana (no tengo prueba alguna de que tenga sangre italiana, pero mi amor por la pasta y el tiramisú deben ser evidencia de algo) o tal vez porque desciendo de la realeza (soy mandona y siento una extraña fascinación por las coronas), pero siento que velar por las tildes es mi deber. Y si eso significa que debo sacrificar un poco de popularidad cibernética, pues que así sea. Al fin y al cabo, si voy a seguir los pasos de Cerebro (el de los Animaniacs) y tratar de dominar el mundo, debo imitar a los que ya lo logaron.
Bueno, claro que el Imperio Romano cayó en ruinas y ahora Italia, España y Grecia están en la olla. Hm, tal vez la ortografía no sea lo único que necesite…
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