Caminos y montañas
Elogio de la Ingeniería
Carlos Castro Saavedra.
Caldas
Los
hombres y los árboles tienen mucho en común. Las obras de los seres humanos
pueden compararse con los frutos que produce la tierra y con los procesos
vegetales. La semilla es el símbolo por excelencia de todo nacimiento. Si se
aspira a hablar de algo que ya existe, de algo que ya tiene vida propia y
copioso follaje, hay que mirar hacia el pasado y tratar de descubrir y
reconocer, en medio de la sombra, la pequeña burbuja que produjo el milagro de
la creación, para poder entender, a cabalidad, el desarrollo de los pueblos y
de los bosques.
Todo lo anterior, para tratar de
prologar un poco el nacimiento de la Escuela de Minas de Medellín. Se cometería
una injusticia si no se hablara, a este respecto, de su precursor de la primera
tentativa de la primera semilla sembrada en el corazón de Antioquia, justamente
por Francisco por José de Caldas, el sabio, el santo y el héroe de nuestras
gestas libertadoras.
Caldas, en realidad, fue un apóstol
de la sabiduría y a la vez de la causa de nuestra independencia. Director del
Observatorio Astronómico, editor del Semanario
del Nuevo Reino de Granada, buen amigo de las estrellas y de las luces
—estrellas también— que produce la inteligencia para alumbrar la marcha de los
pueblos hacia la conquista de su propio destino.
En su afán de dar vida real a sus
conocimientos, lo mismo que a sus anhelos de liberación, Francisco José de
Caldas fundó en Medellín, en el año de 1814, la Academia Militar de ingenieros
que hay que reconocer como el primer paso de la Escuela de Minas, remoto pero
fecundo, perdido entre los escombros que los años van dejando a su paso, pero
reconocible a pesar de todo. Y digno de los más vivos sentimientos de
admiración y de gratitud.
La Academia Militar de Ingenieros,
fundada por Caldas en medio de montañas y de dificultades de toda índole, fue
el principio de todo cuanto hoy existe en Antioquia, en el campo de la Ingeniería,
en el de las ciencias exactas y en el de la técnica. Aquella Academia fue la
semilla en que insiste el lenguaje simbólico para hablar del nacimiento de la
Escuela de Minas de Medellín, cuyos claustros —hoy tan estrechamente unidos a
la historia de este departamento— tantos hombres ilustres han dado al país.
Fusilado
murió Caldas, mas las balas que destrozaron su cabeza, llena de planetas de
plantas de metales y de números que representaban la lucidez de su inteligencia
y el equilibrio del mundo, no alcanzaron a convertirlo en un puñado de ceniza.
Con el sudario rojo de los mártires retornó a la tierra para alimentar con su
invencible savia de héroe, de científico y de labriego la siembra que hizo durante
su vida. Desde entonces trabaja entre raíces y ayuda a los árboles a crecer y a
la ingeniería de Antioquia a dar sus frutos nacionales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario