Un día cualquiera de 1950, en mis cuatro años, iba con mi papá (Gonzalo Escobar) y con mi mamá por Junín y cuando estábamos atravesando la avenida Primero de Mayo alcancé a ver un aviso redondo en el que estaban las letras G y E en manuscrito y unidas algo así como esto:
Admirado le pregunté a mi papá el porqué de sus iniciales en ese almacén (nunca he comprendido por qué le prguntè por sus iniciales y no por las mías que son las mismas).
Su respuesta inmediata fue por haber comprado ese almacén en la mañana y le haberle puesto su marca.
Desde aquel momento, ése fue el almacén de mi papá en el centro. Sólo que él era muy confiado porque nunca entraba al almacén a ver cómo iba el negocio ni a ver si los empleados estaban trabajando. Ese almacén funcionaba a las mil maravillas porque el dueño no necesitba ir.
A medida que fui creciendo me fui dando cuenta de que el almacén de mi papá era verdaderamente importante porque a la casa llegaban bombillos, radios y muchas otras cosas, gratis por supuesto, del almacén de mi papá.
Me hice ingeniero electricista y todavía me siento orgulloso cuando en alguna de las obras utilizo elementos adquiridos en el almacèn que mi papá compró aquella mañana.
Gabriel Escobar
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