Mundo moderno
El romance ya no es lo que fue
A pesar de mi cinismo abiertamente reconocido, he de admitir que siento algo de nostalgia por el amor de antaño. Sí, claro, las feministas nos han hecho caer en la cuenta de que el amor romántico no es más que un constructo postmoderno y han derrotado el mito del amor a primera vista con la explicación, racional además de cierta, de que es imposible saber todo lo que se necesita saber de alguien para amarlo con sólo mirarlo. Datos como que el 50% de los matrimonios terminan en divorcio no ayudan a mantener viva la llama, pero aún así, a mí me gustaba la idea de que eso del amor era posible. Ese amor que hace que en las películas la gente se bese y oiga a Puccini en la cabeza me parecía de lo más lindo, pero hechos recientes me han obligado a encarar la verdad: el romance ha muerto. ¿Quién lo mató? Temo que fue la tecnología.
La tecnología, que jugó un papel tan importante en mi propia historia de amor (para quienes no sabían, mi esposo y yo nos conocimos por teléfono, nos enamoramos por correo electrónico, fijamos la fecha por messenger, armamos la luna de miel en Disney.com y participamos vía Facebook) parece haber acabado con algo de galanteo al que nos tenían acostumbradas las novelas de Corín Tellado.
Ahora, en lugar de miradas furtivas que atraviesan un salón de baile lleno de escotes y penetran abanicos de encaje nos encontramos con que la gente se conoce gracias a los avisos personales en sitios como encuentratupareja.com o encuentraacaconquien.net, coquetea en las salas de chateo, se fijan en los avatares a ver si se gustan y cuadran la salida intercambiando mensajes de texto. La serenata ha sido reemplazada por el ringtone (a propósito, no sabía qué tan caros eran los ringtones hasta hace poco y decidí que mejor me ahorro la plata y contesto cantando yo misma el teléfono, así que no se sorprendan si llaman y entono Lucy in the Sky with Diamonds en lugar de decir aló), las flores reales por virtuales y en vez de “pedir el cuadre” sencillamente actualizan su estatus en la red social de “soltero/a” a “en una relación con XX”.
Así mismo, las relaciones terminan mediadas por la tecnología. Uno ya no puede tirar el teléfono, lo único que puede hacer es presionar enfáticamente el botón rojo del celular, eliminarlos del marcado rápido, borrarlos del Facebook, bloquearlos del messenger, poniendo un mensaje personalizado que rece “A XX no lo quiero ver ni en emoticón” y cambiando su estatus a “soltero/a” de nuevo para luego jaquear (¡estaba segura de que Word me iba a subrayar esa palabra, pero parece que sí existe!) la cuenta del otro para enviarle mensajes inapropiados al jefe o fotos reveladoras a la mamá.
Según un sitio en internet, el año pasado el 48% de las personas menores de 21 años eligieron terminar sus relaciones por internet. Nada que hacer. El romance ha muerto; ¡que viva el e-love y la cibertusa!
El romance ya no es lo que fue
A pesar de mi cinismo abiertamente reconocido, he de admitir que siento algo de nostalgia por el amor de antaño. Sí, claro, las feministas nos han hecho caer en la cuenta de que el amor romántico no es más que un constructo postmoderno y han derrotado el mito del amor a primera vista con la explicación, racional además de cierta, de que es imposible saber todo lo que se necesita saber de alguien para amarlo con sólo mirarlo. Datos como que el 50% de los matrimonios terminan en divorcio no ayudan a mantener viva la llama, pero aún así, a mí me gustaba la idea de que eso del amor era posible. Ese amor que hace que en las películas la gente se bese y oiga a Puccini en la cabeza me parecía de lo más lindo, pero hechos recientes me han obligado a encarar la verdad: el romance ha muerto. ¿Quién lo mató? Temo que fue la tecnología.
La tecnología, que jugó un papel tan importante en mi propia historia de amor (para quienes no sabían, mi esposo y yo nos conocimos por teléfono, nos enamoramos por correo electrónico, fijamos la fecha por messenger, armamos la luna de miel en Disney.com y participamos vía Facebook) parece haber acabado con algo de galanteo al que nos tenían acostumbradas las novelas de Corín Tellado.
Ahora, en lugar de miradas furtivas que atraviesan un salón de baile lleno de escotes y penetran abanicos de encaje nos encontramos con que la gente se conoce gracias a los avisos personales en sitios como encuentratupareja.com o encuentraacaconquien.net, coquetea en las salas de chateo, se fijan en los avatares a ver si se gustan y cuadran la salida intercambiando mensajes de texto. La serenata ha sido reemplazada por el ringtone (a propósito, no sabía qué tan caros eran los ringtones hasta hace poco y decidí que mejor me ahorro la plata y contesto cantando yo misma el teléfono, así que no se sorprendan si llaman y entono Lucy in the Sky with Diamonds en lugar de decir aló), las flores reales por virtuales y en vez de “pedir el cuadre” sencillamente actualizan su estatus en la red social de “soltero/a” a “en una relación con XX”.
Así mismo, las relaciones terminan mediadas por la tecnología. Uno ya no puede tirar el teléfono, lo único que puede hacer es presionar enfáticamente el botón rojo del celular, eliminarlos del marcado rápido, borrarlos del Facebook, bloquearlos del messenger, poniendo un mensaje personalizado que rece “A XX no lo quiero ver ni en emoticón” y cambiando su estatus a “soltero/a” de nuevo para luego jaquear (¡estaba segura de que Word me iba a subrayar esa palabra, pero parece que sí existe!) la cuenta del otro para enviarle mensajes inapropiados al jefe o fotos reveladoras a la mamá.
Según un sitio en internet, el año pasado el 48% de las personas menores de 21 años eligieron terminar sus relaciones por internet. Nada que hacer. El romance ha muerto; ¡que viva el e-love y la cibertusa!
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