Carlos Alberto Caicedo Arboleda
(1919-06-06 2010-02-07)
Se fue el Fisgón
Por Álvaro Burgos Palacio (Tomado de El País, Cali, Colombia)
Febrero 08 de 2010
Febrero 08 de 2010
Con la partida definitiva de Carlos Alberto Caicedo Arboleda se ha ido uno de los más vigorosos menejadores de la lengua que vivía en este Valle.
Nacido en Popayán tuvo tanto afecto por el idioma que logró contagiar de él a su hijo Andrés Caicedo y convertirse en una autoridad en cuanto a corrección idiomática, sentido del buen humor y alegría existencial. Discreto para publicar sólo dejó conocer en forma de libro algunas de sus anotaciones, las que su talento lo llevaban a hacerlas públicas.
A Carlos Alberto lo rodeaba, hasta cuando ello fue posible, un pequeño pero caluroso grupo de admiradores y amigos, allí estaban desde divulgadoras culturales hasta escritoras, desde autores de novela hasta poetas maduros, desde estudiantes hasta simples admiradores de su hijo, todos encontraban una palabra amable, un ademán gentil y una expresión reconfortante. Carlos Alberto Caicedo era tan generoso que alguna vez quiso regalarle un molino de piedra de siete toneladas -como el que tenía el sabio Caldas en su finca de Timbío- al poeta Medardo Arias. La donación se frustró pero no por falta de grúa.
Su capacidad como narrador oral era impresionante. Alrededor de su palabra era posible hallar los más amenos y simpáticos temas siempre salpicados de un buen vino.
Un tipo de personaje como sacado de una novela ejemplar de Cervantes que entregaba a sus amigos todo lo que sabía, y era muy vasto, sin el menor egoísmo. Muchos de sus ‘Fisgoneos’ tenían que ver con la donosura del lenguaje que él reclamaba a cada paso. Y cuando no la encontraba igual se burlaba simpáticamente de quien cayera en sus manos. Este tipo de personaje era común en otro tiempo en Popayán, personas que habían dedicado su vida a la docencia, la investigación lingüística o el trabajo de transcripción oral, generalmente sin más remuneración que el propio orgullo de hacerlo, eran comunes en otro tiempo en la Ciudad Blanca. Pero Carlos Alberto Caicedo ocupaba lugar destacado entre los que amaban el idioma. Una discusión con él sobre la aposición, la concordancia de número o cualquier otro tema gramatical, podía tomarse una tarde. Era sorprendente su capacidad de recursos y su infinita memoria para recordar expresiones literarias que fundamentaran lo que estaba diciendo. Perteneciente a la raza de don Rufino José Cuervo, este payanés insigne si los ha habido, nos dejaba boquiabiertos con su acerbo de conocimientos, su gracia para expresarlos. Que haya paz en la tumba de Carlos Alberto Caicedo Arboleda.
Para los que desconocen la obra de Carlos Alberto Caicedo Arboleda, les doy este enlace: Celebración 90 años. Fue mi amigo desde los primeros días de mi aparición en El Espectador con la columna Gazapera. Uno de sus mayores logros y motivo de orgullo personal fue haber sido coártifice con el Teatro Matacandelas de Medellín de la exaltación póstuma del nombre de su hijo Andrés Caicedo Estela.
Gabriel Escobar Gaviria
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