Hay una loba en mi armario…
Siento que debo empezar por decir que no soy la más fan de Shakira. Me cae bien, le deseo lo mejor, me alegra su éxito y todo, pero en general a mí me gusta oír cantar a personas que cantan como si fueran mis amigos en un paseo con una guitarra. Es imposible cantar una canción de Shakira y sentir que uno canta igual a ella así que me da mal genio. Tampoco me identifico mucho con la letra, salvo un par de frases de las que me he apropiado (que Dios y tu madre cuiden de ti se me salió en una pelea hace poco) y el concepto de su nuevo sencillo de Mujer Loba.
Para quienes no la hayan oído, o —lo que es más probable— la hayan oído pero no hayan entendido la letra, les cuento que el sencillo cuenta con el estribillo Hay una loba en mi armario…” Y, bueno, qué quieren que les diga… en mi caso, es cierto.
Ahora, admito que la canción habla de una loba muy distinta a la que yo estoy haciendo referencia. Shakira se ha ido por la diosa licántropa de las leyendas y yo estoy usando el término loba en su sentido más coloquial: mujer de mal gusto. Esa es la loba que he encontrado en mi armario en estos días, y francamente no sé si asustarme o aceptarlo.
Verán, estaba organizando mi clóset y escogiendo qué ropa dejar accesible durante el periodo de la primera infancia de Matías y qué esconder hasta que el cuerpo/estilo de vida/ganas de salir a interactuar con otros humanos me lo permitan y me topé con varias prendas que no me he estrenado pero que no puedo sacar. Me estoy refiriendo a las compras tinieblas vergonzantes que todas tenemos, que nos antojamos en un momento de valentía y que luego nos agallinamos de usar. En mi caso, la loba en mí siente cierta debilidad por los sombreros.
Lo admito, tengo una adicción anacrónica por los accesorios de la cabeza. Me parece que me veo absolutamente primorosa de pava, fabulosa de fedora. Si por mí fuera, andaría como hace dos siglos, con esas gorritas de amarrar debajo de la barbilla y parasol. Lamentablemente, nací un poco tarde y la moda me cogió ventaja. Algo logré hacer en la década del 80 pero ya los sombreros están relegados a compartir cajón con las hombreras y las bambas de colores fosforescentes. El caso es que de vez en cuando sucumbo y a pesar de saber que nunca me lo pondré, me compro un sombrero para tenerlo en la casa y mirarme en el espejo y decirme a mí misma que algún día me lo pondré.
En ese sentido, creo que la canción esta me sale a la perfección, y no sólo a mí. Creo que en el fondo, todas tenemos una loba adentro y darle de vez en cuando con joyas de plástico, sombras escarchadas, faldas demasiado cortas o colorete morado, es catártico. Al hacerlo nos sentimos rebeldes y libres y desinhibidas, y esto a la vez nos envalentona y nos da coba para tomar las decisiones difíciles y lidiar con las situaciones imposibles.
Así que ojo, salir a la calle de pava es ser loba, pero tener uno en clóset es ¡licantroterapia!
2 comentarios:
Angelita como siempre, muy brillante. Pero me dejó un saborcito extraño la palabra "vergonzante", creo que vergonzosa era suficiente, digo ¿no?.
Estimado Felipe
La razón está contigo. No es lo mismo vergonzante que vergonzoso. Pues vergonzante es el que se avergüenza, mientras que vergonzoso es aquello que causa vergüenza. De ahí que las prendas en comento noson ellas las que se avergüenzan, sino que causan vergüenza al usarlas, aunque se hayan comprado con la mayor ilusión de lucirlas bien.
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