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martes, 29 de diciembre de 2009

La columna de Angelita

Mundo moderno


Una preferencia brutal

Asegura Isabella Santodomingo que “los hombres las prefieren brutas”. No voy a alegarle (seguramente ella ha hecho un extensivo trabajo de campo para llegar a esta conclusión), pero les tengo una noticia a todas las no brutas, una deliciosa noticia, de esas que nos suben el ánimo, nos reafirman la existencia de un Ser Superior y nos confirman que ese Ser Superior es Mujer y de vez en cuando nos sonríe a todas.

El guiño de la Diosa hoy es especialmente para todas aquellas mujeres cuyos hombres han sido seducidos por los sencillos encantos de las mujeres “poco complicadas”. Porque, así es como se refieren a las mejor dotadas en el escote que en el cerebro: “sencillas”. Cuando un hombre le dice a una mujer que la otra es “más sencilla”, lo que quiere decir es que está “sencillamente buenísima” y que habla poco y de cosas panditas. En otras palabras, lo más complejo que ella tiene que enfrentar en un día normal es cómo operar el broche del sostén.

Pero no se preocupen. Esas inclinaciones pueden resultar bastante caras… De hecho, les puede costar la vida. Al menos eso es lo que indica el estudio que recientemente publicaron los doctores Robert Erikson y Jenny Torssander del Instituto Suizo de Investigación Social en Estocolmo. Según estos académicos, los hombres que se casan —y se quedan— con mujeres inteligentes y educadas, viven más y mejor.

Ah, la dulzura es casi melosa. Resulta que la inteligencia y el nivel educativo de la mujer tiene mayor incidencia en la longevidad de hombre que viceversa, es decir, una mujer inteligente que se case con un tipo que espectacular pero más bobo que una sopa sigue teniendo una vida más longeva y placentera que un hombre que hace el equivalente. Además, otros estudios han demostrado que la mayor parte de las características intelectuales son portadas por los cromosomas X, así que las mujeres inteligentes tenemos más probabilidades de tener hijos inteligentes. Claramente, la naturaleza está de nuestro lado.

Está claro que esta noticia probablemente no cambie a los hombres, no los haga arrepentirse de sus crisis de mediana edad. Lo más probable es que un hombre que lea esta columna no deje a su mocita y corra hacia los brazos de su esposa, arrepentido y asustado por la posibilidad de que su indiscreción le haya restado años de vida y de que pueda tener hijos que no sepan amarrase los zapatos a los 30 años. Pero no importa.

En realidad lo que importa es que nosotras lo sabemos. Así que la próxima vez que vaya por la calle y vea al ex de una amiga suya o cualquier hombre al que le haya dado, en la crisis de la mediana edad, por andar por ahí como un pelafustán de cola de caballo canosa, arete en el lóbulo arrugado y nena veinteañera de copiloto en el descapotable, sonría. Respire hondo, eleve los ojos al cielo y murmure una pequeña oración por él… que tiene los minutos contados.

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