Mundo Moderno
Valor anticipado
Puede sorprender a muchos saber que soy una excelente planeadora. Soy la Planeadora Oficial de Viajes y Vacaciones de mi familia ya que tengo un talento bárbaro para hacer tablas comparativas e investigar destinos, desenterrar descuentos y organizar actividades. Y no sólo planeo con anticipación mis viajes. Desde ahora, estoy planeando mi vejez.
Verán, acabo de enterarme de un estudio que ha puesto en duda el consejo que todos los médicos tienen como panacea: la DIETA. Según los galenos, todo se cura con comer maluco. Pero eso no es tan cierto, o al menos eso sugiere los resultados de la investigación liderada por Leon Flicker, según la cual los ancianos de 70 años que tienen algo de sobrepeso viven más y mejor que sus coetáneos delgados. Al parecer, eso de que las tortillas de huevo con tocineta, la arepa con mantequilla y queso, los chicharrones y la fritanga son un “infarto servido caliente” es puro cuento.
Es un cuento bien contado, claro está, y narrado por gente bastante convincente, pero el cuento de hadas que empieza con “Había una vez una niña gorda e infeliz…” y que termina con “…adelgazó y vivió feliz y saludable para siempre” tiene la misma falla que todos los demás cuentos de hada: es inventado. En serio. Hace poco, el profesor de estadística médica del Instituto de Salud Infantil de Inglaterra dijo que la línea que divide lo “normal” de lo “gordo” y de lo “obeso” –línea en la que se basó el Gobierno inglés para tomar medidas tan drásticas como amenazar a los padres del “obeso” Connor Mcreaddie con retirar al menor del hogar, alegando que dejarlo ser gordo es tan grave como darle cigarrillos o alcohol– es totalmente arbitraria. Cole ha dicho que simplemente tomó una gráfica y le trazó una raya encima, sin fundamente científico alguno.
Todo parece indicar que esa raya ha hecho más mal que bien pues obligar a adelgazar gente perfectamente saludable y feliz con unos kilitos de más compromete no sólo su felicidad, sino su salud. Qué ironía… me recuerda algo que le sucedió a un amigo de mi papá. Estaba sentado en la banca de un parque comiendo palitos de apio y bebiendo agua embotellada y a su lado se sentó un hombre mayor con una hamburguesa en una mano y un tabaco en la otra.
–¿Cuántos años tiene?” –le preguntó el amigo de mi papá.
–Más de ochenta.
–Señor, yo soy médico y créame, si sigue fumando y comiendo así, se va a morir.
A lo que el encantador octogenario, mirando con desprecio los comestibles saludables de su compañero de banca, replicó:
–Tú ya estás muerto, amigo.
Ese viejito debe estar hoy en día como una rosa, y ahora que la medicina respalda su dieta, voy a seguir su ejemplo. Pero, como soy tan buena planeando las cosas con anticipación, no voy a esperar hasta tener 70 años para cultivar mis kilitos saludables y mejor voy a sentirme orgullosa de mis previsivas reservas desde ya.
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