Contados por Carlos Augusto Cadavid Arango en lengua paisa a la versión infantil de los miembros de Consulforo
Atalanta, la cazadora
–¡Que no, Manuelita! Atalanta no tiene que ver con Atlante, que era Atlas, ni con las Atlántides, que eran las Hespéridas. Mejor venga y le cuento… y dígales a los muchachos.
–¿Versito?... ¡Ajá!... Bueno, ya oyeron, Eduinito lo va a decir al final; vamos a ver con qué sale este cursientico…
–Vean pues les cuento. La historia de esta pobre muchacha es un lío, empezando con los papás. Unos dicen que era hija de Zeus y Climene, pero otros dicen que su papá era Yaso, rey de Beocia; otros dicen que era Esqueneo o Esceneo, rey de Arcadia; hasta dicen que eran dos historias distintas que en algún momento se revolvieron: una hablaba de una muchacha virginal y dulce, y en la otra hablaban de una guerrera y buscapleitos, pero siempre atlética e independiente. Unos dicen que Climene botó a la bebé, pero los de las otras versiones dicen que el papá no quería tener sino hijos varones… sigamos por aquí, que es menos divino.
–Cuando nació la muchachita, al papá no le importó que fuera una hermosura de bebé, así que se la llevó pal monte Partenio y la abandonó, pero Artemisa mandó una osa que la cuidó y la amamantó hasta que unos cazadores la encontraron, se la llevaron y la educaron, así que creció entre cazadores, fuerte, ágil, independiente y muy hermosa. Cuentan que una vez los centauros Hileo y Reco la vieron en el monte y trataron de… bueno, ustedes saben, pero les supo a cacho, porque en la carrera la muchacha les agarró ventaja, le dieron tiempo a que tendiera el arco y ¡zuás!, los despachó a flechazos… ¡es que no fallaba la muchachita esa!... Si, Albertico, ella con dos pies les ganó a los centauros que tenían cuatro patas, ¡pa que vea!
–En fin, que cuando la niña llegó a la edad de merecer, con esa desconfianza que les tenía a los hombres, dijo que iba a ser como la diosa Artemis, o Artemisa, es decir, que se iba a quedar virgen, dedicada a la caza en los bosques, y en ese oficio estaba cuando oyó a un mensajero de Eneo, rey de Calidón y padre de Meleagro, que gritaba por ai en las plazas y por las calles que a ese reino había llegao un jabalí que estaba acabando con… no, mejor dejemos esa historia pa otro día. La cosa es que le dieron la piel, y logró muchísima fama; hasta se dice que fue la única mujer que viajó con Jasón en el viaje del Argo, mejor dicho, ella fue una de los argonautas. ¿Qué, Horacito?... si, mijito, Yeison, que dicen los agringados.
–La noticia de que se había ganao el pellejo ese, y la fama de supermujer capaz e independiente le llegó a su papá, que vio la clase de hija que se había perdido, así que la llamó, le pidió perdón de todas la maneras habidas y por haber y le dijo que se quedara con él, que se consiguiera un buen marido pa que le diera un hijo que fuera el rey de Arcadia, (o de Beocia), que se fijara que en esa época a las mujeres no las dejaban ser las mandamases, en fin, que le echó un cuento bien reforzao, y como en el fondo era muy buena muchacha, le contestó que sí, pero con una condición:
–Vea papá, –le dijo– el que se quiera casar conmigo tiene que ganarme una carrera; me caso con él y le doy mi vida, pero si pierde, él me da su vida ¡y lo paso al papayo!”
Así pasó un buen tiempo, y muchos murieron tratando de ganarse ese premiecito, pero era tal su belleza y tan admiradas sus habilidades, que los pretendientes seguían arriesgándosen. Hasta que apareció Hipómenes, biznieto de Poseidón, y aquí hay otro enredo, porque los que dicen que el papá de Atalanta era Yaso no mientan a Hipómenes sino a Melanio, o Melanion, primo hermano de la muchacha… Si, mijito, “mientras más primo, más me arrimo”… déjesen de risitas y sigamos con Hipómenes, que es el más mentao.
–Pues les decía que apareció Hipómenes, más tragao que pantaloneta de ciclista de “la cazadora de los pies ligeros”, como le decían los poetas. Se puso a pensar cómo haría, hasta que decidió dejarse de boberìas y se fue adonde Afrodita a pedile ayuda, y la diosa, cuando lo vio tan bien plantao y tan enamorao, le dio tres manzanas de oro que le habían traído del Jardín de las Hespéridas, y el día de la competencia se fue con ellas a la palestra…
–¿Qué, Pachito?… ¿Escondiendo las manzanas?... pues no veo cómo, o dónde, porque en esa época todo el que entraba a la palestra tenía que estar desnudo… Bueno, sigamos. Entonces Atalanta, como hacía siempre, dejó que su competidor le tomara una pequeña ventaja y después arrancó a todas las que tenía y pronto lo adelantó, pero Hipómenes soltó una de las manzanas y ella la recogió, lo cual le dio una ventajita al muchacho, pero nada, que al ratico estaba ella alcanzándolo otra vez, así que le echó otra manzanita; y claro, otro acelerón de Hipómenes, que ya veía el sitio de llegada, y cuando estaba cerquita vio cómo lo adelantaba Atalanta, así que cogió la última manzana y la hizo rodar delante de ella, pa que se distrajera, y así él pudo cruzar primero la línea de llegada. Con trampita, pero ganó esa tremenda carrera, y la gente que estaba en el estadio se sitió feliz, sobre todo porque había perdido la mujer, y decían: “Claro, interesada como todas las mujeres…”, “Por eso perdió, por buscar el orito de las manzanas… “ y un montón de cosas así. Claro que lo decían los hombres, porque las griegas de esa época no podían ir a los estadios… Claro, Atalanta sí porque ella era una competidora, y eso era sumamente raro en esa época.
–No, Chalito, yo creo que no fue interés; a mí me parece que a ella le gustó el muchacho desdi antes, y después, ai empelotos en la palestra, quién sabe qué más vio, y entonces se dijo pa ella: “Pues mijita, el muchacho no está ni mal, y esas manzanitas dioro nos van a servir pa comprar el ajuar”, y claro, las recogió. ¡Ni boba que fuera!
–Bueno, ellos estaban muy enamorados, se casaron y se fueron juntos, pero eso de meterse uno mal metido con los dioses, de cualquier religión, es una vaina muy fregada, y Afrodita estaba muy sentida porque Hipómenes no le había dado las gracias, así que esperó el momento pa castigalos. Una vez estaba la parejita por allá, cazando y pasaron cerquita de un templo de Zeus, y entonces Afrodita aprovechó la ocasión y les mandó un ataque hormonal masivo y ellos, ai de carrerita, se metieron al templo, pero los vio Zeus, que se puso furioso, y mientras él rabiaba, Afrodita se torcía de la risa. Zeus ai mismito los volvió un par de leones, que salieron corriendo pal bosque; poco después la diosa Cibeles los vio, tan grandes y tan bonitos, que decidió amarrarlos a su carro pa que siguieran junticos, y desde entonces forman parte del distintivo de la diosa Cibeles.
–¿Hijos, Pavita? Pues vea mijita, dicen que Atalanta tuvo a Partenopeo, que participó en la primera expedición de los siete contra Tebas, y hay leyendas que dicen que no es del matrimonio sino un restico que quedó de Meleagro… si… chismes…
–Si, Horacito, en la Cibeles de Madrid se ven muy bien, ¿pero no le intriga que en esa estatua los dos leones son machos…? Eh, mejor oigamos el verso de Eduinito:
–¡Muchacho!Esa muchacha Atalanta,Igual que la madre Eva,Por culpa de unas manzanasSe quedó como una…
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