Mundo moderno
Entre meros machos
El concepto de macho ha cambiado bastante. Hemos pasado de los rituales de la era Isabelina –cuando los hombres se realizaban tratamientos con agua de romero y salvia para blanquear los dientes, usaban medias veladas, tacones, pelucas, polvos faciales, rubor y lunares de mentiras– a hoy en día, época en la que convencer a mi papá de que se eche protector solar para que no se insole es una labor que requiere la paciencia, fuerza y velocidad de al menos tres de las cuatro mujeres de la familia. Y mi marido no está muy lejos.
En estos días, Jorge se estaba afeitando sin usar crema de afeitar. El proceso le dejó la cara como andén del centro e intenté echarle una cremita humectante, pero me encontré con una resistencia que habrían envidiado los franceses durante la Segunda Guerra Mundial. Me explicó que él no usa nada “de marca” (Clinique, Lancome, etc.); nada que se tenga que untar (léase, aplicar delicadamente con las yemas de los dedos); que no huela a remedio (si dice que contiene vainilla o flor de naranjo, estamos en la olla); que no haya sido comprado en droguería; ni que sea “específico”, es decir, crema para manos, champú para pelo seco, jabón de avena para pieles sensibles, etc. Su noción de la masculinidad higiénica se reduce a que agarra lo que esté ahí sin mirar mucho, se lo echa donde y como cree que es y sale a trabajar sin darles mayor importancia a los resultados.
No volví a pensar en el incidente hasta un día, a mitad de esta semana, hice un plato a base de huevos, crema de leche, queso y verduras. Todo iba bien hasta que usé la palabra “quiche”, y hasta ahí llegó. Si fuera tortilla, comería, pero los hombres –según Jorge– no comen “quiche”. Tampoco, me informó, comen yogur de sabor, pescado Light, “fruticas raras”, verduras (que Jorge llama “vegetales-vegetarianos”, que se comen crudos, a diferencia de los “vegetales-ingredientes” que se comen fritos o en salsa) ni “ensaladas armadas”. En otras palabras, los hombres pueden comer kumis, pero no yogur de fresa; trucha, pero no atún en aceite de oliva; naranja, pero no albaricoque; papas, pero no alcachofa; repollo con zanahoria y tomate, pero no ensalada thai. Al parecer, una dieta que no sea a base de carne roja, cerveza y fritos disuelve el cromosoma Y. Sobra decir que me comí el quiche solita. No sabía lo importante que era el “men” en “menú”.
Así las cosas, el hombre medio prefiere la arterioesclerosis a una ensalada mediterránea y la piquiña y el ardor que una untadita de bálsamo, y ni hablemos del Chapstick, que eso es pelea fija.
Tal vez el concepto de lo masculino sea cíclico y estemos regresando a la noción cavernícola. El caso es que ya domino la masculinidad higiénica y culinaria, estoy segura de que no tendremos problemas al respecto, sobre todo porque quiero que redecoremos la sala y le tengo puesto el ojo a un chaise lounge divino que vi el otro día…
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