En 1990 me desempeñaba como jefe de Zona de EADE, Empresa antioqueña de Energía, en el Occidente del departamento de Antioquia con sede en Santa Fe de Antioquia, cuando un día de la semana anterior a la Semana Santa llegó a mi oficina el padre José Tamayo con quien había hecho buena amistad seis años atrás cuando desempeñé el mismo cargo en EDA, Empresas Departamentales de Antioquia, hoy Edatel.
El padre Tamayo era ahora párroco de Anzá y me pidió como un favor personal que le prestara una polea, de un tamaño adecuado que le permitiera alzar los telones con que arreglaría el Monumento del Jueves Santo.
Esa herramienta estaba a cargo de Bercelio Ocampo, capataz de la cuadrilla de mantenimiento, por lo que conversé con él para que le hiciéramos el préstamo al cura. Bercelio le facilitó la polea necesaria y el cura salió muy contento.
Unos días después de la Semana Santa, estábamos Bercelio y yo de visita a una obra en Anzá y caímos en la cuenta de arrimar donde el padre Tamayo para preguntarle por la polea. Mientras nos localizaban al cura entramos a visitar al Santísimo y pudimos observar en lo alto de la cúpula de la iglesia, exactamente sobre el altar, nuestra polea en posición de descanso pues ya no estaban allí los telones del Monumento.
Apareció el sacerdote, tan amable como siempre, y le dijimos que no era nuestra intención acosarlo, pero que al haber pasado por allí aprovecharíamos para reclamar la polea, la que ya habíamos visto desocupada.
–Sí, señores, la Parroquia, el Señor y yo, –nos dijo el padre Tamayo– estamos muy agradecidos de tan dignos y respetables funcionarios de la EADE y les pedimos el favor de que nos alarguen el permiso para hacer un arreglito con motivo de la fiesta de Pentecostés.
Ante tanta amabilidad, cómo decir que no y alargamos el permiso.
Una vez pasado Pentecostés, ya fue Corpus Christi, luego el Corazón de Jesús, luego las fiestas patronales, en fin, el padre Tamayo siempre tenía la siguiente festividad como motivo para no devolver la polea.
Ocurrió que un día a la guerrilla le dio por dañarnos la línea Belén-Apartadó y después de los ensayos de rigor nos entró bien hasta un abridero de ensayo que teníamos en Dabeiba, con lo que el daño estaba descartado hasta ese sitio y había que buscarlo de allí en adelante. Al mismo tiempo la cuadrilla de Apartadó lo había descartado desde la última subestación hasta la de Caucheras, es decir, que el daño había que buscarlo en la región selvática entre Dabeiba y Caucheras.
Bercelio entró con su cuadrilla en una zona peligrosa y los guerrilleros lo emboscaron apoderándose del vehículo, el que procedieron a quemar. Parte de la herramienta de la cuadrilla la destruyeron los guerrilleros a la par con el camión y parte se la llevaron, es de anotar que a los pocos días, esa herramienta comenzó a aparecer en manos de trabajadores particulares de la zona.
A la semana siguiente del incidente le comuniqué a Bercelio que debía hacer la relación de la herramienta desaparecida para que la administración de la EADE lo exonerara por el pago de la misma ya que la pérdida había sido por caso fortuito y no por descuido del jefe de cuadrilla.
Bercelio fue a su escritorio y al cabo de un rato llegó a mi oficina con una lista en la mano.
–Ingeniero, vea la lista de herramientas desaparecidas, y dígale al padre de Anzá que los guerrilleros le mandaron una polea de regalo.
En la lista venía la polea que se había salvado de la tragedia por estar en lo alto de la cúpula de la iglesia de Anzá.
El padre Tamayo celebró el apunte de Bercelio cuando se lo dije y agradeció que los guerrilleros lo hubieran absuelto del pecadillo de hurto calificado que ya había cometido con la polea.
El padre Tamayo era ahora párroco de Anzá y me pidió como un favor personal que le prestara una polea, de un tamaño adecuado que le permitiera alzar los telones con que arreglaría el Monumento del Jueves Santo.
Esa herramienta estaba a cargo de Bercelio Ocampo, capataz de la cuadrilla de mantenimiento, por lo que conversé con él para que le hiciéramos el préstamo al cura. Bercelio le facilitó la polea necesaria y el cura salió muy contento.
Unos días después de la Semana Santa, estábamos Bercelio y yo de visita a una obra en Anzá y caímos en la cuenta de arrimar donde el padre Tamayo para preguntarle por la polea. Mientras nos localizaban al cura entramos a visitar al Santísimo y pudimos observar en lo alto de la cúpula de la iglesia, exactamente sobre el altar, nuestra polea en posición de descanso pues ya no estaban allí los telones del Monumento.
Apareció el sacerdote, tan amable como siempre, y le dijimos que no era nuestra intención acosarlo, pero que al haber pasado por allí aprovecharíamos para reclamar la polea, la que ya habíamos visto desocupada.
–Sí, señores, la Parroquia, el Señor y yo, –nos dijo el padre Tamayo– estamos muy agradecidos de tan dignos y respetables funcionarios de la EADE y les pedimos el favor de que nos alarguen el permiso para hacer un arreglito con motivo de la fiesta de Pentecostés.
Ante tanta amabilidad, cómo decir que no y alargamos el permiso.
Una vez pasado Pentecostés, ya fue Corpus Christi, luego el Corazón de Jesús, luego las fiestas patronales, en fin, el padre Tamayo siempre tenía la siguiente festividad como motivo para no devolver la polea.
Ocurrió que un día a la guerrilla le dio por dañarnos la línea Belén-Apartadó y después de los ensayos de rigor nos entró bien hasta un abridero de ensayo que teníamos en Dabeiba, con lo que el daño estaba descartado hasta ese sitio y había que buscarlo de allí en adelante. Al mismo tiempo la cuadrilla de Apartadó lo había descartado desde la última subestación hasta la de Caucheras, es decir, que el daño había que buscarlo en la región selvática entre Dabeiba y Caucheras.
Bercelio entró con su cuadrilla en una zona peligrosa y los guerrilleros lo emboscaron apoderándose del vehículo, el que procedieron a quemar. Parte de la herramienta de la cuadrilla la destruyeron los guerrilleros a la par con el camión y parte se la llevaron, es de anotar que a los pocos días, esa herramienta comenzó a aparecer en manos de trabajadores particulares de la zona.
A la semana siguiente del incidente le comuniqué a Bercelio que debía hacer la relación de la herramienta desaparecida para que la administración de la EADE lo exonerara por el pago de la misma ya que la pérdida había sido por caso fortuito y no por descuido del jefe de cuadrilla.
Bercelio fue a su escritorio y al cabo de un rato llegó a mi oficina con una lista en la mano.
–Ingeniero, vea la lista de herramientas desaparecidas, y dígale al padre de Anzá que los guerrilleros le mandaron una polea de regalo.
En la lista venía la polea que se había salvado de la tragedia por estar en lo alto de la cúpula de la iglesia de Anzá.
El padre Tamayo celebró el apunte de Bercelio cuando se lo dije y agradeció que los guerrilleros lo hubieran absuelto del pecadillo de hurto calificado que ya había cometido con la polea.
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