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viernes, 2 de enero de 2009

La columna de Angelita

Mundo moderno

Crimen y castigo

Cuando mis amiguitas y yo nos reuníamos a jugar ese popular pasatiempo de niños y adolescentes, Mi madre es más brava que la tuya, yo siempre ganaba la ronda de castigos. Entre sus varios y varados talentos, el de concebir y ejecutar sanciones originales hizo de mi madre una leyenda entre mis amigos. Las historias son de antología y las tácticas, dignas de estudio. Así por encimita les cuento que una de sus estrategias preferidas para asegurarse de que habíamos puesto cuidado durante el regaño era solicitar un ensayo breve sobre el tema que incluyera los siguientes puntos: qué hicimos mal, por qué estuvo mal que lo hiciéramos, por qué no lo volveríamos a hacer y qué debería pasarnos si recayéramos. Otro clásico era ponernos a leer libros sobre el asunto, por lo que mis dos hermanas y yo tuvimos que elaborar una reseña reconstructiva de Mujeres que aman demasiado, Juventud en éxtasis y Por favor vuelve a casa, entre otros. Siquiera no teníamos internet porque probablemente nos habría tocado hacer un blog sobre cada necedad. El caso es que mi madre es una castigadora ejemplar, con un don especial para las puniciones memorables, eficaces y hasta chistosas. Ella era, en mi mente, la gran campeona reservada de los castigos originales.

Eso fue hasta cuando leí la noticia del juez Paul Sacco. Este hombre es mi nuevo ídolo sancionador. Resulta que este juez municipal de Colorado, Estados Unidos, decidió darles a los audiocontaminadores una dosis rancia de su propia medicina: una ronda música maluca a todo taco.

La escena es espectacular. Docenas de adolescentes rebeldes encerrados en una sala y obligados a oír canciones de Barney (el dinosaurio púrpura), Barry Manilow y otros artistas repudiados por la generación “demasiado cool para parpadear”. La tortura dura sólo una hora pero ha resultado tremendamente efectiva pues ninguno ha vuelto a oír reguetón a 150db, por lo que debo decir que mi mamá ha sido destronada (lo siento, mamita, pero sigues siendo la reina de las maneras ingeniosas de esconder medicamentos para que nos tomáramos los remedios sin darnos cuenta).

El Método Sacco del castigo me ha dado nuevas ideas, y creo que combinadas con los genes de mi madre podría convertirme en una justiciera legendaria. Aquí, unos ejemplitos:
Infracción: Cazar tv. (Se trata de hombres que extrañan su papel primitivo y usan en control remoto del tv para cazar nuevos programas. Las mujeres, tradicionalmente anidadoras, preferimos ver el programa completo). Castigo: Amarrarlo a una silla mientras yo veo horas completas de comedias románticas, documentales sobre maternidad y lactancia y programas de cocina y decoración.

Infracción: No bajar el bizcocho del inodoro. Castigo: Subir y bajar el bizcocho cien veces…pero sin usar las manos.

Infracción: Lamerse o chuparse los dedos después de comer. Castigo: Comer espaguetis sin cubiertos.

Infracción: Hablar duro en cine. Castigo: Ver 10 horas seguidas de cine mudo en silencio.

Infracción: Limpiarse los oídos o hurgarse la nariz en público. Castigo: Amarrarles las manos y hacerles cosquillas con una pluma en la cara.

Infracción: Hacer ruidos al masticar o sorber. Castigo: Tener que oír una gotera cayendo en un balde hasta que se llene el balde.

¿Qué opinan? ¿Digna hija de mi madre? Acepto sugerencias…


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