La directiva
«Qué bueno que las directivas del Metro y el Alcalde o sus secretarios se dieran una pasada por el lugar para que lo comprueben y pongan coto, antes de que sea tarde». Juan Fernando Echeverri Calle, El Colombiano 09-01-18.
A ver, hombre don Fernando, Mucho tiempo después de haber tratado de convencerte, sin éxito, de que mi primaria la hice allí en Juanambú con Juan Del Corral ahora me corresponde traerte aquí a mi columna para tratar de quitarte un vicio feo contra el que he venido luchando desde hace casi 20 años.
Veamos: Las personas que dirigen los destinos de una empresa, como pueden ser hombres o mujeres, son los directivos de ella. Don Ramiro Márquez, por ejemplo, es el gerente de la empresa Metro de Medellín, Ltda., don Ramiro no puede ser una directiva. No conozco a más personas de las que dirigen esa empresa, pero si alguno de los cargos directivos es ocupado por una mujer, ella sí será una directiva.
¿Por qué tanta gente se equivoca y habla como tú? Porque existe un sustantivo colectivo que se usa en singular para designar el conjunto de personas que dirigen una empresa: la directiva. Ahí sí podemos hablar de la directiva de Metro de Medellín. Entonces tu frase debería ser:
Qué bueno que la directiva de Metro de Medellín y el Alcalde o sus secretarios…
Fíjate que le hice un cambio a la frase: le quite la contracción del y le puse el nombre completo de la empresa porque con la preposición tendríamos que usar el sustantivo común metro con minúscula.
Estoy de acuerdo contigo: qué bueno que se la dieran, pero ¡cuidado con la billetera!
Las generalas
«Qué bueno que las directivas del Metro y el Alcalde o sus secretarios se dieran una pasada por el lugar para que lo comprueben y pongan coto, antes de que sea tarde». Juan Fernando Echeverri Calle, El Colombiano 09-01-18.
A ver, hombre don Fernando, Mucho tiempo después de haber tratado de convencerte, sin éxito, de que mi primaria la hice allí en Juanambú con Juan Del Corral ahora me corresponde traerte aquí a mi columna para tratar de quitarte un vicio feo contra el que he venido luchando desde hace casi 20 años.
Veamos: Las personas que dirigen los destinos de una empresa, como pueden ser hombres o mujeres, son los directivos de ella. Don Ramiro Márquez, por ejemplo, es el gerente de la empresa Metro de Medellín, Ltda., don Ramiro no puede ser una directiva. No conozco a más personas de las que dirigen esa empresa, pero si alguno de los cargos directivos es ocupado por una mujer, ella sí será una directiva.
¿Por qué tanta gente se equivoca y habla como tú? Porque existe un sustantivo colectivo que se usa en singular para designar el conjunto de personas que dirigen una empresa: la directiva. Ahí sí podemos hablar de la directiva de Metro de Medellín. Entonces tu frase debería ser:
Qué bueno que la directiva de Metro de Medellín y el Alcalde o sus secretarios…
Fíjate que le hice un cambio a la frase: le quite la contracción del y le puse el nombre completo de la empresa porque con la preposición tendríamos que usar el sustantivo común metro con minúscula.
Estoy de acuerdo contigo: qué bueno que se la dieran, pero ¡cuidado con la billetera!
Las generalas
«En el futuro, algunas de ellas podrían ser las primeras generales de la República». El Colombiano 09-01-18.
Quién podrá ponerlas de acuerdo. Mientras unas señoras como doña Florence Thomas en El Tiempo de Bogotá, doña Sonia Gómez en El Colombiano de Medellín, doña Gloria Hurtado en El País de Cali y doña Lucrecia de Fajardo, por ahí preparándose para ser primera mujer de Colombia, insisten en que debemos decir niñas y niños, funcionarios y funcionarias y similares, otras se hacen llamar en masculino con la labor que desempeñan: ingeniero Teresa, medico Marcela y así. Son de especial terquedad las que toman el camino de las armas porque hasta tienen el poder de mando para corregirnos a los que nos atrevemos a llamarlas coronelas, mayoras, capitanas, sargentas o cabas, ¡tremendo lío!
Para los nuevos que no han visto nuestras luchas anteriores, todo iba muy bien. Habíamos logrado que los femeninos de los cargos se independizaran de sus respectivos masculinos y pudiéramos llamar a las ingenieras, a las abogadas, a las médicas, a las juezas a las coronelas y demás en el respectivo género acorde su sexo.
Además se conservaba ese protocolo, aunque arcaico, de llamar alcaldesa a la señora del alcalde; gobernadora, a la del gobernador. Y hasta personalmente este servidor había elaborado una lista completa en femenino de los cargos y dignidades eclesiásticas a causa de la innovación anglicana de llamar al orden sacerdotal y al episcopal a féminas que antes debían contentarse con ser teólogas (que no teólogos) expectantes.
Pero llegó la edición XXII y metió una reversa tan brusca que casi acaba con la caja de cambios. No sólo volvió a lo común a dos géneros de los nombres de los cargos sino que los aconseja: Silvia es ingeniero. Horrible un ingeniero que se llame Silvia. Además establece que yo le puedo decir alcaldesa a la señora del alcalde, pero en charla solamente. Pues no. Cuando me ha tocado inaugurar obras de expansión eléctrica en los pueblos y está la señora del alcalde presente o la de algún concejal, las llamo alcaldesa y concejala, respectivamente y no es charlando.
Acabo de darme cuenta de una gran noticia mientras preparaba este artículo: en el avance de la edición XXIII del Diccionario se volvió a dar reversa y desapareció la ingeniero Silvia. ¡Vamos bien, otra vez! Pero la dicha no es completa: las generalas siguen de generales y las obispas anglicanas siguen de obispos, y las sacerdotisas, dizque sacerdotes mujeres. ¡Qué enredo! Y aunque haya gente que no me quiera porque detecto las inconsistencias de la Real Academia, miremos esta inconsistencia: La papisa no desaparece del Diccionario que habiendo negado la existencia de sacerdotisas y obispas, autoriza que una mujer llegue al papado.
Hace unos años me invitó a almorzar al Batallón de San Pedro de Urabá en Colombia un mayor del Ejército. El hombre sabía de mi inquietud por el idioma y el tema de conversación fue acerca de lo que nos inquieta en este momento. Como si yo hubiera programado el ejemplo hicieron su aparición en el recinto dos hermosas tenientas y se sentaron en la mesa contigua a la nuestra.
—Mire, mi Mayor —le dije—, ¿usted no se siente mal tratando como varón a una hermosura de éstas?
Me concedió la razón. Esperaré que llegue a general para que me ayude en mi cometido.
Como promesa para algún día, repetiré mi lista de dignidades eclesiásticas en femenino desde ostiaria hasta papisa y elaboraré la de militares desde soldada hasta tenienta generala (el mayor grado que ha existido en Colombia, si hay otro superior, agradezco que me lo enseñen).
Quién podrá ponerlas de acuerdo. Mientras unas señoras como doña Florence Thomas en El Tiempo de Bogotá, doña Sonia Gómez en El Colombiano de Medellín, doña Gloria Hurtado en El País de Cali y doña Lucrecia de Fajardo, por ahí preparándose para ser primera mujer de Colombia, insisten en que debemos decir niñas y niños, funcionarios y funcionarias y similares, otras se hacen llamar en masculino con la labor que desempeñan: ingeniero Teresa, medico Marcela y así. Son de especial terquedad las que toman el camino de las armas porque hasta tienen el poder de mando para corregirnos a los que nos atrevemos a llamarlas coronelas, mayoras, capitanas, sargentas o cabas, ¡tremendo lío!
Para los nuevos que no han visto nuestras luchas anteriores, todo iba muy bien. Habíamos logrado que los femeninos de los cargos se independizaran de sus respectivos masculinos y pudiéramos llamar a las ingenieras, a las abogadas, a las médicas, a las juezas a las coronelas y demás en el respectivo género acorde su sexo.
Además se conservaba ese protocolo, aunque arcaico, de llamar alcaldesa a la señora del alcalde; gobernadora, a la del gobernador. Y hasta personalmente este servidor había elaborado una lista completa en femenino de los cargos y dignidades eclesiásticas a causa de la innovación anglicana de llamar al orden sacerdotal y al episcopal a féminas que antes debían contentarse con ser teólogas (que no teólogos) expectantes.
Pero llegó la edición XXII y metió una reversa tan brusca que casi acaba con la caja de cambios. No sólo volvió a lo común a dos géneros de los nombres de los cargos sino que los aconseja: Silvia es ingeniero. Horrible un ingeniero que se llame Silvia. Además establece que yo le puedo decir alcaldesa a la señora del alcalde, pero en charla solamente. Pues no. Cuando me ha tocado inaugurar obras de expansión eléctrica en los pueblos y está la señora del alcalde presente o la de algún concejal, las llamo alcaldesa y concejala, respectivamente y no es charlando.
Acabo de darme cuenta de una gran noticia mientras preparaba este artículo: en el avance de la edición XXIII del Diccionario se volvió a dar reversa y desapareció la ingeniero Silvia. ¡Vamos bien, otra vez! Pero la dicha no es completa: las generalas siguen de generales y las obispas anglicanas siguen de obispos, y las sacerdotisas, dizque sacerdotes mujeres. ¡Qué enredo! Y aunque haya gente que no me quiera porque detecto las inconsistencias de la Real Academia, miremos esta inconsistencia: La papisa no desaparece del Diccionario que habiendo negado la existencia de sacerdotisas y obispas, autoriza que una mujer llegue al papado.
Hace unos años me invitó a almorzar al Batallón de San Pedro de Urabá en Colombia un mayor del Ejército. El hombre sabía de mi inquietud por el idioma y el tema de conversación fue acerca de lo que nos inquieta en este momento. Como si yo hubiera programado el ejemplo hicieron su aparición en el recinto dos hermosas tenientas y se sentaron en la mesa contigua a la nuestra.
—Mire, mi Mayor —le dije—, ¿usted no se siente mal tratando como varón a una hermosura de éstas?
Me concedió la razón. Esperaré que llegue a general para que me ayude en mi cometido.
Como promesa para algún día, repetiré mi lista de dignidades eclesiásticas en femenino desde ostiaria hasta papisa y elaboraré la de militares desde soldada hasta tenienta generala (el mayor grado que ha existido en Colombia, si hay otro superior, agradezco que me lo enseñen).
¿Y dónde está la tilde?
Gazapo campeón
«Distinto piensa el senador del Partido Conservador Manuel Ramiro Velásquez, quien anunció que no aspirará más al Congreso para darle oportunidad a las nuevas generaciones». Paula Agudelo R. El Colombiano 09-01-18.
Darles la oportunidad.
¡Qué tilde tan escurridiza!
Gazapo subcampeón
«El senador del Partido Liberal Luis Fernando Duque, es otro de los que quiere repetir curul». Paula Agudelo R. El Colombiano 09-01-18.
Este gazapo es parecido al campeón: también es de discordancia. Varios senadores quieren repetir curul, Luis Fernando es uno de ellos. Luis Fernando Duque es otro de los que quieren repetir.
«El senador del Partido Liberal Luis Fernando Duque, es otro de los que quiere repetir curul». Paula Agudelo R. El Colombiano 09-01-18.
Este gazapo es parecido al campeón: también es de discordancia. Varios senadores quieren repetir curul, Luis Fernando es uno de ellos. Luis Fernando Duque es otro de los que quieren repetir.
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