Mundo moderno
Mis resoluciones
Hace poco estaba conversando con mi padre sobre algunos proyectos que tengo para este año (un par de libros y una obra de teatro que están que se ahogan en mi tintero) y me preguntó por qué me había demorado tanto en llevarlos a cabo. Empecé a decirle que es que el trabajo y las vueltas porque es que los fines de semana son para comprar mercado porque entre semana llegamos muy tarde y no nos queda tiempo para ir a cine porque los impuestos y hay que arreglar la llave del lavamanos del baño y el microondas volvió a sacar la mano y el seguro del carro y, de repente, en medio de esta carreta me di cuenta de algo: ser adulto quita mucho tiempo. Y, como si fuera poco, es carísimo.
La revelación de que ser una adulta responsable me quita todo mi tiempo y consume todos mis recursos me dejó de una sola pieza. Recuerdo que tenía un afán horrible de crecer hasta hace poco y ahora me doy cuenta de que esto de crecer, apesta. Esto no puede seguir así. Por eso, aprovechando el espíritu de Año Nuevo y que todos estamos haciendo promesas de dietas que vamos a romper y malos hábitos que volveremos a adquirir pasados un par de meses, he decidido hacerme una resolución para el 2009 y realmente tratar de cumplirla. He decidido ser menos adulta. O ser adulta, menos. No significa que voy a entregarme por completo a la irresponsabilidad, pero creo que definitivamente necesito darle más espacio a mi niña interior, que se está sofocando entre el RUT y la crema antiarrugas.
Créanme que lo digo muy en serio. Considero un error de estratégico perder contacto con la parte de uno que no duerme para descansar, sino para soñar porque uno se vuelve adulto justamente para poder hacer las cosas que soñó de niña, así que es un poco tonto que cuando lleguemos a la adultez perdamos contacto con la niñez. ¿O con la niñicidad? En fin, con aquello que soñábamos ser y hacer. Parafraseando a un personaje de Almodóvar, la verdad es que uno es mejor adulto cuanto más se parece a lo que soñó de niño, y en ese sentido me propongo ser mejor adulta en este 2009.
Para empezar, voy a volver a colorear. Compré para mi sobrino un juego de lápices de colores y quedé con una envidia que mantuve en secreto, pero voy a salir del clóset de las crayolas y voy a colorear de nuevo. Y no voy a respetar los bordes y voy a pintar nubes verdes y el sol azul y las hadas sí existen y no me importa lo que diga la profesora… perdón, me entusiasmé.
Además, voy a reclamar mi derecho a la siesta y retomaré la costumbre de las galletitas con leche a media tarde. He hecho el ensayo en estos días de vacaciones y, en verdad, la siesta y las galletas mejoran el genio un mundo.
Adicionalmente, he decidido que el baño deberá ser divertido de nuevo. Me voy a comprar un par de patitos de hule y no voy a seguir comprando jabones reafirmantes anticelulíticos ni champú que tapa las canas ni crema dental con colágeno para que no se me arruguen las encías. De ahora en adelante, todo huele o sabe a chocolate.
Por último, volveré a jugar con juguetes. Nada de esos aparatos dizque para la memoria que en realidad no son más que un “teneloahí” para adultos desocupados. Quiero una Barbie nueva, para mí y para nadie más y voy a jugar a las princesas, no a la mujer ejecutiva feminista, pero con una relación funcional con su pareja masculina sensible no dominante que llora con películas de Disney.
Y con ese me despido. ¡Feliz 2009!
Ángela Álvarez V.
angela_alvarez_v@yahoo.com
Mis resoluciones
Hace poco estaba conversando con mi padre sobre algunos proyectos que tengo para este año (un par de libros y una obra de teatro que están que se ahogan en mi tintero) y me preguntó por qué me había demorado tanto en llevarlos a cabo. Empecé a decirle que es que el trabajo y las vueltas porque es que los fines de semana son para comprar mercado porque entre semana llegamos muy tarde y no nos queda tiempo para ir a cine porque los impuestos y hay que arreglar la llave del lavamanos del baño y el microondas volvió a sacar la mano y el seguro del carro y, de repente, en medio de esta carreta me di cuenta de algo: ser adulto quita mucho tiempo. Y, como si fuera poco, es carísimo.
La revelación de que ser una adulta responsable me quita todo mi tiempo y consume todos mis recursos me dejó de una sola pieza. Recuerdo que tenía un afán horrible de crecer hasta hace poco y ahora me doy cuenta de que esto de crecer, apesta. Esto no puede seguir así. Por eso, aprovechando el espíritu de Año Nuevo y que todos estamos haciendo promesas de dietas que vamos a romper y malos hábitos que volveremos a adquirir pasados un par de meses, he decidido hacerme una resolución para el 2009 y realmente tratar de cumplirla. He decidido ser menos adulta. O ser adulta, menos. No significa que voy a entregarme por completo a la irresponsabilidad, pero creo que definitivamente necesito darle más espacio a mi niña interior, que se está sofocando entre el RUT y la crema antiarrugas.
Créanme que lo digo muy en serio. Considero un error de estratégico perder contacto con la parte de uno que no duerme para descansar, sino para soñar porque uno se vuelve adulto justamente para poder hacer las cosas que soñó de niña, así que es un poco tonto que cuando lleguemos a la adultez perdamos contacto con la niñez. ¿O con la niñicidad? En fin, con aquello que soñábamos ser y hacer. Parafraseando a un personaje de Almodóvar, la verdad es que uno es mejor adulto cuanto más se parece a lo que soñó de niño, y en ese sentido me propongo ser mejor adulta en este 2009.
Para empezar, voy a volver a colorear. Compré para mi sobrino un juego de lápices de colores y quedé con una envidia que mantuve en secreto, pero voy a salir del clóset de las crayolas y voy a colorear de nuevo. Y no voy a respetar los bordes y voy a pintar nubes verdes y el sol azul y las hadas sí existen y no me importa lo que diga la profesora… perdón, me entusiasmé.
Además, voy a reclamar mi derecho a la siesta y retomaré la costumbre de las galletitas con leche a media tarde. He hecho el ensayo en estos días de vacaciones y, en verdad, la siesta y las galletas mejoran el genio un mundo.
Adicionalmente, he decidido que el baño deberá ser divertido de nuevo. Me voy a comprar un par de patitos de hule y no voy a seguir comprando jabones reafirmantes anticelulíticos ni champú que tapa las canas ni crema dental con colágeno para que no se me arruguen las encías. De ahora en adelante, todo huele o sabe a chocolate.
Por último, volveré a jugar con juguetes. Nada de esos aparatos dizque para la memoria que en realidad no son más que un “teneloahí” para adultos desocupados. Quiero una Barbie nueva, para mí y para nadie más y voy a jugar a las princesas, no a la mujer ejecutiva feminista, pero con una relación funcional con su pareja masculina sensible no dominante que llora con películas de Disney.
Y con ese me despido. ¡Feliz 2009!
Ángela Álvarez V.
angela_alvarez_v@yahoo.com
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