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jueves, 29 de enero de 2009

Cuenticos griegos 2

Cuenticos griegos

Contados a lo paisa por Carlos A. Cadavid Arango. Esta vez a la versión infantil de algunos miembros de Consulforo

Perseo y Dánae

¡No hay primera sin segunda,
me dijo doña Facunda!
¡y no hay Medusa sin Perseo,
me dice don Eliseo!

—¿Y eso, muchachos? ¡Ajá!, ¿lo escribieron al alimón el Rosco y Perico antes de irse? Vea pues que muchachos tan inspirados. ¿Y que Rosquito se fue porque iba a meterse en la rosca paisa? ¡Ay manece y no lo prueba! ¿Y el versito era pa que les acabara de contar lo de Medusa y Perseo, y se fueron? Quién los entiende, pues.

—Bueno, este cuento de Perseo de pronto nos queda muy largo porque tiene las historias de Dánae, de Medusa y de Andrómeda, pero es un cuento de aventuras muy bueno, así que se quedan callaos, sin interrumpir, o me embejuco como Abelito… ¡Horacito, no moleste a Gloria Patria, que se enoja Marianita!... Y recuerden bien la historia de Medusa, pa no tener que repetir.



—Lo de Perseo hay que contalo empezando por la mamá. Qué les parece que Aganipe y su esposo Acrisio, el rey de Argos, tenían una hija muy bella llamada Dánae, pero querían saber si iban a tener un hijo varón pa poder entregale el trono, porque en ese tiempo las mujeres no podían ser reinas… si, Manuelita, un macho, pues. Pa saber eso le consultaron al oráculo, pero el adivino les contestó que no iban a tener un hijo, y además le dijo a Acrisio que el nieto lo iba a matar. El rey se pegó tremenda asustada y dijo que nada ni nadie volvía a tocar a la muchacha, así que la encerró en una torre, en una celda con puertas de bronce y custodiada por perros salvajes, y controlaba hasta el agua, no fuera que le llevaran aguas del río Kununurra o de la quebrada Ayurá. Con lo que no contaba el pobre Acrisio era con esos dioses que tenían, todos ganosos y llenos de trampas, y menos se iba a imaginar que Zeus, el rey de los dioses, se había enamorado de Dánae. Zeus, pa poder estar con ella se disfrazó de lluvia de oro…

—Si, si, algo así como monedas… ¿Qué? ¡No sea malpensado, Horacito, y deje seguir contando!

Entonces Dánae quedó esperando, y cuando el papá se dio cuenta, se enfurruscó de tal manera que misiá Aganipe no pudo calmale la calentera y el miedo que tenía, y cuando vio que mandó a hacer un baúl grande de madera y metió ai a Dánae y al niño, le decía que qué iba hacer, que por Zeus, que no fuera bruto, pero nada, no hizo caso y ¡zuás!, los tiró al mar. Esto que vio papá Zeus, y ai mismito empezó a protegelos y así, suavemente, la brisa empujó el baúl sobre el agua hasta que llegaron al reino de Sérifos, en donde los rescató el pescador Dictis, hermano del rey Polidectes, que los llevó a vivir al palacio, ¿recuerdan que les conté? Al niño lo llamaron Perseo, que quiere decir “destructor”.

Pasó el tiempo y Perseo se convirtió en un muchachote fuerte y valiente, y Polidectes empezó a fijase en que Dánae se conservaba lo más de bien, era un tarrao de mujer, muy hacendosa y buena mamá, pero muy seria, y por muchas carantoñas que el rey le hacía, nada que le paraba bolas, y lo peor, ese muchacho Perseo siempre estaba pendiente della, cuidándola, y él con esas ganas que ya no sabía que hacer. Entonces empezó a maquinar cómo desengüesase dese piernipeludo, pa ver si Dánae, estando sola, le daba un arrimito. Polidectes le metió caletre a la cuestión, hasta que se le ocurrió ponese a decir que se iba a casar con Hipodamia, la hija de Pélope, y que pa no mostrar pobreza, entonces todas las personas de la corte tenían que llevale a la novia un regalo bien, pero bien bueno; entonces, cuando ese muchacho, que no tenía ni una estera propia se apareció sin nada, le dijeron que cómo era eso, que tenía que llevar algo, que si era tan macho por qué no llevaba la cabeza de Medusa, y en fin, que con ese cuento tan reforzao el muchacho cayó y dijo que si, que la iba a traer. Como les conté, a Polidectes casi se le salen los ojos de la felicidá, ¡no podía creer que hubiera caído!, así que lo animó bastante pa que se fuera.

Entonces, viendo Zeus lo que iba a hacer su muchacho, mandó a Atenea y a Hermes pa que lo instruyeran y lo ayudaran y no le pasara nada. Como ya les dije, le enseñaron a conocer a las gorgonas y a distinguir a Medusa, y el con culillo, pero se aguantaba como todo un macho, y le dijeron que las únicas que sabían dónde estaban las gorgonas eran sus hermanas, las greas o grayas… si, sí, esas, las que eran viejas desde chiquitas y tenían un solo ojo y un solo diente pa las tres, así que mientras una los usaba, las otras dos dormían… claro, el susto era pior, pero se sintió un poco más tranquilo cuando Atenea le prestó su escudo tan fino y brillantico… si. Jorgito, la égida… y Hermes le dio una espada finísima que no se rompía ni había que afilala. Además, las grayas le dijeron dónde podía encontrar a las náyades, que le prestaron unas alforjas mágicas, el casco de Hades pa que pudiera ponerse invisible, y las sandalias con alas… si, las talarias o tálares, Manuelita. ¡Caramba, cómo aprendieron estos muchachos! Por cierto, leí por ai que las grayas solamente las mencionan en la historia de Medusa.

—Bueno, y como ya saben tanto, recuerden que él pudo volar hasta donde estaban las gorgonas, y con las cosas que llevaba, usadas con inteligencia y habilidad, logró lo que se proponía, y recuerden que de la sangre de Medusa nacieron el gigante Crisaor y ese caballo con alas, Pegaso, en el que se montó y salió volando pa que no lo agarraran las hermanas de la difunta. ¡Tremenda ñapa!

Pegaso volaba y Perseo iba pensando que como ya tenía lo que había ido a buscar, lo mejor era entregar esa cabeza a Polidectes, y devolver las cosas mágicas que le habían prestado, porque bien honrao si era, y sabía que no debía ponerse a fregar con poderes especiales que no eran de él, pero mientras pasaban sobre los desiertos, donde no había nada, pero nada que tuviera vida, del morral cayeron unas gotas de sangre de la cabeza… si, bueno… los alacranes y las serpientes… si, en el mar esos peces parecidos a culebras y que llaman morenas… ¡Qué bueno que se acuerden! Y también dicen unos que hasta convirtió a Atlas en montaña porque le dio lástima no poder ayudalo a seguir sosteniendo el mundo.

—¿Qué? Si, Malusita, él llegó adonde las gorgonas volando con las talarias.. ¿Y porqué siguió en Pegaso? Que buena pregunta… vea mija, por ahí leí que ese cambio lo hicieron los artistas del Renacimiento porque Perseo se veía más bonito montado en un caballo con alas que dando zancadas con unas quimbas voladoras.

—En fin, ya cuando iba volando sobre las costas de Filistia también tuvo tiempo de librar a Andrómeda y casase con ella. Al fin llegó a Sérifos, y encontró que mamá Dánae se había tenido que esconder con Dictis en un templo de Atenea porque ya no se aguantaba las impertinencias y carajadas de Polidectes, y pa acabar de ajustar, el rey y ese montón de lambones que tenía no le creyeron a Perseo y se burlaron…

—¿Qué? ¿Que lo estoy terminando a machetazos y faltaron muchas cosas? ¡Ah! Andrómeda… si, el abuelo también… bueno, entonces mejor después les cuento lo de Andrómeda y lo qué le pasó al abuelo… si, a Dictis también. Ahora vámonos a tomar un zumito de mandarina, que me tengo que ir a hacer unas vueltas.



Carlos A. Cadavid Arango
Medellín, enero 23 de 2009

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