¿Dónde está la cabeza de Medusa?
Contada a lo paisa por Carlos A. Cadavid Arango
—¿Cómo así, Manuelita? ¿Y a usté le gusta la mitología griega? Esas no son cosas pa niñas bien, esos dioses eran unos vagamundos, y nunca se sabía quien con cual, ni en dónde, y a veces ni el cómo, porque cada escribidor contaba su historia como le pareciera.
—¿Que qué, Jorgito? Si, mijito, igual que los paramilitares.
—¿Y por la cabeza de quien está averiguando, Manuelita?, ¿la de Medusa? ¿Y usté si sabe quien era ella? Si, si, era la señora que tenía en la cabeza más culebras que un desempliao. ¿Que por qué esas culebras? Vengan, pues, y les cuento.
Hace mucho tiempo, por allá cuando los griegos tenían un montón de dioses y de héroes, que también eran semidioses, había tres hermanas que llamaban gorgonas, dos de ellas inmortales, llamadas Euríale y Esteno, que eran horribles y tenían culebras venenosas vivas en vez de cabello, tenían manos como garras de bronce, una boca enorme con colmillos de marfil, y dicen que hasta una cola metálica, pero su sangre era curativa si la sacaban del costao derecho, y puritico veneno si se la sacaban del lao izquierdo. ¡Lo que yo no sé es quién iba a traer ese remedio! Bueno, la menor era Medusa, que si era mortal y muy hermosa.
—¡Ah! Si, Jorgito, tenían papás, pero como les dije, uno nunca sabe: unos dicen que eran Ceto y Forcis, y otros dicen que eran Tifón y Equidna. A lo mejor todo dependía de qué devociones tuviera el escribidor.
—Si, Manuelita, también tenían hermanas, eran otras trillizas que llamaban las greas o grayas, que dizque eran viejas desde que nacieron, y no tenían sino un ojo y un diente, que usaban por turnos, y cuando no les tocaba, pues se ponían a dormir. Algunos dicen que las hespérides también eran hijas de Ceto y Forcis, es decir hermanas de ellas, pero otros dicen que eran hijas de Zeus y de Temis, otros que de Atlas y de Hésperis, en fin… ¡pero no me distraigan, que se me va el hilo!
Resulta que la pobre Medusa, tan linda, era un contraste con sus hermanas, que la querían y la cuidaban mucho, pero cuando se atraviesa un dios, uno la lleva perdida, sobre todo con esos dioses griegos, unos ganosos que se alborotaban cuando veían porai una saya, y si la saya la llevaba una jovencita, una sardinita que decimos, pues la cuestión se ponía de parriba, como le pasó a Medusa, que la vio Poseidón y le entró una traga que ni les digo, y empezó a picale el ojo, a tosele, a mandale boleticas TQM, mejor dicho, a llamale la atención de todas maneras, pero nada, esa muchachita no le hacía caso ni porque fuera un dios. Imagínense, ni más ni menos que el dios del mar, de los caballos y de los terremotos. Un día, Medusa se fue al templo de Atenea, a rezale y talvez hasta a pedile que la librara de ese tipo que era un tremendo pájaro bravo y ya la tenía cansada; en esas estaba cuando llegó Poseidón y ahí, en pleno templo, el irrespetuoso ese la violó.
—No, Manuelita, yo no creo que ella le dio nada. Esos que dicen que se dejó seducir debían ser devotos de Poseidón, porque Medusa era muy inteligente y no se iba a poner a toriar a Anfitrite, la esposa, ni a ese montón de amantes que tenía Poseidón, mejor dicho, de mozas y mozos, porque perseguía hasta a los muchachos. Es decir, como que le gustaba de res y de marrano. Lo cierto es que fregaron a la muchachita, y eso no es todo, pues la diosa Atenea, que ya estaba peliada con Poseidón, se puso furiosísima con ese sacrilegio, y ¿quién pagó el pato?, pues la pobre Medusa, claro, porque la Atenea esa no se iba a poner a peliar con otro dios que la podía cascar. ¡Ai mismito le puso una maldición a Medusa y la dejó tan fea como las hermanas, y pa acabar de ajustar, dicen que la diosa Afrodita ayudó con lo de las culebras en la cabeza, pues como dizque era la diosa de la belleza, se moría de la envidia porque la cabellera de Medusa era más linda que la della. Eso sí, como Medusa era la única mortal de las gorgonas, pa que se defendiera le pusieron una mirada calibre 38 que convertía en piedra a todo el que la mirara.
Con esta situación, las tres hermanas, es decir, las gorgonas, resolvieron ise lejísimos, a vivir en un palacio que al poquito tiempo tenía sus jardines llenos de guerreros muertos o convertidos en estatuas de piedra, y empezó a correr la bola de que esas viejas eran terribles, que no se les escapaba nadie, que ni Tirofijo ni don Berna habrían podído con ellas, de manera que todo el que se creía guapito empezó a pensar que si mataban a Medusa, ellos iban a quedar como los más machos del pueblo. Y aquí es cuando aparece un muchachón llamado Perseo, buenmozo, inteligente y lo más de decentico, hijo del dios Zeus y de Dánae, una mortal (engañada, claro, porque ese era el estilo desos dioses)
Bueno, Perseo quería mucho a su mamá Dánae y la cuidaba lo más de bastante. Ellos habían llegado a vivir a la isla de Sérifos, con un pescador hermano del rey Polidectes, que siempre se fijaba cómo estaba Dánae de entera y bien conservada, hasta que le soltó los perros, pero nada, con ese muchacho cuidando a la mamá no había que hacer. Entonces empezó a ver cómo se zafaba de ese estorbo, hasta que logró convencelo pa que le trajera la cabeza de Medusa; cuando el muchacho le dijo que bueno, ¡casi se le salen los ojos de la felicidá!, y claro, lo animó bastante con la esperanza de que Medusa le quitara ese bulto de encima.
—Dejen a Perseo quieto, no me distraigan ahora, a ver yo sigo. Entonces Zeus, viendo que su hijo estaba decidido a ise a matar a Medusa, mandó a Atenea y a Hermes a que le ayudaran pa que no le pasara nada, y cuando ellos le enseñaron a conocer a las gorgonas y a distinguir a Medusa le dio tremendo susto, pero él ahí; como buen macho que era, ni de fundas que iba a mostrale el miedo a nadie. Luego Atenea le prestó su escudo, que llaman también egis o égida, que era de bronce y brillaba como un espejo, y Hermes le prestó sus sandalias con alas, que llamaban tálares o talarias, y también le dijeron que las ninfas de Estigia le podían prestar el casco de Hades pa hacese invisible, y un morral mágico pa echar la cabeza de Medusa. El se las arregló pa conseguir todo lo que le dijeron, averiguó en dónde vivían las gorgonas y allá se fue.
—No, Jorgito, no te confundás, es la égida. Perseo no tenía nada que ver con Mahoma, la hégira es otro cuento. Entonces sigo. Aunque el tenía esas cosas mágicas, se necesitaba ser muy valiente pa enfrentase a esas mujeres tan terribles, y cuando llegó a los jardines del palacio y vio eso tan triste, con esas estatuas de piedra con caras de terror, unos que parecía que iban a salir de huida y otros que parecía que no les habían dado tiempo ni de parpadear, ¡eso si era muy asustador!, pero él siguió. Se encontró a las hermanas dormidas, pero Medusa si se había dado cuenta (dicen que por el olor), y era dándole vueltecitas y tirándole guascazos, a ver si lograba que Perseo la mirara de frente, pero nada, él apenas miraba en el escudo brillante como un espejo, y le hacía los quites hasta que logró darle un tajo que le cortó la cabeza. ¡Y ahí si que ocurrió algo maravilloso! Como Medusa estaba embarazada de Poseidón, cuando le cortaron la cabeza, de ese chorro de sangre nacieron el gigante Crisaor y su hermano, el caballo alado Pegaso. A toda carrera, Perseo se montó en Pegaso y se fue volando, pero volando bien rápido antes de que se despertaran las hermanas de Medusa.
Mientras se devolvía hizo ochas y panochas con esa cabeza, y tan pronto llegó, como era tan decente, ahí mismo se fue a entregar las cosas que le habían prestado y de ñapa, le regaló a Atenea la cabeza de Medusa, y ella, ni boba que fuera, ai mismito la montó a su escudo.
—Si, tenés razón, Jorgito. Homero es el que dice que la cabeza de Medusa estaba en la égida que Hefesto había hecho para Zeus. A lo mejor los otros historiadores son más nuevos y les gustó mejor la historia de Perseo y Medusa, quien sabe. Entonces, ¿les gustó la historia?
—¿Que qué ochas hizo Perseo con la cabeza? Esa es otra historia que después les cuento.
—¿Que te la escriba pa leela en el colegio, Jorgito? ¡No fregués!
Contada a lo paisa por Carlos A. Cadavid Arango
—¿Cómo así, Manuelita? ¿Y a usté le gusta la mitología griega? Esas no son cosas pa niñas bien, esos dioses eran unos vagamundos, y nunca se sabía quien con cual, ni en dónde, y a veces ni el cómo, porque cada escribidor contaba su historia como le pareciera.
—¿Que qué, Jorgito? Si, mijito, igual que los paramilitares.
—¿Y por la cabeza de quien está averiguando, Manuelita?, ¿la de Medusa? ¿Y usté si sabe quien era ella? Si, si, era la señora que tenía en la cabeza más culebras que un desempliao. ¿Que por qué esas culebras? Vengan, pues, y les cuento.
Hace mucho tiempo, por allá cuando los griegos tenían un montón de dioses y de héroes, que también eran semidioses, había tres hermanas que llamaban gorgonas, dos de ellas inmortales, llamadas Euríale y Esteno, que eran horribles y tenían culebras venenosas vivas en vez de cabello, tenían manos como garras de bronce, una boca enorme con colmillos de marfil, y dicen que hasta una cola metálica, pero su sangre era curativa si la sacaban del costao derecho, y puritico veneno si se la sacaban del lao izquierdo. ¡Lo que yo no sé es quién iba a traer ese remedio! Bueno, la menor era Medusa, que si era mortal y muy hermosa.
—¡Ah! Si, Jorgito, tenían papás, pero como les dije, uno nunca sabe: unos dicen que eran Ceto y Forcis, y otros dicen que eran Tifón y Equidna. A lo mejor todo dependía de qué devociones tuviera el escribidor.
—Si, Manuelita, también tenían hermanas, eran otras trillizas que llamaban las greas o grayas, que dizque eran viejas desde que nacieron, y no tenían sino un ojo y un diente, que usaban por turnos, y cuando no les tocaba, pues se ponían a dormir. Algunos dicen que las hespérides también eran hijas de Ceto y Forcis, es decir hermanas de ellas, pero otros dicen que eran hijas de Zeus y de Temis, otros que de Atlas y de Hésperis, en fin… ¡pero no me distraigan, que se me va el hilo!
Resulta que la pobre Medusa, tan linda, era un contraste con sus hermanas, que la querían y la cuidaban mucho, pero cuando se atraviesa un dios, uno la lleva perdida, sobre todo con esos dioses griegos, unos ganosos que se alborotaban cuando veían porai una saya, y si la saya la llevaba una jovencita, una sardinita que decimos, pues la cuestión se ponía de parriba, como le pasó a Medusa, que la vio Poseidón y le entró una traga que ni les digo, y empezó a picale el ojo, a tosele, a mandale boleticas TQM, mejor dicho, a llamale la atención de todas maneras, pero nada, esa muchachita no le hacía caso ni porque fuera un dios. Imagínense, ni más ni menos que el dios del mar, de los caballos y de los terremotos. Un día, Medusa se fue al templo de Atenea, a rezale y talvez hasta a pedile que la librara de ese tipo que era un tremendo pájaro bravo y ya la tenía cansada; en esas estaba cuando llegó Poseidón y ahí, en pleno templo, el irrespetuoso ese la violó.
—No, Manuelita, yo no creo que ella le dio nada. Esos que dicen que se dejó seducir debían ser devotos de Poseidón, porque Medusa era muy inteligente y no se iba a poner a toriar a Anfitrite, la esposa, ni a ese montón de amantes que tenía Poseidón, mejor dicho, de mozas y mozos, porque perseguía hasta a los muchachos. Es decir, como que le gustaba de res y de marrano. Lo cierto es que fregaron a la muchachita, y eso no es todo, pues la diosa Atenea, que ya estaba peliada con Poseidón, se puso furiosísima con ese sacrilegio, y ¿quién pagó el pato?, pues la pobre Medusa, claro, porque la Atenea esa no se iba a poner a peliar con otro dios que la podía cascar. ¡Ai mismito le puso una maldición a Medusa y la dejó tan fea como las hermanas, y pa acabar de ajustar, dicen que la diosa Afrodita ayudó con lo de las culebras en la cabeza, pues como dizque era la diosa de la belleza, se moría de la envidia porque la cabellera de Medusa era más linda que la della. Eso sí, como Medusa era la única mortal de las gorgonas, pa que se defendiera le pusieron una mirada calibre 38 que convertía en piedra a todo el que la mirara.
Con esta situación, las tres hermanas, es decir, las gorgonas, resolvieron ise lejísimos, a vivir en un palacio que al poquito tiempo tenía sus jardines llenos de guerreros muertos o convertidos en estatuas de piedra, y empezó a correr la bola de que esas viejas eran terribles, que no se les escapaba nadie, que ni Tirofijo ni don Berna habrían podído con ellas, de manera que todo el que se creía guapito empezó a pensar que si mataban a Medusa, ellos iban a quedar como los más machos del pueblo. Y aquí es cuando aparece un muchachón llamado Perseo, buenmozo, inteligente y lo más de decentico, hijo del dios Zeus y de Dánae, una mortal (engañada, claro, porque ese era el estilo desos dioses)
Bueno, Perseo quería mucho a su mamá Dánae y la cuidaba lo más de bastante. Ellos habían llegado a vivir a la isla de Sérifos, con un pescador hermano del rey Polidectes, que siempre se fijaba cómo estaba Dánae de entera y bien conservada, hasta que le soltó los perros, pero nada, con ese muchacho cuidando a la mamá no había que hacer. Entonces empezó a ver cómo se zafaba de ese estorbo, hasta que logró convencelo pa que le trajera la cabeza de Medusa; cuando el muchacho le dijo que bueno, ¡casi se le salen los ojos de la felicidá!, y claro, lo animó bastante con la esperanza de que Medusa le quitara ese bulto de encima.
—Dejen a Perseo quieto, no me distraigan ahora, a ver yo sigo. Entonces Zeus, viendo que su hijo estaba decidido a ise a matar a Medusa, mandó a Atenea y a Hermes a que le ayudaran pa que no le pasara nada, y cuando ellos le enseñaron a conocer a las gorgonas y a distinguir a Medusa le dio tremendo susto, pero él ahí; como buen macho que era, ni de fundas que iba a mostrale el miedo a nadie. Luego Atenea le prestó su escudo, que llaman también egis o égida, que era de bronce y brillaba como un espejo, y Hermes le prestó sus sandalias con alas, que llamaban tálares o talarias, y también le dijeron que las ninfas de Estigia le podían prestar el casco de Hades pa hacese invisible, y un morral mágico pa echar la cabeza de Medusa. El se las arregló pa conseguir todo lo que le dijeron, averiguó en dónde vivían las gorgonas y allá se fue.
—No, Jorgito, no te confundás, es la égida. Perseo no tenía nada que ver con Mahoma, la hégira es otro cuento. Entonces sigo. Aunque el tenía esas cosas mágicas, se necesitaba ser muy valiente pa enfrentase a esas mujeres tan terribles, y cuando llegó a los jardines del palacio y vio eso tan triste, con esas estatuas de piedra con caras de terror, unos que parecía que iban a salir de huida y otros que parecía que no les habían dado tiempo ni de parpadear, ¡eso si era muy asustador!, pero él siguió. Se encontró a las hermanas dormidas, pero Medusa si se había dado cuenta (dicen que por el olor), y era dándole vueltecitas y tirándole guascazos, a ver si lograba que Perseo la mirara de frente, pero nada, él apenas miraba en el escudo brillante como un espejo, y le hacía los quites hasta que logró darle un tajo que le cortó la cabeza. ¡Y ahí si que ocurrió algo maravilloso! Como Medusa estaba embarazada de Poseidón, cuando le cortaron la cabeza, de ese chorro de sangre nacieron el gigante Crisaor y su hermano, el caballo alado Pegaso. A toda carrera, Perseo se montó en Pegaso y se fue volando, pero volando bien rápido antes de que se despertaran las hermanas de Medusa.
Mientras se devolvía hizo ochas y panochas con esa cabeza, y tan pronto llegó, como era tan decente, ahí mismo se fue a entregar las cosas que le habían prestado y de ñapa, le regaló a Atenea la cabeza de Medusa, y ella, ni boba que fuera, ai mismito la montó a su escudo.
—Si, tenés razón, Jorgito. Homero es el que dice que la cabeza de Medusa estaba en la égida que Hefesto había hecho para Zeus. A lo mejor los otros historiadores son más nuevos y les gustó mejor la historia de Perseo y Medusa, quien sabe. Entonces, ¿les gustó la historia?
—¿Que qué ochas hizo Perseo con la cabeza? Esa es otra historia que después les cuento.
—¿Que te la escriba pa leela en el colegio, Jorgito? ¡No fregués!
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