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sábado, 31 de enero de 2009

La columna de Angelita

Mundo moderno

La estupidez tiene alas
Pensarán que tengo un ex novio piloto o que soy azafata frustrada o algo, pero les juro que mi alegadera contra las aerolíneas es simple defensa propia. Y no vayan a creer que la escala es 1:1 (una agresión = una columna). Las aerolíneas van ganando, y por mucho.
Pero esta columna no es en contra de las aerolíneas, sino de los que diseñan y dotan los aviones. Verán, en mi vida cotidiana, mi tamaño (vertical) no es un estorbo. Es más, la mayoría de los pantalones me quedan grandes, normalmente tengo que empinarme un poco para alcanzar el timbre del bus, mis pies rara vez alcanzan el piso en las sillas de cines o restaurantes y paso sin agacharme por casi todas partes. Se podría decir que parezco diseñada por la Renault: compacta y curvilínea.
Pero este chasis que cabe confortablemente en el resto del mundo parece ser demasiado para los aviones. Lo curioso es que todos lo son. En otras palabras, nadie está a sus anchas en un avión. Los aviones parecen diseñados por la misma gente que hace las camisetas que dicen “una talla para todos”, que en realidad significa “este corte no le luce a nadie”. Parece que tienen micropsia y creen que están construyendo la flota de Air Lilliput.
Lo grave es que no se limitan a hacer las sillas estrechas, sino que además incluyen una función para estrecharlas más. El famoso botón para reclinar el espaldar de la silla no es más que una manera fácil y práctica de invadir el espacio del de atrás. Y al menos yo creo que esa no debería ser una decisión unilateral. Por cada botón reclinomático debería haber una palanca enderezomática. Si esto existiera, a lo mejor me hubiera evitado el disgusto que tuve antier cuando tuve que ir al baño porque la silla tan estrella no dejaba que mi vejiga almacenara más de diez milímetros cúbicos a la vez y me tenía que apoyar en la cabecera de la silla de adelante para tener soporte mientras hacía el movimiento pélvico necesario para liberar la porción media de mi cuerpo de las garras de poliéster de la trampa que era la K15. El tipo tenía el descaro de ufearme (ver ufear. verbo. Dícese cuando alguien dice uf con la intención de indicarle a otra persona que está inconforme.) porque le movía la cabecita, que por cierto estaba a centímetros de mi nariz de tal manera que para entretenerme en el vuelo le puse nombres a los cuatro pelos que tenía. Pero sigamos.
Además, creo que debería haber más clases. En este momento sólo hay primera clase y clase ejecutiva, pero siento que hacen falta algunas subcategorías. Para empezar, debería haber clase ejecutiva con y sin hijos y esta a su vez dividida en lustros según la edad de los hijos. Así, la gente que tienen niños menores de 5 va en una parte; los de 5 a 10 en otra, y los adolescentes en otra de tal manera que todos queden lejos de mí. Así tal vez no me vuelva a tocar con el niñito más cansón —que no sé si coincidencialmente o no era el muchachito más cabezón que he visto en mi vida— que no hizo sino poner los pies justo debajo del aviso que reza FAVOR NO PONER LOS PIES. Pero cómo iba a saber si la mamá estaba descalza y limándose las uñas. A ver: esta nave sí flota, pero no es una flota.
Y finalmente, pienso que podríamos mejorar un poco la oferta del servicio abordo.
Hay gaseosa, agua y jugos, pero creo que debería ofrecer Prozac, Xanax, Zoloft , Dormicum en cápsulas, dardos, pomadas...

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