Mundo moderno
Las antirresoluciones del 2010
Sé que ya estamos entrados en gastos en lo que a este año concierne, pero aun así espero que me den un poco de licencia artística y me permitan compartir con ustedes mi filosofía para este 2010. Verán: el pasado 31 de diciembre mientras observaba cómo mis amigos y familiares hacían resoluciones de año nuevo –resoluciones, en su mayoría, que no van a cumplir– me di cuenta de que en el fondo de mi corazón no quería resolver nada. Estaba en un punto de mi vida en el que las privaciones no me llamaban la atención y sigo en la misma tónica. Pero al parecer enero es un mes en el que si uno no resuelve algo el mundo colapsa alrededor, así que decidí hacer un lista de antirresoluciones, es decir, cosas que no voy a hacer.
Es bastante liberador hacer un inventario desapasionado de los intentos frustrados por ser y hacer todo lo que las propagandas y los libros de autoayuda prometen y concluir que no quiero/puedo, y que no querer/poder está bien, así que voy a compartir con ustedes mi lista de antirresoluciones y los invito a que hagan la propia.
Ésta es la mía:
No voy a cantar pasito. Voy a cantar al volumen que me dé la gana y si no le gusta, de malas. No tendré una voz privilegiada, pero tengo el privilegio de poder cantar y cantaré como si estuviera en la final de American Idol sin pena y sin complejos; así que ni intenten chistarme.
No voy a leerme “los clásicos”. Me harté del esnobismo literario y de la gente que cree que lo único que vale la pena leer fue escrito hace cien años. Confieso que he intentado leerme varios de esos aparatosos novelones que todo el mundo dice que uno se tiene que leer para ser culto y en las primeras diez páginas entro en coma. Ya nadie me va a hacer sentir mal porque prefiero a Mafalda antes que La araucana. Y me gusta el cine hollywoodense (con final feliz) y no voy a fingir que me interesan los filmes obscuros que al final uno no sabe si el protagonista estaba soñando o era el sueño de otro y quién diablos es el narrador y de dónde salió ese caballo blanco…
No voy a elegir la moda por encima de la comodidad. La felicidad consiste en dormir en piyama de franela sin encajes para luego ponerse pantalones de mezclilla (bluyines, por si tienen la duda), un brasier que no talle y unos calzones que cubran toda la nalga.
No me voy a poner tacones. Mido poco más que metro y medio así no vale la pena el dolor de espalda y en los pies por verme un tris más lejos del suelo. Soy bajita. Supérenlo, que yo ya lo hice.
No me voy a teñir las canas. Eso es este año, ya veremos cómo sigo de valiente en los años siguientes, pero este año definitivamente he decidido dejarme los rayitos blancos naturales. Decidí que me parecen sofisticados y ya.
Finalmente, no voy a hablar de elecciones ni reelecciones, ni selecciones. En política y fútbol tengo mis favoritos, pero hago barra en silencio.
Y ahí tienen mi lista de antirresoluciones. ¡Esas sí las voy a cumplir!
No hay comentarios:
Publicar un comentario