Me encontré con Gustavo en el aeropuerto, lo acompañé al Hotel La Fontana y lo que yo preveía, mientras a Gustavo lo trataban de doctor por aquí y doctor por allá, un tipo no me soltaba con su mirada y como me arrimara a coger unos volantes para encontrar tema para mis columnas, el tipo en asunto me increpó:
–Y ¿usted se va a registrar?
–No señor, yo apenas estoy de pato.
Gustavo fue se instaló y yo esperé abajo, mientras me leí los tales volantes de pe a pa. Al rato volvió y nos autotomamos unas fotos digitales.
Fuimos al bar y nos sirvieron unas limonadas. Yo seguía con mi autoinvitación al Portal de la Antigua, un lugar donde sirven comida paisa deliciosa. No había enredo: un taxi y nos deja en la 11 con 91; pero apareció un colega de Gustavo que lo enredó todo: el hombre trajo carro y en el Portal no hay parqueadero. Sin embargo, fuimos y pasamos por el frente muy rápido. Para volver a pasar nos demoramos 20 minutos y no se veía parqueadero. Yo me bajé para preguntar si había servicio porque Gustavo consideró que eso estaba apagado. Me dijeron que sí y cuando pregunté por el parqueadero me indicaron que debía dar una vuelta similar a la que ya habíamos dado, pero se me ofrecieron a llevar ellos mismos el carro. Yo no le pasé esa propuesta al dueño por cuanto entregar un carro es probable que lo devuelvan con triquitraques. Fuimos a dar la vuelta y por cada calle que nos entrábamos teníamos que devolvernos porque eran calles ciegas, y por cada calle que nos entrábamos yo veía que se iba alejando la posibilidad de comer en el Portal. Entonces Gus para justificar el cambio de planes comenzó a decir que el sitio le pareció muy mañé y de media petaca. Tuve que decirle que no era así y que ese era el sitio donde había comido Uribe durante la campaña, se animó un poquito hasta que llegamos al parque de la 93, entonces yo les indiqué (para reivindicarme) un restaurante italiano donde yo me había comido una lasaña (y que no me venga Gustavo con que se dice lasagna) de 25.000 pesos. Ayer no abrió el italiano o se fue para otra parte. Total otra vez vuelta al parque y alcanzan a ver Gustavo y el amigo un pescado enorme sobre el techo de una especie de restaurante y se les abrieron tamañas agallas. A mí no me gusta el pescado, pero qué íbamos a hacer, guardamos el carro y atinamos a pasar por otro donde estaba la carta exhibida y había carnes en ella. Entremos aquí. Lo hicimos y nos trajeron la carta. Yo tengo por principio que plato que no sepa pronunciar no me gusta y lo más castizo que encontré era dizque milanesa de ternera. Llamé al mesero para que me explicara lo de la milanesa y no me fueran a salir con un tapado bien raro. Éste fue el informe:
–Nada de carnes, esta mañana hubo un problema con el señor de las carnes y sólo le puedo ofrecer pescado a la plancha.
¿Cómo les parece? como si no existieran miles de famas (carnicerías) en Bogotá para haber resuelto el problema del señor de la carne. Ganas me dieron de dejarles un ejemplar del libro Planeación y gestión estratégica de Humberto Serna Gómez donde hay unos ejemplos de cómo se resuelven los problemas en el Hotel Royal de Bogotá. Pero seguro esos meseros no han leído ese libro y ahí estábamos otra vez con pescado, pero alcancé a ver dizque pollo a la no sé qué y le pregunté al mesero si también habían tenido problema con el señor del pollo y me dijo que no y que me traería pollo a la plancha. Como que tampoco habían tenido problema con el señor de la plancha. Le dije que bueno, Gustavo y el amigo pidieron otras cosas.
Yo pedí que me acompañaran el pollo con algo de arroz y que si se les enredaban algunos frijolitos que bien pudieran, me dijo que no que solo arroz o ensalada, Gustavo pidió ensalada yo me reafirmé en el arroz. Trajeron unas cosas muy parecidas a una arepa Torta de maíz paisa), pero no lo eran. Gustavo dijo que eran panes ázimos y se le abrieron las ganas de celebrar la Pascua judía, pidió vino. Yo como soy abstemio pedí café con leche y esperé el estartazo de que el mesero me dijera que no fuera ordinario o que el señor de la leche era el mismo de la ternera y que no había leche, pero no, sí había. Yo creo que me comí todas las arepas esas ázimas con una cosa que parecía suero costeño, hasta que por fin trajeron el pedido en unos platos como de 30 centímetros de diámetro y unas carnes pequeñitas que se perdían en el plato. La mía me la hicieron bailar en el plato para que lo untara todo y no se viera tan pérdida, la ensalada de Gus traía unas hojas grandes que parecían cascuevaca, él se comió eso, la gurbia era mucho más grande que lo que trajeron. Si siquiera hubiéramos comido los frijolitos del Portal.
Terminada la comida y como ya me había tomado mi café le pedí al mesero que me trajera un vaso de agua y él me dijo que si prefería una botella de agua, pero como yo sé que en esos lugares una botella de agua la cobran como si fuera una del mejor vino le dije que no que prefería el vaso de agua y de la canilla, Gustavo me regañó, pero es que en ese lugar lo obligan a uno a lo que ellos quieran. ¡Cómo añoraba el claro del Portal de la Antigua! De pronto caí en la cuenta de que en Bogotá llaman canilla (para los paisas grifo) a lo que nosotros llamamos espinilla, la pierna, y tuve que corregir para no desorientar al mesero.
Hablamos de muchas cosas y como el amigo de Gus es de Medellín nos quedó tiempo hasta de la alcaldía de Pérez y de su aspiración a la Presidencia, si Uribe la suelta algún día.
Gustavo pidió la cuenta y le trajeron una tira que estudió con cuidado, cuando estuvo de acuerdo entregó un tarjeta de crédito y entonces le trajeron un papelito para que firmara y ahí fue Troya. En el tal papel había cosas distintas al otro y valía como $10.000 más, Gus llamó al mesero y el hombre se disculpó y dijo que no importaba que pagara así que el IVA aparecía como salsa de tomate y entonces se le volvía a aplicar el IVA que eso no importaba; que a la propina se le aplicaba otra vez el 20% de propina y que así. A lo último accedió a cambiar la salsa de tomate por chimichurria, pero como no había carne, al final vino el administrador y pidió disculpas; pero yo creo que Gus terminó pagando la trampa que le pusieron. La próxima vez iré solo al Portal de la Antigua.
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