Mundo moderno
Un errar esplendoroso
Quienes estén de acuerdo con el poeta inglés Alexánder Pope en aquello de que errar es humano, estarán felices de saber que la condición humana está a salvo y lejos de peligrar por extinción, gracias a mis alumnos. Este semestre, me han presentado varios y variados ejemplos de su humanidad, pero uno se destaca por su ingenio y por la ausencia total y descarada de pena. A la pregunta “¿De dónde proviene la palabra ensayo?” (por si tienen la duda, proviene del francés essai, que significa intentar), este joven respondió “proviene de la lengua ibérico-greco-báltico-judío-alemana”. No me quedó más remedio que reírme y ponerle cero, con la esperanza de que el cero fuera celebrado en el país hispano-griego-ruso-israelita-germano en donde parlan la exótica lengua arriba descrita.
El examen, que como si imaginarán conservo y conservaré, me ha dado la oportunidad de ingresar en el exclusivo club inaugurado por mi abuelo Miguel para jugar póker de estupideces.
Pocos saben que este es el juego predilecto de los catedráticos. Nos reunimos en lugares poco ventilados y tenuemente iluminados para intercambiar historias. Verán: alguien empieza con un “les tengo un alumno que en vez de decirme que tenía que hacer un brochure me dijo que tenía que diseñar un prosciutto”, a lo que el que sigue responde “te veo tu prosciutto y te aumento uno que en vez de decir ‘terreno vasto’ dijo ‘terreno bastardo’ en una exposición”, ocasionando un incremento adicional del orden de “¡ja! Veo tu prosciutto y tu bastardo y te añado uno que dijo que el presidente de Brasil era Silvio Lulo”. Parecía que teníamos un ganador, pero entonces llega alguien con nervios de tiza y dice con calma “Principiantes. Hoy en química les puse a deducir dos fórmulas: H2O y CO2. Una niña puso: la primera es agua caliente (h de HOT) y la segunda es agua fría (C de COLD)”. A lo que todos en la mesa responden: “¡Full house!”y entregan sus fichas para volver a empezar otra ronda.
Pensarán que somos crueles, burlándonos y lucrándonos de las bobadas de nuestros alumnos, pero no se inquieten demasiado por ellos. Si estos alumnos siguen como van, pueden alcanzar la fama inmortal. En internet hay varios sitios dedicados a registrar las grandes equivocaciones y las equivocaciones de los grandes. Lista que se respete incluye el relato del secretario de Estado de Estados Unidos William Jennings Byran, que invitó al Ejército de Suiza a la inauguración del Canal de Panamá. O la del arquitecto del Hotel Howard de Baltimore, quien instaló chimeneas en todos los cuartos y pidió que las encendieran para la gran apertura antes de darse cuenta de que no había hecho ducto para humo en el edificio.
Y por supuesto está el clásico de Lloyd George de Gran Bretaña, que trató de ayudar a los italianos a salir de su crisis financiera en la Conferencia de Paz de Versalles, sugiriendo que ellos deberían aumentar sus cultivos de bananos. Los italianos no hicieron caso. Resulta que en Italia no hay bananos. (Ahora que lo pienso, tal vez un descendiente suyo sea el que está asesorando a los de Wall Street…)
El caso es que el póker de estupideces, si bien puede parecer cruel, es en realidad una celebración de lo que nos hace humanos: errar. Parafraseando a Pope, errar te hace humano, pero errar esplendorosamente te hace famoso.
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