No puedo dejar pasar la oportunidad de felicitar a Angelita por sus 32 recién cumplidos y bien vividos años. Que el Señor le conceda muchos más.
Mundo moderno
Aniversarios amnésicos
Les cuento lo que he decidido: de ahora en adelante, voy a celebrar aniversarios en vez de cumpleaños. Cumplir años suena a cumplir una condena, en cambio celebrar aniversarios siempre es divertido. Por ejemplo, el sábado celebré mi segundo aniversario de haber cumplido 16.
Parte de la diversión de cualquier aniversario es ver qué y cuánto ha cambiado desde la última fecha. En mi caso, me complace decir que desde mis primeros 16 años he avanzado mucho: Me he graduado tres veces (colegio, pregrado y postgrado); me quitaron los braquets, el acné fue y volvió, me salieron canas y cultivé algunas arrugas; he sacado la cédula, el pase y el RUT; invertí mi virginidad (¡perderla suena tan fatalista!), me casé y empecé a contemplar las posibilidades engendrar prole.
La verdad es que este aniversario me cogió con el ego saludable y estaba en plena reflexión autocongratulatoria cuando vi la noticia: el neurobiólogo Joe Tsien y su equipo de investigadores encontraron la manera de borrar los recuerdos traumáticos de los ratones. Traigo a colación al neurobiólogo y sus roedores con amnesia selectiva en vista de que hacer un ejercicio de repaso autobiográfico exige transitar por algunos senderos empedrados por malos recuerdos y me suena interesante la idea de que podría eliminarlos, como sacándole los gordos a la carne.
¿Se podrá? Porque la verdad, tengo memoria de elefante (y ahora que vivo cerca de una panadería, me están saliendo las caderas que le hacen juego). Mi marido dice que pelear conmigo es como alegarle al Almanaque Bristol porque no me pongo histérica sino histórica. El término médico es síndrome hipertimésico, pero el término familiar es amargada. De allí que me suene eso de que podría descargar algo de mi bagaje histórico.
Empezaría por la vez que en clase de Cálculo en la U empecé a correr el pupitre para hacer un círculo porque el profesor dijo que íbamos a hacer una integral y yo entendí que íbamos a hacer una integración (ya saben, donde todos dicen el nombre y lo que esperan aprender en la materia). Seguiría con la vez que accidentalmente le robé las monedas a uno de los empacadores del supermercado (les juro que pensé que esa era mi devuelta, no sabía que ahí se ponía la propina). Y, ya estando en esas, eliminaría los rastros de la vez que le pregunté a mi mamá, delante de mis abuelitos y de mis tíos, cómo se fingía un orgasmo (oigan, sólo tenía ocho añitos). Tampoco es que esté particularmente encariñada del recuerdo de mí robándole la caja de dientes a la empleada del servicio para usar como parte de mi disfraz de bruja en Halloween, ni del de la vez que les dije a todos los vecinos que mi papá nos había abandonado y que no teníamos con qué comprar mercado (la verdad era que mi mamá me había puesto a dieta). Y ni hablemos de la vez que me puse unas pantuflas tan cómodas que se me olvidó quitármelas y me fui para clase con ellas…
Mejor dicho, definitivamente hay momentos, personas, palabras y pensamientos a los que quisiera darles una pasadita con Liquid Paper mnemónico, pero al mismo tiempo, de hacerlo ¿sería una mejor versión de mi misma o sería menos yo que antes? Ya da igual porque si yo lograra olvidar, ustedes no lo harían. Ahora, si pudiéramos diseñar un arma biológica que indujera a la amnesia colectiva, podríamos olvidar la década antepasada y salir todos favorecidos.
Ángela Álvarez V.
angela_alvarez-v@yahoo.com
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Parte de la diversión de cualquier aniversario es ver qué y cuánto ha cambiado desde la última fecha. En mi caso, me complace decir que desde mis primeros 16 años he avanzado mucho: Me he graduado tres veces (colegio, pregrado y postgrado); me quitaron los braquets, el acné fue y volvió, me salieron canas y cultivé algunas arrugas; he sacado la cédula, el pase y el RUT; invertí mi virginidad (¡perderla suena tan fatalista!), me casé y empecé a contemplar las posibilidades engendrar prole.
La verdad es que este aniversario me cogió con el ego saludable y estaba en plena reflexión autocongratulatoria cuando vi la noticia: el neurobiólogo Joe Tsien y su equipo de investigadores encontraron la manera de borrar los recuerdos traumáticos de los ratones. Traigo a colación al neurobiólogo y sus roedores con amnesia selectiva en vista de que hacer un ejercicio de repaso autobiográfico exige transitar por algunos senderos empedrados por malos recuerdos y me suena interesante la idea de que podría eliminarlos, como sacándole los gordos a la carne.
¿Se podrá? Porque la verdad, tengo memoria de elefante (y ahora que vivo cerca de una panadería, me están saliendo las caderas que le hacen juego). Mi marido dice que pelear conmigo es como alegarle al Almanaque Bristol porque no me pongo histérica sino histórica. El término médico es síndrome hipertimésico, pero el término familiar es amargada. De allí que me suene eso de que podría descargar algo de mi bagaje histórico.
Empezaría por la vez que en clase de Cálculo en la U empecé a correr el pupitre para hacer un círculo porque el profesor dijo que íbamos a hacer una integral y yo entendí que íbamos a hacer una integración (ya saben, donde todos dicen el nombre y lo que esperan aprender en la materia). Seguiría con la vez que accidentalmente le robé las monedas a uno de los empacadores del supermercado (les juro que pensé que esa era mi devuelta, no sabía que ahí se ponía la propina). Y, ya estando en esas, eliminaría los rastros de la vez que le pregunté a mi mamá, delante de mis abuelitos y de mis tíos, cómo se fingía un orgasmo (oigan, sólo tenía ocho añitos). Tampoco es que esté particularmente encariñada del recuerdo de mí robándole la caja de dientes a la empleada del servicio para usar como parte de mi disfraz de bruja en Halloween, ni del de la vez que les dije a todos los vecinos que mi papá nos había abandonado y que no teníamos con qué comprar mercado (la verdad era que mi mamá me había puesto a dieta). Y ni hablemos de la vez que me puse unas pantuflas tan cómodas que se me olvidó quitármelas y me fui para clase con ellas…
Mejor dicho, definitivamente hay momentos, personas, palabras y pensamientos a los que quisiera darles una pasadita con Liquid Paper mnemónico, pero al mismo tiempo, de hacerlo ¿sería una mejor versión de mi misma o sería menos yo que antes? Ya da igual porque si yo lograra olvidar, ustedes no lo harían. Ahora, si pudiéramos diseñar un arma biológica que indujera a la amnesia colectiva, podríamos olvidar la década antepasada y salir todos favorecidos.
Ángela Álvarez V.
angela_alvarez-v@yahoo.com
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